Sueños de juventud

La última colaboración entre los Sverák (Jan, hijo y director, Zdenek, padre, protagonista y guionista) deja una vez vista una sensación algo fría. “Sueños de juventud”, irregular reflexión sobre la última etapa de la vida, es más un traje auto-confeccionado a medida, que el progenitor de los Sverák parece haber diseñado más para disfrute personal que no como el éxito, al menos en su país, en que se ha acabado convirtiendo.

Comedia amable y agridulce, el humor, demasiado blanco, no acaba de funcionar, salvo puntuales chispazos, y la parte más melodramática esta falta de fuerza. El film, no obstante, se beneficia de la presencia de Zdenek Sverák que parece encontrarse muy a gusto en su papel, haciendo suyo un personaje que se convierte en poco menos que su alter ego y que ofrece su lado más interesante en ese retrato costumbrista de un hombre que llegado al ocaso de su existencia se da cuenta que sus dudas y sus anhelos no difieren tanto de los que tenía cuando era joven. En este aspecto, “Sueños de juventud” obtiene sus mejores logros e invita a la reflexión, rozando la magia, que tanto se echa de menos a lo largo del metraje, en determinadas escenas, sobre todo cuando comparten plano Sverák y su esposa en la ficción, Daniela Kolárova, así como también en las tiernas escenas entre abuelo y nieto. Por el contrario, la película se desdibuja cuando el relato se aleja del intimismo del hogar y pasa a presentar una sociedad un tanto frívola y Frisi. Digamos que pierde autenticidad para ganar en cuanto a humor, sin que el peso de la balanza llegue a estar en ningún momento equilibrado.

Padre e hijo cierran así su particular trilogía de la vida, entonando una canción vital pero no exenta de amargura, con la que intentan exorcizar los fantasmas de un período de la misma que la mayoría afrontan con las inseguridades de un adolescente.

Lo mejor: cuando no pretende hacer reir.

Lo peor: su condición de película pasada de moda, en el peor sentido del término.