Por mi completo desconocimiento de la saga literaria de J.K. Rowling, ignoro si esta cuarta entrega de las aventuras del niño mago Harry Potter es lo suficientemente fiel al original como para que sea alabada por sus más acérrimos seguidores. Y como sigo desconociendo todo el universo potteriano salvo lo que ofrecen las películas, sólo puedo decir que es la más floja que he visto hasta la fecha, siguiendo como sigo estrictamente el orden secuencial.

Bien es cierto que Alfonso Cuarón revitalizó la saga con la entrega anterior dándole su toque personal, pero Mike Newell no parece haber mantenido el buen nivel de las dos primeras entregas de Chris Columbus. Ese bajón puede deberse a muchos factores, pero lo que uno nota al final es la escasez de emociones en una película que debería dejarte, como mínimo, con la boca abierta.

El filme parece decantarse por mostrar los efectos que tiene la evolución imparable hacia la adolescencia de sus personajes principales, transformando buena parte de la trama en una aventurilla propia de instituto de secundaria. El caso de Hermione (Emma Watson) es más notorio, siendo obvio el hecho de que ya no es la niña de antes y cada vez tiene más pinta de “celebrity” perseguida por paparazzis cuando sale en chanclas a comprar el pan. Lo mismo le pasa a Ron (Rupert Grint), aunque en menor medida. Al que no parece venirle al pairo nada sobre cambios hormonales es a Harry Potter (Daniel Radcliffe), quien se empeña en liarla parda siempre que puede y le gusta hacerse notar, lo quiera o no, incluso en una competición frente a otras escuelas de magia venidas de tierras lejanas.

Ni siquiera en el aspecto técnico brilla demasiado esta cuarta entrega, los efectos especiales y el diseño de producción no parecen tener la magia que desprendían en las tres películas anteriores e incluso resultan algo pobres en alguna ocasión. A esta escasez de imaginería visual se le añade la pobreza de ritmo en ciertos momentos que son de gran importancia en la trama, salvo el gran momento cumbre de un regreso ya anunciado, ideado por Newell de una forma acertadamente oscura.

El reparto sigue siendo tan bueno como siempre, con unos secundarios de lujo como Alan Rickman, Maggie Smith o Ralph Fiennes. Entre ellos se incluye esta vez a Robert Pattinson, el afamado vampiro L’oreal de la saga “Crepúsculo” cuando todavía seguía encasillado dentro del cine juvenil.

Newell firma así una cuarta entrega más floja de lo previsto, aunque conservando todavía su imprescindible toque inglés y su pretencioso tufo a gran saga.