Situar la acción en plena transición española es uno de los mayores aciertos de la película. De paso se aprovecha para hablar del presente a través del pasado como puede verse en el desenlace o el tema de los bancos; problemas que, lamentablemente siguen en pie. Ya lo dice la canción que tan acertadamente suena después del prólogo: "La vida sigue igual".

Ya el tema del terror es otra cosa. Y no porque no de mal rollo el edificio, piso , trastero o distintas habitaciones o recovecos que tan bien puestos están para que el corazón se nos ponga a 1000. El problema es cuando tratan de copiar la fórmula americana y eligen imitar modelos sobradamente conocidos hasta el riesgo de parecer plagios de estas: Poltergeist, Al final de la escalera, Expediente Warren. Y hasta diría Verónica de Paco Plaza, donde Amparo y Rafita se parecen muy mucho a Verónica y Antoñito. También es cierto que la copia de la escena televisiva de Poltergeist es de las más acertadas y la que más me erizó la piel, con esa marioneta tan egbera y que vistas ahora daban un yu-yu tremendo. Pero lo peor de todo son los golpes de efecto, los sustos inesperados, que no son inesperados ya que se ven venir pero asustan igual a base de repentina subida del volumen, con el que corres el riesgo de dejarte sordo, estropeando todo el climax, que lo tiene y muy bueno.