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Críticas de Jefe Dreyfus
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Críticas 88
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
7
6 de junio de 2013
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
El tema de las series políticas siempre ha dado mucho juego (no nos pondremos ahora aquí a recordar el Sí, primer ministro), pero a finales de la década de los noventa y principios del 2000 hubo un auténtico boom con dos series tan potentes como El ala Oeste de la Casa Blanca y The wire. La primera estaba centrada en los empleados que pululan a diario por la Casa Blanca y fue, en cierto modo, una adelantada a su tiempo. En cuanto a la segunda, estaba más centrada en las escuchas policiales, pero la política también jugaba un papel relevante en la trama y es considerada por muchos como una de las mejores series de todos los tiempos. Una vez acabadas ambas hubo como una especie de período de duelo en el que pocas producciones se decantaron por la política, suponemos, debido al miedo de las comparaciones odiosas. No obstante todo parece apuntar que el duelo ha terminado y muchas han sido las cadenas que han apostado recientemente por esta temática con títulos como: Veep, The Boss, Political animals, The Scandal y, por supuesto, House of cards.

La trama de House of cards gira alrededor del congresista de los Estados Unidos Francis Underwood quien, cual Ferris Bueller cualquiera, no tendrá ningún reparo en dirigirse al espectador, hablandole directamente a la cámara, para mostrarnos como funcionan los engranajes del poder, convirtiéndose en nuestro anfitrión a través de una visita guiada por las cloacas de Whashington.

La serie empieza con un “zas en toda la boca” a nuestro congresista cuando, después de ganar su partido las elecciones, se le negará un alto puesto en el ejecutivo que él consideraba haberse ganando con creces después de los meritorios servicios prestados. Será entonces cuando Francis empezará a tramar un complejo plan para lograr saciar sus ansias de poder, que incluirá aprovecharse de quien haga falta, destruir a quién se interfiera en su camino y someter a sus rivales políticos más directos, a base de arducias, mentiras, sobornos, trapicheos y todo tipo de juego sucio. Esto es política señores, y toca ensuciarse.

Así pues, su primera medida será la de utilizar los medios a su favor, usando a una joven e inexperta periodista a quien le empezará a filtrar información privilegiada en lo que se convertirá en una fructífera sociedad para ambos.

House of cards es la primera serie original de la plataforma de descargas legales Netflix (y viendo los buenos resultados obtenidos pueden ir apostando que no será la última). La serie es un remake de la serie inglesa homónima de la década de los ‘90 y que, a su vez, se basaba en una novela escrita por Michael Dobbs (a quién también encontramos en la producción lo que, en principio, debería darnos buenas vibraciones).

Lo primero que llama la atención de House of cards es la gran cantidad de nombres importantes que encontramos en todos los apartados, lo que hace suponer que no se ha reparado en gastos a la hora de afrontar el proyecto. El trío protagonista son Kevin Spacey (el despiadado congresista y personaje estrella de la trama), Robin Wright (que interpreta a su fría y calculadora esposa) y Kate Mara (como la joven periodista difícil de domar). Entre los directores encontramos a David Fincher y Joel Schumacher, entre otros. Habrán notado ya que todo el conjunto desprende un tufo a pantalla grande que tumba.

Los capítulos buenos de House of cards son muy buenos, mientras que sus capítulos malos no están mal. Y es que el listón se coloca muy alto nada más empezar, con los dos primeros capítulos dirigidos por David Fincher y, a pesar de que pasada la mitad de esta primera temporada uno tiene la percepción de que algunos capítulos bajan en intensidad, hay que reconocer que, en general, el nivel es bastante alto. Mención aparte merecen unos personajes atrayentes y bien escritos, situados dentro de una retorcida historia de lucha de poderes. Lamentablemente la trama en alguna ocasión desvía sus objetivos hacia subtramas de un tono más erótico-festivo que lastran más el guión que el picante que pueden aportar. Y es que de poder va la cosa, más que de política propiamente, de la atracción que genera y del camino que hay que recorrer para hacerse con él y que, de forma indefectible, les llevará a preguntarse si el fin justifica los medios. No haría falta ni decir que la respuesta del protagonista de la serie es que la propia formulación de la pregunta es ya, en si misma, una estupidez.
Jefe Dreyfus
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2
4 de junio de 2013
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Parece ser que, en los tiempos que corren, lo mínimo que se le puede exigir a una cinta de éxito es una trilogía. Lógicamente si la cosa sigue funcionando luego le seguirá una nueva trilogía, algún reboot, varias precuelas y, cuando el suflé empiece a bajar, por qué no una serie de televisión. Qué demonios, ¡que sean dos! ¡Y una de ellas con dibujos animados!

