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La leyenda del pianista en el océano

Drama Desde finales del siglo XIX, se producen emigraciones masivas a los Estados Unidos. A bordo de lujosos trasatlánticos, además de elegantes burgueses, viajan también emigrantes. Danny, el maquinista del Virginia, encuentra a un niño abandonado sobre un piano, lo adopta y le impone el nombre de Novecento ("siglo XX" en italiano). El barco es el hogar del niño, y los pasajeros, sus ventanas al mundo. Tras la muerte de Danny, alguien ... [+]
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Críticas 48
Críticas ordenadas por utilidad
15 de enero de 2007
2 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tras el gran éxito de "Cinema paradiso" (con Oscar incluído), con la que el director italiano se da a conocer al mundo, Tornatore se viene reafirmando como el franco heredero de los neorrealistas de mediados del siglo pasado: los De Sica, Visconti o Fellini tienen aqui a su alumno más aventajado.
Rodada en inglés, "Novecento" narra la historia de un bebé abandonado en un trastlántico, que crece feliz entre la tripulación, su verdadera familia, sin embargo el concepto de el mundo que el joven conoce se restringe al enorme barco, aunque esa alineación es lo que menos preocupa al joven, sino que vuelca sus inquitudes en un talento innato como pianista.
La banda sonora corre cargo de un compisitor de leyenda como es Morricone.
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2 de enero de 2013
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
El tío vivía a bordo del Virginia, un barco gigantesco con aire de titán. Y le bastaba al tío con ver a nadie con el traje de otro, a una mujer con pinta de haber matado a su marido, a una bailarina hermosa con rimel en la cara, a mí o a me contigo, en definitiva, para mandar a la mierda a las normas, para arreglar, así, la música más bonita del mundo.
Es la Música, no el fútbol, y que me perdone Jorge Valdano, un estado de ánimo. Amansa a las fieras, sirve para enviar con ella a uno a otra parte, te hace cambiar de color más de diez veces al día y tiene la exclusiva, la curiosa y extraordinaria exclusiva, de no ser una invitada molesta si es que hay quien pretende de soledad.
LA LEYENDA DEL PIANISTA DEL OCÉANO, de Giuseppe Tornatore, contador de historias, habla de la Música, igual que Cinema Paradiso habla del Cine. Para ello se vale Tornatore de Tim Roth, que no logra desprenderse del todo de los tics de que hacía gala en Four Rooms, y del inconmensurable Morricone, que vive a bordo de su propia nave espacial y es de los que, por derecho legítimo, amansa a las fieras, de esos que son siempre bien recibidos a éste o en el extremo más remoto del otro lado del mar.
Descubrió Tornatore la llave de la melancolía, de la caja donde se guarda el secreto de la nostalgia. Y, de tanto en tanto, abre la caja por contar una historia de Cine, o de Música; y sigue hablando incluso si la gente no baila, incluso si caen las bombas. Luego, al fin, cuando ya nos ha cambiado de color, cierra la caja y esconde sus secretos.
Porque los secretos hay que guardarlos.
PROT
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9 de octubre de 2017
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pocas cosas habrá más disfrutables que un cuento para adultos que se siente plenamente cómodo y consciente de que lo es.
Porque con eso logra un aire especial, de mágica reflexión y melancolía, dirigida a personas que han aparcado sus ganas de soñar pero siguen necesitando esa chispa de esperanza en una realidad que no la tiene.

'La Leyenda del Pianista en el Océano' habla de recuerdos y vivencias, apenas busca una moraleja o una enseñanza, pero esa es su magia: contando acerca de un pianista navegante llamado Novecento consigue contar acerca de casi todo lo demás.
Simplemente hay que aceptar que un niño puede acabar viviendo en un barco tanto como puede tocar el piano magistralmente sin nociones de música, pero ese peaje es poca cosa cuando se cuenta con sabor a siglo pasado, como algo que pudo no haber ocurrido, pero que cambió la vida de quienes lo contemplaron.
Novecento quizá solo existió para la prensa un momento, pero dejó huella en el trompetista Max Tooney, el único que no le abandonaba cuando el trasatlántico a puerto llegaba.

