The Iceman (El hombre de hielo)

Fría, notable, contundente, elegante, demoledora, apasionante, inquietante, irregular, arriesgada, inquietante y tremenda historia basada en la vida de un hombre que lleva una doble vida, en la que hace de implacable asesino a sueldo y de adorable padre de familia.
Gran trabajo técnico con una fotografía envolvente con la que dar un toque propio a una historia que no deja indiferente en la que los responsables de la película se benefician de la presencia y apasionante interpretación del protagonista, Michael Shannon
Puede que no sorprenda y que peque de abusar del empleo de numerosos tópicos del cine de gangsters, pero The iceman, funciona bien y mantiene el interés en todo momento.
Algunas situaciones pueden resultar demasiado increíbles, pero creo que el núcleo de la propia historia, ya resulta alucinante.
The iceman, queda como un notable trabajo en el que merece la pena disfrutar por completo de una interpretación colosal y dantesca, como la de Michael Shannon.

Bien realizada, “The iceman” nos mete en la vida de un sicario de bajo nivel la mafia de los sesenta con estándares estructurales post-Soprano. Así, aunque la película nos ahorra viejos matones en chándal pendientes de su próstata, ofrece la visión realista y cotidiana del negocio gangsteril, centrado en los trapicheos y extorsiones de poca monta por parte de bandas poco glamurosas que poco tienen que ver con los elegantes imperios del crimen que nos mostraban las películas de la época de Al Capone. El personaje es sumamente atractivo por hacer honor a su nombre (el hombre de hielo) de una forma psicopática que pone los pelos de punta y está extraordinariamente bien interpretado por un Michael Shannon sobre el que recae sin problema el peso de la película.

La cinta, sin embargo, no sabe poner en valor la historia que tiene entre manos. Supongo que quiere reservar como sorpresa final la importancia o el impacto de el Hombre de Hielo en el crimen de la época, pero tiene una forma de desarrollarse en la que es fácil terminar desconectando de un personaje del que sólo conocemos los inevitables líos familiares procedentes de un trabajo en el que la conciliación es complicada y una confusa relación con su jefe inmediato que, en el fondo, es la clave de la historia y que no se cuenta de una manera fácil de entender. Para cuando la película coge velocidad de crucero, termina sin, realmente, ser conscientes de su sanguinaria trayectoria y la dimensión real de los jefes de sus jefes a la que se nos remite, someramente, en los mensajes finales.

Está bien para los amantes del género mafioso, pero, con poco más, podría haber estado un tanto más abierta a un espectro de público más amplio.

Buen film basado en hechos reales, que narra una historia sobre crímenes, en la cual destaca la más absoluta frialdad que envuelve a nuestro protagonista, quien acabó convirtiendose en un matón a sueldo, y lo más impactante aún, descuartizando cadáveres, y todo ello sin mostrar el más mínimo arrepentimiento. El protagonista elegido me ha gustado, ya que tiene cara de malo y por tanto, encaja perfectamente en el rol de asesino. Por su parte, Winona Ryder, cumple sin más y en cuanto a Ray Liotta no me gustó nada su papel, ya que hizo de secundario, y apenas chupó cámara.

El comienzo de la peli, se me hizo lento y aburrido. De hecho, se vino a poner interesante a mitad de la peli.

Es entretenida y se puede ver, pero queda muy lejos de ser una gran película.

Un cubito de hielo es agua congelada que reproduce la forma que le da la cubitera, y por tanto en su interior no hay nada más que eso: agua congelada. Pero si el diseño del cubito fuera revisionado por alguno de los cocineros de vanguardia que últimamente tanto abundan en televisión, y a su simpleza se añadieran materiales más complejos, y si a esa innovadora receta hubiera que bautizarla le quedaría bien puesto 'Kuklinski'.

El rediseño del cubito Kuklinski nos dejaría un exterior impasible, el que le corresponde por su condición de cubito de hielo (actorazo Michael Shannon aunque en esta ocasión no se lo podamos decir por un alarde de expresividad), y sin embargo un interior complejo. Sin mover una ceja ni ensombrecer una sola arruga de su rostro el cubito es capaz de protagonizar una enternecedora escena familiar y el descuartizamiento de un cadáver.

Ambientada en el submundo de la mafia italiana la película realiza un retrato psicológico minucioso de la figura del asesino a sueldo, del encargado de limpiar la mierda de las últimas escaleras en el organigrama. Si la peli es mínimamente fiel a los hechos que sucedieron en la realidad es digno señalarle su grandeza por retratar esa degradación a la que es capaz de llegar el ser humano, que puede dedicarse profesionalmente a matar a otros al mismo tiempo que intenta cuidar de su familia.

Interesante película, en conclusión, por el plano concienzudamente intimista y a la vez cruento que muestra del protagonista y por la visión que ofrece de las intrigas entre las familias mafiosas en su apogeo neoyorquino de los años 70. La consecuente pregunta sin respuesta, que queda flotando en mi nebulosa junto con otras muchas cuya contestación supera mis capacidades, es a qué parte le deberíamos atribuir la última y verdadera responsabilidad de todas las muertes (en este caso más de 100 según se nos dice), ¿al mero brazo ejecutor o a su ordenante/s, a todos aquellos que movían sus múltiples brazos como tentáculos beneficiándose con la sangre vertida?