Resulta evidente que Resacón en las Vegas (2009) es una película que encaja a la perfección en el contexto “cinta de éxito”, así pues su secuela no se hizo esperar y todos teníamos, más o menos claro, que la tercera parte iba a caer tarde o temprano. Pero si en la segunda parte llamada Resacón 2 ¡Ahora en Tailandia! (2011), los responsables del film se limitaron a sablear la cinta original, con más o menos fortuna, limitándose a añadir una nueva localización, más salvaje que la anterior si cabe; en esta tercera película de la saga la intención ha sido la de cambiar la dinámica de los dos films anteriores (esa de que los protas se levantan con una resaca de tres pares de narices e intentan reconstruir lo sucedido durante la noche anterior). Efectivamente con este tercer film han invertido la dinámica, y lo han hecho con la finalidad de poder seguir haciendo exactamente lo mismo aunque, lamentablemente, con peores resultados.

En esta tercera entrega encontramos que Alan (el gordo de la barba) está peor que nunca y sus amigos (el guapo, el pardillo del diente y el tipo que siempre desaparece) deciden ayudarlo emprendiendo un viaje que se verá abruptamente cortado cuando un clan mafioso se cruce en su camino. Y es que resultará que los gangsters están tras la pista del Sr. Chow (el chino hijoputa) con el que “el gordo de la barba” todavía mantiene contacto. Total, que los malos secuestrarán al “tipo que siempre desaparece” y exigirán a los otros tres que encuentren al “chino hijoputa” antes de tres días o de lo contrario el rehén pillará cacho.

Y ustedes se preguntarán: ¿dónde está el alcohól?, ¿dónde está la droga?, ¿dónde están las prostitutas? Pues lo cierto es que yo también me lo estuve preguntando durante un buen rato, pero ya les he advertido que, en esta ocasión, la dinámica ha cambiado (ha cambiado para no cambiar nada, más exactamente) y el resultado final se resiente una barbaridad. La otra dinámica que se varía en la peli es la de los roles del grupo propiamente. Si en las dos entregas anteriores el personaje más protagonista era el “guapo”, seguido por el “pardillo del diente” y con el “gordo de la barba” como contrapunto cómico, lo cierto es que en esta tercera parte este último se hace el dueño total y absoluto de la cinta lo que provoca que el conjunto aumente en hilaridad pero, curiosamente, caiga en picado en humor. Cabe decir que también aumenta lo suyo en protagonismo el “chino hijoputa” mientras que, en esta ocasión, el “guapo” queda en un segundo plano y el “pardillo del diente” apenas tenga peso dentro de la historia (con lo que molaba que lo putearan en las entregas anteriores).

En R3sacón repite toda la pandilla, Todd Phillips a la dirección y guiones y los actores Bradley Cooper, Ed Helms, Zach Galifianakis y Ken Jeong, lo cual puede ser porque: a) se lo pasan muy bien trabajando juntos y confían plenamente en el proyecto; b) cada vez que los productores desean hacer una nueva entrega aparcan un camión con dinero frente a la puerta de sus casas; c) las dos anteriores. Yo apostaría por esta última opción. Como jefe mafioso encontrarán a John Goodman e, incluso, la cinta también se permite más de un momento nostálgico y auto paródico, como por ejemplo el de recuperar brevemente al personaje de Heather Graham que ya habíamos visto en la primera entrega.

