Los efectos son de traca. Cuatro tiros en el pecho y ni una gota de sangre. Mejor aún, no sé cuantas puñaladas en el pecho (a una persona con camisa blanca) y ni una gota de sangre... en el pecho. Sin embargo esa sangre que no se manifiesta en el pecho, baja hasta la cintura (desafiando las leyes de la gravedad ya que la persona está tumbada) sin manchar la camisa blanca, y brota en caudaloso torrente hacia el exterior a la altura de la cintura con una densidad nada parecida a la de la sangre pero sospechosamente similar a la del ketchup. Y este es el efecto estrella de la película, aquí echaron el resto porque esta escena se repite cuatro o cinco veces ya que es una vivencia que perturba al protagonista y la recuerda con frecuencia.

Merece la pena pararse a comentar el efecto especial "tiro en la cabeza", que se producen varios a lo largo de la película. Como no encuentro palabras para describir ni lejanamente lo patético de este efecto, me voy a limitar a retar al lector a que vea el film y ver si es capaz de reprimir la carcajada ante una de estas escenas. Ya te digo yo que no.

Y ya solo añadir, como colofón, que en toda la película no aparece ni un solo quinqui. Esta película se estrenó cuando estaba de moda el "cine quinqui", películas muchas de ellas protagonizadas por los propios delincuentes juveniles de los que hablaba la película (a mi me encantaba "El Pirri", pero después de participar en siete películas murió de una sobredosis en un descampado). Pero en esta película saturada de despropósitos la persona más joven de los malos (los supuestos quinquis) es el cantante/actor Pedro María Sánchez, que en una de las interpretaciones más horrorosas que estos ojos han visto intenta hacerse pasar por duro, pero se le nota a la legua que es un pijo de cuidado. El resto de los malos tiene el que menos treinta años, y de ahí para arriba. (Para el que no lo sepa diré que los quinquis eran adolescentes entre doce y dieciocho años aproximadamente). ¿Pero quién coño hizo el casting de esta película?