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Tiempos modernos

Comedia Extenuado por el frenético ritmo de la cadena de montaje, un obrero metalúrgico acaba perdiendo la razón. Después de recuperarse en un hospital, sale y es encarcelado por participar en una manifestación en la que se encontraba por casualidad. En la cárcel, también sin pretenderlo, ayuda a controlar un motín, gracias a lo cual queda en libertad. Una vez fuera, reemprende la lucha por la supervivencia en compañía de una joven huérfana a ... [+]
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Críticas 185
Críticas ordenadas por utilidad
26 de septiembre de 2010
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
El genio Chaplin en estado puro nos muestra la sociedad americana en la crisis de los años treinta, creando un retrato caricaturizado, marca de la casa, sobre el sistema laboral capitalista y sobre la pobreza imperante en Estados Unidos por esas fechas.

La película comienza con un plano de unos obreros entrando en una fábrica, el director monta encima de ese plano otro de unas ovejas, el símil es obvio, posteriormente Buñuel lo utilizaría en "El ángel exterminador" (1962). Desde el primer minuto Chaplin se burla del papel de los obreros en ese tipo de empresas, en donde no son más que pequeños borregos, como tales, no piensan, sólo van en grupo, amenazados por la vara del pastor/empresario.

Un gag importantísimo es el de la producción en serie, el protagonista cuando termina su trabajo no puede hacer otra cosa que atornillar todo lo que tenga forma de tuerca, el genio británico nos cuenta en clave de humor cómo la sobrecarga de trabajo debido al desgaste mental y físico y a la presión impide al trabajador disfrutar de su tiempo de ocio.

Chaplin es duro con el sistema capitalista, lo define mediante escenas cómicas como un sistema que sólo piensa en hacer dinero, donde los trabajadores no son más que capital humano para producir bienes y donde el empresario es un tirano que presiona constantemente al trabajador, lo exprime, a él y a su tiempo, con el fin de que produzca un par de unidades más.

Tal vez fuera un visionario.
Marco Scola
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6 de octubre de 2013
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
En medio del entusiasmo generalizado por la llegada del cine sonoro, Chaplin expresó públicamente que éste supondría la muerte del arte más antiguo de la humanidad: la pantomima, y que destruiría la belleza del silencio. Chaplin aunque se resistió al sonoro hasta que pudo, finalmente tuvo que inclinarse ante el cambio de los tiempos y sonorizó esta película, sin diálogos. “Tiempos Modernos” es la última película dominada por el personaje que Chaplin había convertido en el más universal del siglo XX. La popularidad de Charlot, no sólo le había dado independencia como artista y riqueza personal como hombre. Lo más importante es que se había ganado el fervor del público, desde el más cercano a él, por humilde y maltratado, hasta políticos, científicos, economistas, aristocracia, artistas insignes y nobleza.

Éste es el Chaplin que acomete “Tiempos Modernos”, uno de los films más interesantes para conocer un estado de ánimo colectivo y las relaciones entre el capital y el trabajo. Es una comedia sobre la pobreza, la que siempre ha interpretado, pero esta vez es la pobreza de nuestro tiempo, y es muy real, igual que en aquella época de la depresión norteamericana, el ciclo se repite y en la España del 2013, tenemos seis millones de parados, sin esperanza de futuro, a meced de los poderosos, los Bancos y las grandes fortunas. Donde la precariedad laboral gana terreno, favorecido por un capitalismo atroz y donde los derechos de los trabajadores son mancillados.

Pero además es muy divertida, muestra la sobreexplotación del obrero en una cadena de montaje, mecanizado como un autómata. El trabajo de su cámara es tan simple como el dibujo de un niño, pero muchos de los que buscan ángulos y luces efectistas deberían tomar nota de que la historia y la dirección son en el cine mucho más importante que las herramientas. Una y otra vez, al menor conflicto, la pantalla se llena de guardias garantes de un orden mal entendido, que Chaplin nos muestra como injusto porque en realidad se trata de represión. Un neoliberalismo salvaje que trata a las personas como animales, que tiene sus medios para apalearlos cuando protestan, que les impone un ritmo laboral enloquecedor en su afán de competir con el contrario por el volumen de producción.

No quisiera que este comentario pudiera parecer un sectario panfleto político, pero tengo la impresión que no hemos aprendido nada de la Historia. Tras casi ochenta años de su creación, la película encierra muchas enseñanzas para las gentes del siglo XXI porque contiene el pensamiento de un artista comprometido que ridiculiza con el humor a los gobernantes y poderosos de su época. Chaplin nos permite conservar al menos la sonrisa pero algo sentimos en el estómago – donde se aloja el hambre – que nos mantiene en guardia. Y yo me pregunto: ¿No es extraordinario que con tantas disputas y guerras, con tanto dinero gastado en destrucción, nos enfrentemos a una vieja película y su contenido sea tan de actualidad?
Antonio Morales
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14 de abril de 2016
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
En contraste con las inocuas e inofensivas comedias actuales, "Tiempos modernos" arremete contra los males del capitalismo y la era de la industrialización. Las máquinas sustituyen la mano de obra humana, y los obreros que aún conservan el trabajo son sometidos a un proceso de deshumanización, pierden la individualizad y son sólo un engranaje más de la máquina.
Este tipo de cine murió en 1940 con la obra maestra de Ford, "Las uvas de la ira", la SGM y la Guerra Fría, pusieron a Hollywood al servicio del poder y el cine crítico con el sistema político desapareció.
La película, como casi toda la obra del genio es una sucesión de gangs unidos como las perlas de un rosario para construir una historia. Todo su cine ocupa un lugar destacado en la historia, y para mí esta es su mejor película, la más divertido y la más incisiva. De obligado visionado.
Rufus T Firefly
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3 de febrero de 2021
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando escribimos algo nos gusta imaginar que al otro lado hay alguien a quien sirven nuestros apuntes. Gente sin rostro que disfruta, aprende o simplemente entretiene un momento de su cotidiano discurrir. Aunque tampoco es imprescindible la existencia inmediata de otro para justificar nuestras divagaciones: si no llegan a ojos u oídos, quedarán en el aire y algún ser vivo, plantas incluidas, acabará por respirarlas. Después de todo, como diría mi amigo César Martín Ortiz: "Escribir, no es más que enviar cartas desde un lugar inexistente al lugar real donde uno vive"

