A falta de ver el último capítulo de la segunda temporada de la excelente serie de Charlie Brooker, casi se puede decir que “Oso blanco” es el más oscuro de las dos temporadas.

En cuanto a fondo y trascendencia recuerda un poco a “15 millones de méritos” por el hecho de hacer de la vida de una persona un espectáculo mediático. En esta ocasión, la puesta en escena y el desarrollo es desconcertante e inquietante, con una especie de “caza a la mujer”, rodeada por gente que, en su huida, la graba con sus teléfonos móviles. Más adelante se desvelará el porqué de todo ese sufrimiento y esa persecución, en una revelación realmente escalofriante que nos hace plantearnos muchas cosas acerca de los límites de la empatía humana con sus semejantes en una situación extrema.

Todos vemos en los informativos imágenes que graban con sus smartphones personas que son testigos de acontecimientos terribles. Hay veces que se oyen sus expresiones de fascinación, o gritos de terror, pero nunca dejan de grabar. El morbo que nos produce el sufrimiento ajeno, unido con la posibilidad que nos brinda la tecnología hoy en día para registrarlo todo, es la base que utiliza Brooker para esta sátira de la zombificada sociedad de consumo.

La puesta en escena es de pura paranoia. Brooker quiere que el espectador tenga la misma información inicial que la protagonista, que se encuentre con todos los elementos extraños a la misma vez, y sienta de alguna forma el agobio del desconocimiento, de sentirse perseguido por algo que no sabes. Se trata a la gente, a la gran masa, como borregos ávidos de emociones fuertes y carentes de todo sentido común. A los esclarecedores minutos finales se acompañan escenas, intercaladas con los créditos, que muestran ese innato apego por lo aborrecible y la necesidad de su justificación, para evitar sentimientos de culpa.

Otro gran capítulo acorde con el nivel de esta necesaria serie.