Personalmente me reí bastante con la primera parte. Me pareció divertida, gamberra, con un punto de mala leche atrayente y unos personajes que funcionaban. La segunda parte no fue más que una mera repetición lo que llevó a que el efecto se diluyera enormemente, aunque conservaba algún buen gag, a pesar de no resultar nada del otro jueves. El mayor problema de esta tercera parte ya no es que no haga gracia, es que aburre soberanamente. En esta ocasión el orden de los factores sí altera el producto, y de qué manera. Dar tanto protagonismo a dos contrapuntos cómicos como “el gordo de la barba” y “el chino hijoputa” es un error, el otro es el de pretender cambiar el eje central de la historia (el resacón) con una trama absurda, sosa y a medio camino entre el thriller y la pantomima, que no logra satisfacer ninguna de las expectativas que se pueda llegar a generar un espectador de este tipo de productos.

La película es mala, y en algunos momentos llega a ser muy mala, llegando a provocar bastantes más bostezos que risas. Por cierto no se levanten nada más empezar los títulos de crédito. Lo mejor de la cinta llega después dejándote con la sensación de lo que pudo haber sido y no fue.
Jefe Dreyfus
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5
2 de mayo de 2013
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Jack Reacher recuerda, por momentos, un capítulo de los nuevos episodios de la serie Perry Mason, pero con mucha más acción de la que allí se ofrecía y con la peculiaridad de que han sustituido al horondo y barbudo abogado por una letrada de rubia melena y senos generosos (salimos ganando) y al simpático detective que le ayudaba a resolver los casos por una especie de super agente secreto/militar encabronado con muy malas pulgas. Efectivamente no son pocos los cambios pero sigue manteniendo la esencia del típico: este caso está visto para sentencia hasta que alguien empieza a meter las narices más de la cuenta y empieza a descubrir que no todo es lo que parece y que hay mucha más gente implicada de lo que parecía en un principio y que todo termina resultando ser mucho más gordo de lo que nos habíamos imaginado. Entonces, ¿cual es el valor añadido que puede aportarnos la película? Pues que sea domingo, que esté lloviendo a mares en la calle y que tengas ganas de ver a Tom Cruise partiendo la pana.

La peli empieza con un múltiple asesinato. Un francotirador empieza a disparar contra un grupo de personas que pasean tranquilamente por un parque público causando cinco víctimas mortales. Rápidamente la policía se pone a trabajar en el asunto y terminan capturando a un tipo que todo hace indicar que es el culpable de los asesinatos y que resulta ser un ex-militar destinado en Irak. Para intentar defenderse el hombre pedirá a las autoridades que busquen a un tipo llamado Jack Reacher, convencido de que le puede ayudar a demostrar su inocencia. Lo cierto es que será lo último que pedirá porque poco después el hombre entrará en coma después de una somanta de palos causada por un grupo de presos, o algo así, que tampoco es que me quedara muy claro el tema (ni siquiera se llega a ver) ya que la peli en su tramo inicial se muestra torpe hasta la exasperación y todo va avanzando muy a trompicones y dando bandazos.

Total, que el tipo tiene una pinta de sospechoso que tira para atrás (aunque el espectador ya sabrá que no es el culpable porque habrá visto la cara del francotirador en la escena inicial, con lo cual se intenta generar una especie de duda que no viene muy al caso) y encima no se puede defender por estar en coma. Pero cuando todo parece estar más que claro aparece el tal Jack Reacher que empezará a colaborar codo con codo (y casi cachete con cachete y pechito con pechito) con la abogada de la defensa y empezará a comprobar que hay cosas que no acaban de cuadrar en el caso. Los verdaderos culpables intentarán disuadir al hombre de que siga metiendo las narices donde no le llaman, lo que le obligará a resolver la situación con un buen montón de hostias como panes.