Esta reflexión me asalta cuando me dispongo, en mi crítica 1.200 para filmaffinity, a contar las sensaciones que ha despertado en mi una obra, de bagaje vital, como Tiempos modernos. La necesidad de condensar en pocas líneas el cariño y agradecimiento que se siente hacia algo tan valioso que nos ha acompañado, e incluso arropado, en el transcurso de los años, me hace sufrir la responsabilidad de no estar a la altura de sus méritos.

Han pasado más de ochenta años desde que Chaplin decidió escribir, dirigir, musicar e interpretar las memorias de un pequeño y simpático superviviente de la Gran Depresión. La crónica de los Nadie es la que realmente da luz a los procesos históricos, esos que acaban en los anales y que esconden bajo sus escombros las humildes existencias de campesinos, obreros (explotados o parados) y ciudadanos del montón.

Una presentación, tan inquietante como la de Metrópolis (Fritz Lang), sirve para situarnos en la cresta de esa oscura ola que parece tener entre sus inmediatas intenciones el violento desembarco de nuestro protagonista contra las afiladas rocas del acantilado. El mar encrespado, no cabe duda, es en este caso, el mercantilismo desalmado.

Tras su crisis mental, bloqueado por su condición de eslabón cárnico en una cadena industrial, el médico del hospital le dice, al darle el alta: "Evite las emociones fuertes"; pero el destino, que para nada incluye en sus cálculos cuestiones sanitarias, le tiene reservados moviditos episodios que suceden en cascada, con un ritmo vertiginoso, solo apto para atletas de conciencia tranquila. Por suerte, entre tantas alteraciones también se encuentra el amor.
La pequeñez del operario ante la devoradora fuerza de la máquina es tratada por el maestro londinense con toda la ternura que era capaz de imaginar; cuando las únicas herramientas que tenían los mindundis, para no ser aplastados por la grosera productividad, eran la picardía y el afecto de al menos otro ser humano.

Cuatro años después de estos Tiempos Modernos apareció la inmensa: "Las uvas de la ira", sobre la novela de Steinbeck, que hablaba también de las consecuencias de los movimientos telúricos del capitalismo, en este caso sobre los trabajadores de la tierra. Pero el delicado humor que utiliza el padre de Charlot en este relato sobre un mundo despiadado, sirve para digerir mejor. Haciendo un paralelismo podríamos comparar a la risa con un protector estomacal, que nos evitará la úlcera que nos provocó, involuntariamente, el exceso de bilis de la peli de John Ford.

Aún así no hay silbato que contenga la libertad de nuestro rebelde favorito, nuestro héroe, el hombrecillo del bombín y el bastón; el que no necesitaba hablar para contárnoslo todo. Esta fue su última aventura muda, aunque introdujo sonidos (artilugios y tripas) e incluso canciones en francés. La moda y la comercialidad le obligarían a cambiar, y, aunque remolón, se pasó al ruido. Para demostrar que su inventiva no tenía barreras inauguró la nueva era con El gran dictador (1940).
Sinhué
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22 de abril de 2006
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
El simple hecho de visionar una pelicula de Carles Chaplin conlleva, para los duros y los sensibles, una fusión entre actor y espectador; roles habituales de lo habitual que son encendidos por una chispa y relucen con simpatía de vida.
Sus efectos llegan más lejos, los movimientos cobran vida dentro de la vida misma, nos convertimos en juguetes susceptibles del destino y del inalterable ritmo que nos rodea. Ni los maestros del equilibrio, los sensibles de lo dramático y lo hermoso, de lo ridículo y lo admirable, son capaces de escapar a las turbulencias y ecos del movimiento vibrante, del que despierta vida a su paso. é
Charlie, crítico del caos e ilustrador de lo hermoso, mezcla sin compasión sus elementos, regalándose a la múltiple variedad de corrientes e interpretaciones del momento, y más tarde al bombardeo de críticas y visiones de ese momento almacenado en cinta magnética. Lo que distingue al crítico del payaso es la sonrisa y el constante rumbo hacia lo simple y lo bello, el constante rumbo al hacia el amor humano.
'Tiempos Modernos' narra las simples situaciones, revolucionadas a ritmo industrial. Cada paso resuena a ritmo de terremoto, haciendo rebotar los personajes al unísono. No existe otra vía de salida para esa resonancia que la del campo abierto y una caseta a la orilla del rio, alejado de los muros de hormigón, celda consentida por las obejas egocentristas que duermen orgullosas y cálidas por la radiacción de la extrema producción. Todos los caminos son posibles, pero convergen en el mismo punto, solo el honrado, agarrando con fuerza la mano de su dama, consigue dar un paso al frente, aventurarse por el pedregoso camino y alejarse del centro, de ese calor artificial de la niebla contaminante. Es el amor, el del payaso, el que marca su rumbo en oposición a las peleas y la jungla de ideas, el que marca el rumbo hacia la extensión y el horizonte.
Jaime Saez de Adana
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