Drama de buena factura e interés, basado en los problema que supone tener a cargo a un enfermo mental por parte de familiares, y de sus consecuencias.

El guión, de David Auburn y basado en su propia obra teatral, narra la historia de Catherine (una estupenda Gwyneth Paltrow), una estudiante de matemáticas que se ve obligada a cuidar de su padre, Robert (Anthony Hopkins), un genial y respetado matemático con esquizofrenia. Un día aparece Claire (Hope Davis), la hermana de Catherine, con la pretensión de llevársela a Nueva York para cuidarla, ya que sospecha que ha contraído la misma enfermedad de su padre. Catherine no la cree y se resiste a irse, pues no se siente enferma, pero va descubriendo pruebas que le dicen lo contrario. Hal (Jake Gyllenhaal), un antiguo alumno de su padre, la ayudará a comprender la verdad...

El título (el original, pues la traducción al castellano es bastante desafortunada) resume, en una sola palabra, la esencia misma de la película. Todo el tiempo se intenta buscar demostraciones, tanto matemáticas como vitales, con las que los protagonistas intentan encontrar una verdad escurridiza, una verdad en el límite entre la cordura y la locura. Mientras que los cuadernos matemáticos del padre de Catherine la mantienen en el límite, Hal será el ancla con la que Catherine se aferrará a la esperanza de poner en orden sus recuerdos y vivencias durante el tiempo que estuvo cuidando a su padre.

John Madden dirige de forma elegante y correcta una cinta que recuerda en muchos aspectos a "Una mente maravillosa", pero no consigue la fuerza y la emoción que desprendía el filme de Ron Howard. Los "flashbacks" donde aparecen Catherine y su padre son las de mayor fuerza, sobre todo gracias a la magnífica interpretación de Gwyneth Paltrow y la no menos buena de Anthony Hopkins, aunque sus apariciones son demasiado escasas.

A pesar de las buenas interpretaciones y de la interesante trama, la película no consigue profundizar lo suficiente para que el espectador la considere una obra maestra. Con todo, el filme de Madden se queda en la superficie con una infinidad de elementos que la podrían haber hecho una obra memorable.

Aun así, merece la pena dedicarle sus 99 minutos de duración.