Extraterrestre

Así como en "Los cronocrímenes", Vigalondo nos vuelve a sorprender con otra película construida bajo un parecido patrón. Con una pincelada cutre de ciencia ficción con la que logra excelentemente dirigir la película, nos presenta "Extraterrestre", principalmente una comedia con un buenísimo guión, que deja en claro segundo plano el aspecto "extraterrestre", con unas situaciones muy divertidas y que nos harán soltar mas de una carcajada. A destacar las actuaciones de Carlos Areces y Raúl Cimas.

Un inicio original, y dos grandes cómicos, es lo único que tiene.
Suele pasar, que cuando mamá te dice desde bien pequeñito: Eres especial, eres especial.
Mientras tus compañeros de clase te revientan a mochazos en la tarra, y te llaman rarito, bicho raro, etc. El resultado es una mente similar a la de Vigalondo. Un subproducto de la era pseudo-intelectual, blandengue y aséptica en la que vivimos, un subproducto llamado Nacho Vigalondo. Sus inicios, buenos, pero no geniales, y Los Cronocrimenes, entretenida, pero no maravillosa. Un tipo que cree saber algo que los demás no sabemos o no somos capaces de ver. Era de esperar que se presentara con una película como Extraterrestre, producto para gente que cree que tiene un sentido del humor especial, tan especial como el cartón mojado.
Extraterrestrial, ya que la han promocionado al otro charco "como se la hemos colado a los yankees" debió pensar.
La historia. Buen planteamiento. Los extraterrestres nos visitan, one more time. ¿One more time? No, espera, es un punto de vista diferente. Unos desconocidos amanecen juntos en el piso de ella, y no se vuelven a separar. Juntos son testigos de una nave en el cielo de Madrid. Luego aparecen más personajes. Fin de la historia.
El resto, esa especia de broma a la estructura del guión, convirtiendo su historia en la clásica historia de amor y cuernos, vista mil veces, camuflada entre gags del más estúpido imbécil nacido de la publicidad más innecesaria.
Hay dos historias, la invasión espacial, y la historia que se inventan entorno a esa invasión, la cual tiene, la estructura clásica "epic movie", "scary movie"...
A mi no me engañas, aunque te vistas como un publicista. No eres especial, amigo, eres un simple inútil, un producto descafeinado de la era del twitter.
Muy recomendable para personas especiales que se ponen frambuesas en los dedos para comérselas, que rompen el azúcar quemada de la crema catalana, coleccionar fotos de foto-matones, envian enanos de jardín por el mundo y poner cara de imbécil cuando tienen un orgasmo.

Ya lo decía el propio Nacho Vigalondo en su corto “Una lección de cine” en el que, él mismo, intimidaba a una despreocupada vaca, con una perturbadora “bat-bola”, haciendo varios amagos hacia el animal pero sin llegar a lanzársela en ningún momento: “En el cine, muchas veces, es más importante la expectación que creas en torno al contenido, que el contenido en sí”. En su segundo film después de la celebrada “Los cronocrímenes” (cinta que aplaudí a rabiar), parece que el director y guionista haya llevado tal afirmación a su máxima expresión, manteniendo en vilo al espectador sobre lo que puede llegar a ocurrir durante todo su metraje. Solamente hay un pequeño problema, su corto duraba poco más de dos minutos, mientras que su última película dura hora y media.

Nacho Vigalondo vuelve a demostrar que: a) como director sabe aprovechar como nadie los limitados recursos de los que dispone; y b) como guionista sabe atar los cabos como pocos. Para su segundo largo Vigalondo ha contado con Michelle Jenner, Julián Villagrán, Carlos Areces y Raúl Cimas. Y lo cierto es que los cuatro están perfectos en sus papeles ya que ella está muy guapa, él está simpático, el otro está muy divertido y el último está muy loco. Además, la cinta cuenta con la tróspida presencia de Miguel Noguera.

Lamentablemente, Extraterrestre no resulta suficientemente divertida para tratarse de una comedia. O sea, Carlos Areces está especialmente gracioso, pero es que Areces, si se lo propone, haría gracia incluso en un drama ambientado en la guerra civil española, dirigido por José Luis Garci. Y eso que las situaciones si resultan graciosas, pero la sensación es que la trama termina alargándose en exceso y hace que pierda garra y caiga continuamente en la repetición y uno termina con la sospecha de que estamos ante una historia (y unos medios) que daban perfectamente para realizar un cortometraje pero que, al querer convertirlo en un largo, se ha acabado perdiendo parte de la fuerza que, sin duda, se encuentra dentro de la historia. De hecho estoy seguro que la película debía resultar mucho más graciosa sobre el papel que a la hora de trasladarla a la pantalla.

La primera parte de la película es la más entretenida, cuando los dos personajes protagonistas desean alejarse el uno del otro (más uno que otro), pero las circunstancias se lo impiden y deben aprender a conocerse y convivir. Además, los mejores momentos de la cinta coinciden con Carlos Areces en pantalla en plan vecino plasta, que me recordaba la trama de alguna comedia clásica estilo Dan Aykroyd. Lo que ocurre es que justo hacia la mitad de la cinta, cuando el film debería dar un paso adelante para seguir avanzando hacia su desenlace, parece como si diera dos pasos hacia atrás y empieza a perder intensidad. Es en esos momentos cuando las carencias del film se hacen más patentes: la falta de ritmo, de fluidez y de cohesión de lo que se está explicando, que provoca que no resulte suficientemente eficaz.

Malísima otra excentricidad del cine español.
En mi vida había visto algo semejante .simplemente malísima y creo que me quedo corto.

El argumento es muy entretenido e inesperado. Es una historia de amor en la que la ciencia ficción sólo es un telón de fondo muy lejano. Sin embargo, los personajes, aunque entrañables, pecan de caprichosos en sus decisiones y, sobre todo en el primer acto, actúan de forma un poco incoherente.
El ritmo es peculiar, los puntos de inflexión pasan desapercibidos y los sucesos fluyen de forma más parecida a la vida real que al cine.
El mejor Vigalondo está en planos que salpican la película en los que con precisión milimétrica toca la cuerda exacta para producir un sentimiento u otro.