Tom Cruise es la estrella indiscutible de la película y parece estar en toda su salsa dentro del film, poniendo su mejor galería de gestos, sonrisas y puñetazos. Todo un seguro de vida para la cinta en muchos momentos. Le acompañan Rosamund Pike (ex-chica Bond y vista en Orgullo y prejuicio); Richard Jenkins (habitual secundario de lujo visto en A dos metros bajo tierra y The visitor); Robert Duvall y un sorprendente Werner Herzog, a quien suponemos faltado de capital para dirigir sus películas y, debido a lo cual, suponemos obligado a aparecer en este tipo de productos tan alejados de su cine habitual. La peli es una adaptación de una popular saga literaria escrita por Lee Child.

Después de arrancar con la tensa escena del francotirador, la película se lía cosa mala intentando dar sentido a una trama que tampoco es que sea como para tirar cohetes. En su tramo inicial la cinta se muestra tontorrona y poco hábil a la hora de dar cohesión a lo que se nos está contando, a la vez que demuestra una pasmosa falta de fluidez. Una vez la acción ya está en marcha la peli pretende contentar a su público ofreciéndole todos los clichés habituales de este tipo de género: persecuciones, disparos, peleas cuerpo a cuerpo, tensión sexual no resuelta entre los protagonistas, frases molonas antes de empezar a repartir estopa, épico final bajo la lluvia... no se dejan ni una. Y a pesar de ser algo ya visto hasta la saciedad, la peli no es un absoluto desastre porque logra desprender un tufo a cutre que logra encandilar y que, en muchos momentos, transporta al espectador hacia esas cintas de acción de los años 80, con todo lo que ello conlleva para lo bueno y para lo malo, especialmente a medida que la trama se va acercando a su recta final.
Jefe Dreyfus
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3
6 de abril de 2013
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Uno no puede evitar tener la sensación de que el cine español se ha pasado media vida criticando la forma de hacer películas en Hollywood, y su vacuo sentido del espectáculo, a la vez que defendía, a capa y espada, la cinematografía patria y su forma de hacer las cosas. Por suerte o por desgracia o mucho me equivoco o creo que la otra mitad se la van a pasar copiando esa forma de hacer cine, importada del otro lado del charco. No desearía que se me mal interpretara: estoy encantado con la idea y lo cierto es que, personalmente, ya estaba un poco hasta las narices de pelis sobre grandes dramas de penurias y miserias ambientados en la guerra civil española o, lo que es todavía peor, en la post-guerra (que lo poco gusta y lo mucho cansa). Pero lo que también sería de agradecer es que la valentía que se ha demostrado a la hora de cortar con una especie de tradición de hacer cine en nuestro país, también se demostrara a la hora de ser capaces de innovar en lugar de limitarse a copiar, a pies juntillas, los grandes clichés de las super-producciones americanas. Los últimos días no es que contenga alguno de estos clichés, es que arrastra un enorme y pesado carro repleto de ellos, provocando que le cueste una barbaridad avanzar con un mínimo de fluidez y originalidad.

Y es que se tiene que tener en cuenta que un original, por malo que sea, siempre tenderá a ser mejor que su copia (salvo honrosas excepciones), por mucho que te traigas la trama hasta Barcelona, en lugar de que la acción transcurra en la habitual Nueva York. Es cierto, cambia el paisaje, pero poco más. Una vez has visto un par de imágenes de la capital Condal hecha mierda, ¿que queda? ¿La historia? No me hagan reír.

Otro problema de intentar competir con este tipo de producciones es el presupuesto, que aquí siempre acostumbrará a ser más reducido. Por suerte siempre se podrá suplir con ingenio, pero cuando eso falla provoca que algunas de las secuencias resulten poco creíbles y forzadas, más si cabe para un film de estas características. Además, parece como si los directores se hubieran cepillado gran parte del dinero en conseguir ese efecto especial en que la cámara logra atravesar un cristal. Tanto les debió costar que repiten el efecto hasta cuatro veces durante la cinta (algunas de ellas sin venir muy a cuento de nada), pero al parecer no debió dejar mucho más presupuesto para otras secuencias de acción, que terminan resultando bastante sonrojantes.