Él mismo habla de la Estatua de la Libertad como una especie de símbolo de tierra prometida, marcada en el ojo de quien la ve desde antes de nacer, pero quizá nunca se dió cuenta de que él mismo era otro símbolo parecido, uno de alegría y sensibilidad, de igual manera marcada en los ojos de quienes le contemplan, pero con muchísima menos capacidad de ser recordado.
¿Qué es un pianista, comparado con la posibilidad de una vida en tierra nueva, sobre todo en esos tiempos en los que nadie va a escuchar cuentos?
Pues eso: simple y puro pasatiempo, obscenamente bueno, pero invisible al oído y al recuerdo.
Novecento así lo contempla, sin ganas de culpar a nadie, pero sabiendo que responder un "por qué" carece de sentido cuando no se siente algo extraordinario: "os pasáis la vida esperando el invierno cuando llega el verano, esperáis las vacaciones cuando trabajáis, buscáis otra persona cuando tenéis a alguien delante". Él, de toda la gente que pasa por el barco, podría ser el único que ha aprendido a navegar sin pensar en la tormenta, porque cada vez que toca sólo piensa en disfrutarlo.

Allá están los que se creen que su habilidad va dirigida a algo, reporteros que le cuelgan hazañas, pasajeros que susurran su nombre y el mismísimo inventor del jazz creyendo que su talento está amenazado porque otro toca igual (o mejor).
Novecento deja que hablen, les observa y aprecia, pero quizá el secreto de su don sea que nunca se ha obsesionado, tal vez acariciaba furiosamente el piano, pero pocas veces para dejar una huella en nadie que no fuera en sí mismo, como deberíamos hacer todos.

Nos afanamos en grabar y embotellar el talento, nos apresuramos en juzgar y olvidar, damos atención a lo que no se lo merece y muchas veces se nos escapa lo esencial.
Porque una hermosa joven arreglando su pelo en la ventana es la estampa más bonita que veremos jamás.
Un pianista en el océano tiene más significado y belleza de lo que jamás se le buscará.
Y esa canción infinita que todos bailamos, el piano de Dios que no se cansa de tocar, a veces puede esperar, al menos un segundo más.

Novecento podría ser un loco, un estúpido, un cobarde.
Pero para un trompetista fue leyenda, porque las estrellas fugaces se quedan en la memoria aunque nadie más las vea.
Conocerle quién pudiera, pero recordarle solo me gustaría hacerlo de esta manera.
Charles
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3 de agosto de 2018
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sencilla y apasionante historia de sensaciones y emociones a traves de la mirada de un personaje con una forma de vida inusual y llena de belleza exquisita.
Grandes y memorables momentos de puro cine y pasión por el Jazz que se siente en cada segundo.
Delicada, enigmática, poética, exquisita y fascinante historia plagada de una belleza indiscutible.
Recoge la inmensidad de la vida en el mar y como puede ser igual de emocionante que en tierra firme.
Hay que tener valor suficiente para bajar esas escaleras que conducen a la vida real.
Jon
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24 de noviembre de 2019
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Adaptación de la novela Novecento del escritor Alessandro Baricco, tal y como sabe hacer el gran director italiano Giuseppe Tornatore (Cinema Paradiso) con su toque tan personal y elegante en el que parece que crea una fábula de una historia cotidiana para hacerla inmortal.
En este caso logra captar los matices de la obra escrita y nos entrega una obra de amor a la música desarrollada en los dos primeros cuartos del siglo XX con una ambientación de época, al más puro estilo clásico que desarrolla gran parte del metraje dentro de un barco (mucho más llevadero que Titanic), con gran dosis de entretenimiento y, como es habitual en Ennio Morricone, una banda sonora magnífica.
En el plano actoral, el peso recae en un estupendo Tim Roth (Reservoir Dogs) en un papel en el que no parece él mismo: agradecido, simpático... Muy alejado de la gran mayoría de papeles que suelen ofrecerle de matón o de tipo aguerrido. Aquí su transformación es magnífica y nos entrega un personaje inolvidable, lleno de pasión, maestría y miedo. Miedo al exterior y a una vida normal lejos de su barco, que ni siquiera la música es capaz de alejar. Como amigo del protagonista y narrador de esta historia da la réplica un secundario de muchas series y películas, aquí como trompetista de gran talento, Pruitt Taylor Vince (El Mentalista) en un papel entregado y muy acertado por su parte. Mencionar también la aparición de una jovencísima Mélanie Thierry (Un Día Perfecto) en su primer papel cinematográfico aportando un plus de luminosidad a esta estupenda historia.
Son dos horas de buen cine, narrado con el talento que Tornatore sólo sabe imprimir en sus obras de estilo diferencial pero que nos aporta un final predecible y peca un poco de ser blanda. Aún así, es una de las mejores películas de 1998 que pasó un poco de puntillas por las salas de cine y que hoy en día es un clásico por méritos propios.
Siferval
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