Una delicia de película, inimitable en su trepidante y fastuoso ritmo, que hacen de ella un parque de atracciones genuinamente spielbergniano, repleto de acción, emoción, aventura y cine milimétrico y gozoso. Inauguró una trilogía inolvidable que catapultó a un ideal Harrison Ford a la fama absoluta y ascendió a Spielberg a la cima de la comercialidad, con el milagro de conjugarlo con la obra maestra. Es y seguirá siendo, le pese a quien le pese, un clásico.

P.D.: Los exégetas del anillo y los hobbits que echen una miradita a esta película y comparen, si es que tienen tiempo, una trilogía con la otra. Por Dios.