Mítica película de principios de los '80, con más valor sentimental que cinematográfico, que ha sido recordada con anhelo por todos los que hemos visto el oscuro e insípido remake de Leterrier en 2010.

Se narra la historia de Perseo (Harry Hamlin), hijo de Zeus (Laurence Olivier), que ha de lidiar con su destino ayudado por su padre olímpico para evitar el sacrificio de Andrómeda (Judi Bowker), encadenada a una roca para servir de alimento al Kraken, un gigantesco monstruo marino por cortesía de Poseidón (Jack Gwillim). En la aventura de Perseo se encontrará con seres mitológicos tales como Pegaso, las brujas estigias, el barquero Caronte y la terrible Medusa. Calibos, el malvado hijo de la diosa Thetis (Maggie Smith), transformado en sátiro por Zeus, le pondrá las cosas difíciles con sus astutas emboscadas.

El filme se imbuye de la fuerza visual de las criaturas de Ray Harryhausen, legendario especialista en la técnica stop-motion en el que va a ser uno de sus últimos trabajos, debido sobre todo a la nueva generación de efectos especiales orquestada por el equipo de George Lucas y su “Star Wars”. A pesar de ello, los efectos artesanos de Harryhausen mantienen la magia que le hizo famoso con películas como “Simbad y la princesa” (1958), “La isla misteriosa” (1961) o “Jasón y los argonautas” (1963), esta última también de temática mitológica. Su técnica da una apariencia de vida tanto a bellos seres como el caballo alado Pegaso, y a seres horrorosos tales como la Medusa, sin duda mucho más terrible que la sensual Gorgona del filme de Leterrier.

El guión se toma muchas libertades con respecto a la mitología, algo bastante frecuente en este tipo de películas, pero no por ello reduce el encanto y el halo épico de la cinta. El filme tampoco se ve favorecido por su realizador, Desmond Davis, más experimentado en telefilmes, ni por la actuación de Harry Hamlin: un Perseo bastante insulso y poco expresivo.

Recomendable para nostálgicos.