Dance of the Dead: El baile de los muertos

Por alguna extraña razón, inadaptados, frikis y demás individuos de escasa popularidad dentro de un recinto académico son los que actúan de salvaguardas de invasiones zombis, alienígenas, vampíricas o de cualquier otra índole que se precie. Máxime cuando se realiza con cierta ironía, como aquí sucede. Quizá sea porque el público prefiera alinearse del lado del débil en un acto de absoluta hipocresía, y darles una oportunidad de actuar como líderes y salvadores que nunca se les daría en una hipotética realidad. ¿Quién sabe?
Lo único que la salva de la quema categórica en la hoguera es que sean precisamente un reducido grupo de "nerds" (como dirían los anglosajones) los héroes de la acción a emprender, los que pongan solución y fin a la plaga en cuestión y de paso produzca un efecto rebote en la chica de sus sueños. Esa misma chica que, a menos ocurra una hecatombe de la que tú salgas indemne y perfilado como adalid de la victoria, jamás se fijaría.
Y he dicho bien, lo único que la salva es esa moderadamente plausible ironía. Y cogida con alfileres. En el transcurso de la hazaña, se utiliza aquello de que la música amansa a las fieras como algo aplicable a los no muertos, y hasta cierto punto tiene su sorna, aunque me resisto a ser yo quien esboce una sonrisa irónica en cuanto empiezan agarraditos un baile del que nunca pudieron disfrutar estando aún en vida. ¡Y encima conducen!
A menos que se esté en edad escolar para que uno pueda llegar a conectar con semejante fantasía, pocos son los rastros de relativa calidad que hagan visible esta supuesta comedia de terror juvenil.

Cuando terminé de ver la película pensé "vaya, han copiado la fórmula de Zombieland, pero peor", y cuál fue mi sorpresa cuando al ir a valorarla descubrí que "Dance of the Dead" se estrenó en 2008 y "Zombieland" en 2009.

Por desgracia el minipunto en originalidad no es suficiente para llegar al aprobado.

Los personajes son genéricos y con poco gancho, el gore es abundante pero sin gracia y en general la película transcurre sin pena ni gloria.

Si hubiesen marcado el dial en la posición 11 y se hubiesen dejado llevar por lo estrafalario podría haber sido algo memorable, pero cada vez que hay una oportunidad de hacer algo realmente divertido parece que al director le da un ataque de timidez y dice "vamos a serenarnos, que esto es una película seria".