Ozon junta a ocho actrices de lo más reputado del cine francés (maduras, más que maduras, jóvenes promesas) y las mete en una gran mansión en plenas Navidades para jugar al gato y al ratón acerca de quién de ellas ha matado al dueño de la casa. Todo ello intercalado con una cancioncilla a cantar por cada una de ellas, mientras el señor Ozon sigue cascándose su paja mental sin orden ni concierto hacia un despeñadero irrevocable: la absurdez más francesa. Casi nada.
Ozon quiere llamar la atención usando llamativamente el color y con el tono musical busca desdramatizar la trama y acentuar lo importante, supuestamente: la red de mentiras y secretos cruzados y descruzados de todas estas mujeres. Su aparente gran reparto queda fulminado en una narración incoherente, rayano lo inaguantable y francamente molesta. Una desdicha absoluta de película, para un director que tiene muy buenas obras. Está cercana al chantaje cultural, así de claro.

P.D.: lo del cine francés de los últimos quince años y su bendición por parte de la crítica ante los más huecos, inanes y pretenciosos films que uno recuerda empieza a tocarle a uno soberanamente las pelotas. Una cosa es lo admirablemente bien que protegen y ayudan a su cultura y otra bien distinta es canonizar cualquier gansada que caiga en nuestras manos.