Impresionante la versión cinematográfica que Jon Favreau ha hecho de uno de los superhéroes más famosos y carismáticos de la Marvel. No sólo ha elegido bien a Robert Downey Jr. para encarnar al archimillonario Tony Stark, sino que ha impregnado al personaje y a la misma historia de un estilismo comiquero impagable.

Es realmente fiel a toda la obra sobre este hombre de acero cibernético desde sus comienzos con su creador, Stan Lee (que vuelve a hacer un cameo, como viene siendo habitual en las producciones Marvel) hasta los episodios de tiempos más recientes, donde el traje ha evolucionado así como su propietario y creador. En la película, el talento de Robert Downey Jr. para representar la picardía, el humor y las obsesiones de Tony Stark es indiscutible, con su humor socarrón e irónico y su increíble facilidad para la high-tech.

Lo que choca un poco es el hecho de que no hay un supervillano reconocible, sino que más bien los "malos" son los propios directivos de Industrias Stark, ávidos de poder en detrimento de la nueva moralidad que el propio Stark quiere alentar en su compañía. Jeff Bridges, casi irreconocible, se convierte así en lo que Stark era en un principio, haciendo así inevitable el enfrentamiento entre la gran corporación y la gran moralidad.

Como viene siendo habitual, los efectos especiales son formidables y muy conseguidos, destacando las pruebas con la armadura y las batallas espectaculares que hacen del conjunto una película muy entretenida y con una calidad superior respecto a otras producciones Marvel.

Quitando algunas localizaciones algo oportunistas, la película no tiene alegatos ni mensajes extraños que no sean los de hacer disfrutar al respetable de una buena historia y de un personaje de lo más interesante. Un brindis por Favreau.