Spielberg vuelve a dirigir a Tom Hanks en esta entretenida cinta con menos momentos de buen cine que producciones anteriores, pero siempre con sus toques de un excelente regusto clásico.

La película narra la increíble historia del falsificador Frank Abagnale Jr. (buen papel de DiCaprio), cuyas capacidades innatas para la suplantación de identidades le llevaron a ser piloto de fuerzas aéreas, doctor y abogado, sin contar con la inmnesa cantidad de cheques falsos que canjeaba en bancos de todo el mundo. También es la historia de su perseguidor, el agente del FBI Carl Hanratty (Tom Hanks), quien no ceja en su empeño de atrapar al escurridizo Frank a pesar de sus continuos fracasos. El gran mentor de Frank es su propio padre (excelente como siempre Christopher Walken), un veterano de guerra que defraudó a Hacienda y fue perdiendo todo lo que tenía.

Los motivos de Frank por los que hace lo que hace se centran no sólo en intentar hacerse rico fácilmente, sino también en recuperar lo que su familia perdió, tanto monetaria como sentimentalmente, intentando unir las piezas del puzzle que se rompió en su época adolescente. Es una especie de venganza contra la administración pública y los bancos que arruinaron a su familia y no les ayudaron en los peores momentos.

Spielberg convierte lo que parece ser una persecución implacable en un divertido juego del gato y el ratón. La tenacidad de Carl hace que Frank recurra a tretas cada vez más elaboradas para evitar ser detenido, por lo que los roles de ambos se complementan. No hay perseguidor si no hay perseguido, y viceversa. Cada uno necesita al otro, y ello se muestra en sus llamadas felicitándose mutuamente la navidad.

Como siempre, Spielberg acierta a la hora de la puesta en escena y ofrece una cinta dinámica que, a pesar de no estar a la altura de otras grandes obras suyas, deja un buen sabor de boca tanto a los seguidores del director como a cualquier espectador que quiera pasar un buen rato. Recomendable.