El prota tiene las pintas de un doble de Serpico en horas bajas que se encuentra encerrado en su lugar de trabajo junto con algunos compañeros de oficina. Todos ellos son incapaces de salir a la calle debido a una extraña epidemia que provoca que los humanos demuestren un pánico irracional a los espacios abiertos, y que incluso puede llegar a conducirlos hasta la muerte. Dicho de otra forma: imagínense un mundo en el que toda la humanidad, de repente, sufre de agorafobia y es incapaz de pisar la calle.

Lo que sucede es que una peli infectada de zombis, mutantes, vampiros, extraterrestres o con algún tipo de desastre natural que provoque el fin de la vida tal y como la conocemos, da mucho juego y nos puede presentar una gran historia de supervivencia y de superación personal. Lamentablemente no se puede decir lo mismo de una cinta en la que el mayor miedo de un hombre es el de pisar un adoquín, con lo cual los responsables del film se las tuvieron que ingeniar para dar un poco más de chicha a la trama. Resultado: el prota deberá cruzar toda Barcelona, sin salir al exterior, para volver a encontrar a su amada. ¿A que de pronto da todo como mucha más pereza?

Los directores son los hermanos Àlex y David Pastor, en su segundo trabajo después de la también muy epidémica Infectados (Carriers), que filmaron en Hollywood. Como protas encontramos a Quim Gutierrez y José Coronado. El primero es el novio que busca desesperadamente a su amada; el segundo es un señor que pasaba por ahí y que decide acompañarlo. Sus personajes seguirán a rajatabla todos los estereotipos de este tipo de productos, con lo cual el espectador no tardará en ver por donde van los tiros y avanzarse a muchos momentos de la trama. Les acompañan las actrices Marta Etura, ella es el Santo Grial de la peli, y Leticia Dolera, que, lo lamento, todavía no acabo de entender cual es exactamente su función en el film.

La cosa pinta a que fue más o menos así: Los responsables del film tuvieron una idea brillante a partir de la cual desarrollar toda una película de catástrofes y supervivencia. El punto de partida era original y apuntaba maneras, con lo cual lo único que hacía falta era fabricar un eficaz guión a su alrededor que completara la historia y la dotara de unos personajes protagonistas atrayentes, acción, momentos de tensión y sacrificio y mucha aventura. Por desgracia para todos, en lugar de un buen guión les quedó un ladrillo que no había por donde agarrarlo. Y es que el interés que puede llegar a mostrar la película en su tramo inicial, se va desmontando a marchas forzadas, hasta quedarse en nada, debido a un endeble y torpe guión, unos diálogos estúpidos y sobados, una trama predecible, un par de secuencias que rozan el ridículo (lo de la iglesia tiene tela), unos efectos que contrastan la brillantez de algunos momentos con la tosquedad de otros, y una trama que parece mucho más larga que su metraje real. Y, por lo que más quieran, no me tiren de la lengua y me hagan hablar de la escena final porque entonces sí que ya la lío muy parda.
Jefe Dreyfus
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7
27 de marzo de 2013
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James Bond, el popular personaje creado por Ian Fleming, cumple sus bodas de oro en el cine. Para ello, sus responsables lo han embarcado en una peligrosa aventura en la que el agente secreto deberá enfrentarse al que probablemente sea su mayor enemigo: ¿Javier Bardem? No, el paso del tiempo. Y es que el mayor reto de este Bond del siglo XXI es el de lograr aunar algo tan antagónico como tradición y modernidad. Sin lo primero no existiría Bond (esos coches, esos gadgets, esos martinis, esas hembras de carnes prietas) y sin lo segundo, seguramente, no existiría saga. Y mucho menos a estas alturas.