Es curioso; el mundo del crimen organizado resulta ser una fuente inagotable para cine y literatura. Ya sea ficción o realidad, como en éste caso. Dejando a un lado a las mafias orientales, principalmente las tríadas chinas y los yakuzas japoneses, que tienen también su recorrido literario y cinematográfico, en occidente y gracias sobre todo al cine, es como si la diáspora migratoria de italianos e irlandeses en su mayoría y, en menor medida, rusos o polacos, entre otros, a partir de principios del siglo XX en Estados Unidos, hubiera propiciado el caldo de cultivo perfecto por aquellas tierras para las 'artes' delictivas de grupos organizados (familias) a través del asesinato, la extorsión o el narcotráfico, desde los años veinte del pasado siglo hasta aproximadamente los años setenta u ochenta, que son el espectro de décadas en que se concentran todas estas historias sobre grandes capos de la mafia y pistoleros a sueldo. Nueva York y Chicago son las ciudades que parecen llevarse la palma en cuanto a la concentración de diversas familias mafiosas, así como de algunos de los gánsteres más famosos de la historia; pero otras ciudades como Cleveland, Boston o Nueva Jersey (lugar, éste último, en que acontece el relato del apodado como 'Hombre de hielo') también han acogido, para su desgracia, a varios de estos individuos.
¿Por qué empiezo diciendo todo esto?, porque cada vez que veo al hampa reproducido sigue teniendo la capacidad de dejarme alucinado, me siguen cautivando sus vidas dentro de estas organizaciones desde sus orígenes, así como los distintos episodios de criminalidad, a sabiendas de que muchos de los nombres puestos en liza son reales y, por tanto, sus hechos también. Y eso, contando además, que sus procederes no distan apenas unos de otros, por lo que no podríamos alegar un gran abanico de aspectos originales, en principio. Y tampoco en lo que a las narraciones respecta, y siempre hablando al menos en términos de cine moderno, una vez plasmadas sus vidas en pantalla, hay muchas diferencias en la mayoría de los casos. A menudo hay que condensar bastantes años en hora y media, dos horas, o poco más de proyección, desde sus comienzos al margen de la ley hasta que ésta termina por ponerle fin de una manera o de otra. Pues, aún así, guardan motivos originales suficientes. Cada uno es, a su modo, un reflejo de lo peor del ser humano: corrompible, codicioso y falto de escrúpulos. Puede que esa sea una razón (o excusa) perfecta para que los retratos sobre la mafia, y por extensión cualquier retrato sobre el mal, sigan atrayendo tanto. ¿Nos hacen sentir mejor de alguna forma?, habría que preguntarse, tal vez; o no, lo mío es por puro entretenimiento.

Dejando a un lado diatribas, reflexiones y preguntas sobre los verdaderos motivos que se pueden ocultar en cada uno para que nos sigan atrapando cualquier hecho, circunstancia o persona infame, ya sea ficción o realidad, 'The Iceman' es todo lo dicho pero además, con el factor añadido de llevar una perfecta doble vida, lo que lo convierte (le convierte) en algo (alguien) aún más estremecedor. Sin haber leído el libro del que parte, cosa que evidencia una menor objetividad a la hora de escribir si se tiene en cuenta que, generalmente, las adaptaciones cinematográficas sufren modificaciones en mayor o menor medida, el 'Hombre de hielo' hace bueno su apodo. Y tiene su importancia saber algo previamente de la infancia y adolescencia de este tipo por la que en el film se pasa bastante de soslayo, para situarse bien a la hora de entender la frialdad psicopática por la que en el mismo empieza acometiendo su primer crimen. En el caso de Richard Kuklinski, su verdadero nombre, particularmente más que en otros, viene bien determinar el origen de todo, algo que pueda servir como base 'justificativa' de lo que está por venir. Quizá ésta sea la principal tara achacable. No haberle dedicado unos primeros quince o veinte minutos a los tiempos en que él, su madre y su hermano eran continuamente pegados y maltratados por un padre alcohólico, y cómo derivó en sus contactos iniciales con el crimen. Sirviéndose de una pequeña intro del grueso de la historia, aunque la película se fuera a las dos horas de duración, su brutalidad y frialdad posteriores habrían quedado como un compendio explicativo mayor. Total, los saltos en el tiempo en éste género siempre son un recurso utilizado de manera inevitable para resumir.
El retrato (y la interpretación) del tal Kuklinski (Michael Shannon) es un acto de conmoción. Más que por su visceralidad, precisamente por la ausencia de ella. Por su siniestra habilidad para ser la mayor parte del tiempo un padre y esposo ejemplar, al mismo tiempo que es un asesino frío y despiadado. El sicario perfecto. El ejecutor perfecto. El psicópata perfecto. Únicamente en los momentos en que la cuerda se tensa al máximo, parece haber alguien al otro lado de esa mirada.
Para el acompañamiento de Michael Shannon, quien no guarda un excesivo parecido con el original, pero lo encarna como si lo fuera, encontramos a Ray Liotta o Robert Davi, de quienes es casi un imposible verlos en otros roles alejados de éstos, lo que no es impedimento para seguir dejando una esencia siempre singular. Luego, siempre es positivo ver a otros actores como Winona Ryder, Chris Evans, David Schwimmer o James Franco, con personajes en sus manos muy diferentes a lo que tienen acostumbrado, destacándola sobre todo a ella, como la afligida y convencional esposa, y a Evans como otro matón a sueldo, de un carácter muy distinto, pero con la misma falta de escrúpulos y la misma habilidad para llevar una doble vida.

En el spoiler, la conclusión.