Una obra indisimuladamente menor en la carrera de Lubitsch, que poco extrae de su ya rutinario argumento. El estilo de Lubitsch es ácido e irónico, elegante y fino, elíptico y ligero, pero aquí solo se atisba, no se toca.
Es una alta comedia de esas que se hacían como churros en Hollywood, dónde los mejores momentos los aporta Burgess Meredith como pianista seductor interpuesto entre el burgués y aburrido matrimonio de Oberon y Douglas.