Lo cierto es que la franquicia lo petó durante las décadas de los años 60 y 70, con Sean Connery (más rudo) y Roger Moore (más paródico) interpretando a 007 (de lo de George Lazenby mejor nos olvidamos), para empezar a languidecer durante los años 80, hasta cerrar la década tocando fondo, en cuanto a popularidad, con los dos films protagonizados por Timothy Dalton. En los 90 llegó Pierce Brosnan y se revitalizó la saga (aunque lo cierto es que la gran mayoría de sus películas no es que fueran nada del otro jueves, pero dio resultado que los productores apostaran firmemente por la espectacularidad en detrimento de las tramas). Finalmente, en 2006, Daniel Craig se hizo cargo del personaje con la obligación de dotar a Bond de nuevos aires, pero con la obligación, a la vez, de no perder la esencia que lo había convertido en un icono. Trabajo complicado, como decíamos. En las dos primeras entregas con Craig la cosa se salvó bastante bien, en esta tercera no solo se salva, sino que, además, se logra dar un salto de calidad importante.

Resulta que al principio de la peli vemos a James Bond en una de sus habituales misiones secretas, haciendo sus cosas de espía, pero en esta ocasión la cosa sale rana y terminan dando al agente secreto por muerto. Para colmo de males, la identidad de un montón de espías del MI-6 salen a la luz pública y su sede central es atacada. Por suerte para todos James Bond no estaba muerto, que estaba de parranda (se estaba haciendo un Rambo 4) y como todo el mundo le da por muerto, pues será en él en quien confíen los mandamases para lograr solucionar todo el marrón y dar con el villano que ha puesto la seguridad del país patas arriba: Silva, un malo malote, con el color de pelo de Marta Sánchez y un punto sarasa-canalla que lo hace bastante entrañable.

Si ya sorprendió en su momento la elección de Marc Forster para dirigir la anterior Quantum of Solace, debido a que el hombre no había dirigido anteriormente ninguna cinta de acción, la de Sam Mendes no se queda atrás. El director de títulos como American Beauty, Camino a la perdición o Revolutionary Road ha sido finalmente el elegido para llevar a la gran pantalla la nueva aventura del agente 007. Francamente esperaba a alguien con más experiencia en cintas de acción/thriller/espías, lo que viene a demostrar, una vez más, que yo no tengo ni la menor idea de como funciona este negocio, porque Mendes realiza un trabajo excelente y ha logrado realizar una de las mejores pelis de Bond de los últimos tiempos.

En el apartado interpretativo volvemos a encontrar a Daniel Craig, como Bond, y a Judy Dench, como “M”. Además Ralph Fiennes parece que se sube al carro de la saga y como villano principal de la cinta encontramos a Javier Bardem. Resulta curioso que en la anterior Quantum of Solace también había un actor español haciendo de malo, Fernando Guillén Cuervo, pero su personaje carecía del empaque, carisma, profundidad y minutos del interpretado por Bardem, que logra construir un malo perdurable y reconocible dentro de la franquicia Bond (algo que no pasaba desde hacía muchos muchos títulos). El único apartado donde parece cojear un poco Skyfall es en el apartado “chicas Bond”, algo que lamento profundamente como gran aficionado que soy a la... saga.

Punto número uno: Skyfall es muy larga, dura dos horas y media de metraje. Punto número dos: a pesar del punto número uno la peli es muy entretenida. Lo cierto, es que lo que tenemos aquí es una cinta cien por cien Bond, pero que logra no resultar desfasada, logrando adaptarse a la acción de los nuevos tiempos, con escenas francamente espectaculares con muchos tiros, persecuciones y explosiones, amen del habitual catálogo de agencia de viajes que termina resultando toda cinta Bond que se precie. Además cuenta con el valor añadido de tener un malo de altura (de que te sirve tener un héroe de nivel si puedes ofrecer un villano que esté a su altura) y una trama atrayente, con un punto oscuro y tenebroso, que logra enganchar al espectador desde el minuto uno. Skyfall es un thriller de espías atrayente y sumamente eficaz, aunque no excesivamente complicado, todo hay que decirlo, y con un final que recuerda poderosamente a un capítulo del Equipo A.
Jefe Dreyfus
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