Luna de Avellaneda

Excelente película argentina. De esas que cuando terminan uno se queda con los ojos colorados, una sonrisa en la cara y muchas cosas dando vuelta en la cabeza.
Sin embargo, creo que sólo podrán valorarla en toda su extensión quienes sean argentinos o al menos hayan vivido un buen tiempo en este "generoso" país.

Me encantó el guión. Lo disfruté con la nostalgia emocionada de quien no sólo recuerda el buen cine argentino, sino como argentina en el exterior que no ha olvidado sus raíces. Los giros, los tacos, el habla barriobajera y espontánea de los "perdedores" me hacían reir cada cinco minutos... ¡si es mi propio idioma!
Más allá de eso, debo admitir que sigue sorprendiéndome la calidad actoral de Ricardo Darín, que hasta no hace mucho tiempo, y en Argentina, no era más que un guaperas con una novia vedette. Hoy por hoy es un señor actor. Pero no hay que quedarse con él únicamente, porque todos lo bordan estupendamente. Y a ver si alguien me lo aclara: ¿el bebé que nace en la primera escena de la película, será Román? Si es así, no llega a sospecharse hasta el final, a menos que me haya perdido algún detalle en medio de tanta sonrisa y tanto lagrimeo muy bien plantados y nada de gratuitos.
En cualquier caso, quiero creer que esa valija abriéndose al cierre ha querido decirle alguna cosa a Román. Quizá haya querido detenerle. Hacerle volver al garagge y preguntarse, iluminado por un ansia de futuro en medio de tanta bruma, si todavía será posible construir otro club.
Yo espero que sí.

Me gustó debido a la gran cantidad de esos que podríamos llamar 'momentos cumbre' o de alta intensidad, en general toda la película cuenta con potentes actuaciones y diálogos y situaciones llamativas, que no dan puntada sin hilo, pero lo que me falla son los momentos de cursilería, que conforme va llegando el final se acentúan.

Con todo, el debate de si vender o no vender tiene en ambos posicionamientos unas apologías de primera, cada vez que habla una parte te convence, así de tal modo como si esto fuera un partido de tenis y tu la pelota. El peligro es el resultado del encuentro; a mi me pareció irrelevante y es que se estaban armando planteamientos morales de tal envergadura que a lo mejor uno se esperaba un epílogo de mayor altura.

Pero solo resultó haber humo, todas las disputas no pasaron de ser trucos y piruetas que solo sirven para secuestrar al espectador. Nadie tiene razón, nadie está equivocado y nada importa. Quizá esto último se trate de un esquema muy recurrente en el cine argentino, vulgarmente hablando que te mareen la perdiz y te dejen con un cierre que ni fú, no obstante yo lo he percibido especialmente solo en esta ocasión.

Con todo, la experiencia ha merecido la pena, y por último, a modo quizás más de espectador ingenuo que de crítico consumado, apuntillar mi volátil y no del todo firme impresión, que quizás en diez minutos, diez días o diez años se tercie de forma inversa, de que a lo mejor sería oportuno que este tipo de largometrajes, que hablan de las decisiones de la vida y de la moral, por así decirlo, presentaran desenlaces rotundos, incitando de este modo a tomar partido al espectador, quedando todo de forma clara y sin cartas boca abajo. Como preparar la gran tarta y hacerte ser testigo del exquisito proceso para luego no dejarte probarla. De vez en cuando se echa en falta algo de luminosidad, la elocuencia y lo sugerente de un final redondo, ya no tan necesariamente explícito pero que diga algo. ¿Por qué se apela en tantas ocasiones a la imaginación del espectador, sentido que los individuos con cierta inclinación pragmática tenemos un tanto obstruído? Me aventuro a concluír que una personalidad enteramente soñadora sí que disfrutaría del final de esta película.

La crisis de un veterano club social argentino hace que sus miembros se debatan entre mantener su espíritu primigenio o convertirse a lo lucrativo/fácil, esto es, un casino.
En la línea de su brillante cine (agridulce, sentimental y humano) pero aquí Campanella patina de lleno: es un film largo y alargado, trillado y hueco, sostenido mínimamente por el oficio de Darín o Blanco. Poco más. Nuestro genial López Vázquez en uno de sus últimos trabajos (olvidable del todo, por cierto).

Luna de avellaneda es una película sentimental y optimista que tiene los toques clásicos del cine de Campanella, en esta ocasión el director logra contarnos un drama bastante conmovedor y melancólico. Lo que me gusta del cine de Campanella es que sus películas tienen como conflicto central historias de vida verdaderas (que le pueden pasar a cualquier persona); los personajes son reales, no son perfectos tienen más defectos que virtudes y muchos fantasmas emocionales. Por ejemplo, en esta ocasión todos los personajes son un grupo de personas fracasadas y decepcionadas con el resultado de su vida…pero Campanella nos deleita con una moraleja de esperanza y resiliencia.