Impresionante regreso al "peplum" de la mano del irregular Sir Ridley Scott. Honra decir para esta película, que no se ha hecho obra semejante dentro del cine de romanos desde "Ben-Hur", y eso ya son palabras mayores.

Y palabras mayores es toda esta joya en bruto del cine. No es oro todo lo que reluce, pero Gladiator reluce con luz propia en cada uno de sus fotogramas y es oro puro. Ridley Scott no sólo ha resucitado un género olvidado por el cine, sino que le ha dado una imagen renovada y le ha devuelto la épica y la majestuosidad de las grandes superproducciones de antaño. Además, le ha concedido tal calado que ya es imposible olvidarse de tamaña obra de arte una vez vista.

Difícil, muy difícil es hacer hoy en día una obra tan compleja que reúna lo meramente comercial con lo talentoso, y de ambas cosas el Sr. Scott va sobrado. Cierto es que no siempre acierta con sus películas (y es difícil encasillarlo en un género en concreto, pues ha hecho casi de todo) pero de vez en cuando regala monumentos fílmicos como éste, haciéndonos recordar que el responsable de diamantes como "Alien" o "Blade Runner" no ha perdido ni un ápice de su sentido del espectáculo y del buen hacer cinematográfico.

La historia es sensacionalmente simple: se trata de una venganza. Esta simpleza sólo es superficial, pues se oculta muy bien mediante diálogos de calado profundo y momentos de intensa emoción (véase la última conversación de Cómodo con su padre, tremendamente dolorosa y terrible). Pero, por muy buenos que sean sus diálogos, si los actores no están a la altura de los mismos el efecto se pierde, y afortunadamente no es el caso en "Gladiator": Richard Harris, Connie Nielsen, Djimon Hounsou, Oliver Reed y Russell Crowe hacen grandes papeles, pero Joaquin Phoenix merece mención aparte. Su papel de Cómodo es sin duda el mejor de la película y de su filmografía, y estamos hablando de un actor que suele bordarlo casi siempre. Ha conseguido darle a su personaje el drama, la ira, la avaricia y la maldad necesarias para que cualquier espectador lo odie con todo su corazón. Desde luego, si alguien se merecía un Oscar no era precisamente Russell Crowe, a pesar de su buena actuación como Máximo.

Por si los espectaculares efectos especiales recreando la Roma de los césares no fueran suficientes como regalo para los sentidos, el compositor Hans Zimmer nos ofrece (como viene siendo habitual en él) una partitura que ya forma parte de las mejores bandas sonoras de la historia. Las bellas melodías y la voz de contralto de Lisa Gerrard (volvió a trabajar con Ridley Scott en "Black Hawk Derribado") nos sumergen en la historia profundamente, decorando las miserias del hombre, las esperanzas, el amor y la muerte.

Porque "Gladiator" es cine como debe de ser: entretenimiento y emociones a partes iguales. Inolvidable.