La premiada obra de Orson Scott Card “El juego de Ender” es uno de los títulos de culto para el aficionado a la ciencia-ficción. No he tenido ocasión de leerlo (no tardaré), y por tanto no puedo opinar de la fidelidad del filme de Gavin Hood, pero lo que sí puedo decir es lo difícil y atrevido que resulta hacer una adaptación cinematográfica de un libro que ha traspasado la frontera del mero éxito literario.

Se ve desde el principio que el filme se enfoca más a la estructura de cualquier blockbuster que un intento por realizar una obra más compleja y cercana al espíritu del libro. Es curioso y a la vez nada sorprendente leer comentarios de gente que conoce bien el libro señalando que la cinta no produce las mismas sensaciones y el debate ético, moral y filosófico que despierta su lectura y lo complejo que resulta el personaje de Ender, pero claro, estamos ante una superproducción y, como tal, su objetivo principal es hacer taquilla por medio de efectos visuales espectaculares, y poco o nada de ese presupuesto aparece en alguna especie de guion más profundo.

Sin embargo, el filme resalta valores morales muy concretos, centrados en la figura de Ender (Asa Butterfield): un niño con grandes capacidades cognitivas que es arrebatado de su familia para cumplir con el deber de proteger y salvar a la Humanidad de la amenaza de unos alienígenas, los insectores, que han arrasado con las fuerzas terrestres en varias guerras y se prevé una nueva invasión. Ante semejante acción bélica, lo preparan junto con otros niños en una academia militar en órbita mediante simuladores y juegos de guerra. No falta por tanto un desarrollo al estilo “La chaqueta metálica” (1987), con los correspondientes “¡señor, sí señor!” incluidos.

Se aprecia un desarrollo del personaje de Ender y una evolución desde que entra en el servicio hasta el final, en el que sus pensamientos y sus dudas se van acentuando. Sin embargo, también se nota que el chaval cada vez se lo cree más y, a pesar de sus conflictos morales, se enfrenta a ellos sin pestañear, algo aparentemente contradictorio y rematado por un final inesperado para los que no hemos leído el libro, pero un tanto soso o, como dicen algunos, “anticlimático”.

En cuanto al reparto, no hay que dejarse engañar por nombres como Ben Kingsley o Harrison Ford, pues sus papeles son correctos sin más. Por el contrario, Asa Butterfield sigue demostrando que mantiene el nivel de “La invención de Hugo”(2011) y de su genial interpretación en “X+Y” (2014), de la que escribiré en breve.

“El juego de Ender” es, por tanto, una cinta con mensaje superficial que comete el error de no profundizar cuando lo tiene tan a huevo, pero acierta en que es bastante entretenida. De momento, un 6; cuando lea el libro, ya veremos…