Nuevo producto de consumo rápido en el que la trama se sustenta en un pseudo-documental a lo reality, siguiendo la misma fórmula que encumbró aquella rareza de "The Blair Witch Project" (1999).

En "Open water", al menos el director Chris Kentis no intenta engañar a nadie diciendo que la película es verídica y recopila el material de una videocámara hallada en alguna playa o algo así, sino que utiliza los planos clásicos de cualquier otra película y la muestra sin que el espectador tenga que preguntarse quién es el que está grabando las diatribas de la pareja protagonista en medio del océano.

El filme trata de la odisea de una pareja estresada por su trabajo que decide tomarse unas vacaciones y relajarse haciendo submarinismo. El encargado de la expedición se olvida de ellos en medio de un océano infestado de tiburones, y la mayor parte de la cinta se desarrolla en torno a ellos, a sus temores y a sus problemas mientras flotan desesperados en medio de una inmensidad azul.

Kentis mantiene un nivel de tensión bastante aceptable, usando planos inquietos y lo psicológico antes que lo físico para centrar los miedos en lo visceral. Para conseguir esto, los actores tienen que estar muy metidos en el papel y ser necesariamente expresivos, lo cual no es el caso de Blanchard Ryan y Daniel Trevis. Aunque no son realmente malos tampoco llegan a ser creíbles, y esto es algo imprescindible en una película así.

Recomendable.