Simplona, predecible, actuaciones pésimas, pretenciosa, hiperoportunista... pero entretenida. Es, ni más ni menos, la típica película navideña de consumo rápido para todos los públicos cuyo mensaje más importante es "no dejes las compras para última hora".

El guión es de lo más simple que te puedas echar a la cara: un padre obsesionado por su trabajo se olvida de comprarle a su hijo el regalo de Santa Claus, un muñeco de acción llamado "Turboman", y el mismo día de Nochebuena va tranquilamente a buscarlo pero se dará cuenta de que no es tan fácil, pues el dichoso "Turboman" es "el juguete más vendido de la Historia" y no queda ni uno. Toda la película se centra en la búsqueda del muñecajo y en las peripecias y situaciones cómicas en las que se ve envuelto Schwarzenegger en su búsqueda, un Arnold más expresivo que nunca (y más ridículo que nunca también, aunque ello hace que te rías de él más que con él).

La película refuerza la idea de que, hoy en día, el espíritu navideño es sinónimo de consumo masivo. Destinada como es a un público mayoritariamente joven, alimenta ese "espíritu" consumista del que los padres se ven perjudicados por los berrinches del niño que también quiere una figura de acción como el de la película.

A pesar de todos estos efectos directos que el filme produce según la edad de quien lo vea, la cinta se deja ver y es entretenida dentro de su simplicidad. Es lo menos que se le puede pedir y lo cumple bastante bien.