La tercera esposa

Es obvio nuestro desconocimiento de origen sobre el cine vietnamita, más allá de “El olor de la papaya verde” de Tran Anh Hung. Previsiblemente, uno podría pensar tirando de prejuicio que es calmado y esteticista en demasía. Se cumple la profecía íntegramente con “La tercera esposa”, película de la directora vietnamita afincada en USA Ashleigh Mayfair.

Un film de vocación estética (cuestión en la que triunfa a través de unas imágenes visualmente apabullantes) y contenido minimalista (realmente, incluso sus escasos 90 minutos hubieran podido ser fácilmente reducibles a la mitad para desarrollar el mismo esquema argumental) que trasciende, eso sí, gracias a una interpretación ejemplar de la joven Nguyen Phuong Tra My, sencillamente una actriz que derrocha en su personaje silente y en cada mirada a cámara un arsenal interpretativo digno de alguien que ha nacido superdotada para afrontar un cara a cara con la cámara y ganar siempre.

Una pena que este derroche de caligrafía visual exquisita y pausada que pretende denunciar la condición de las mujeres que, en Vietnam, eran casadas a la fuerza en matrimonios de conveniencia con la única misión de ser un mueble educado más de la casa y dar hijos (a ser posibles varones) a sus amos y señores (polígamos además, de ahí lo de “La tercera esposa”) hubiera dado para mucho más si contuviese en su interior mayor carga dramática, que material había para ello con creces.

Mai, la protagonista, es casada a los 14 años con un adulto y pasa a ser la tercera mujer del mismo. Entra en un mundo nuevo, en una casa nueva, en una familia nueva, y sabe que su visión es ver, callar, obedecer y procurar dar a su marido y amo un hijo varón. Pero Mai es profundamente sensible y esa casa alberga dramas y emociones ocultas por cada rincón escondido de la misma.

Pero aún tendrá que aprender muchísimas más cosas, sobre todo que la maternidad no es más que un camino de espinas de soledad y sacrificio para el que una niña de 14 años no está preparada, ni en ésta ni en ninguna otra cultura.

Vacía de guión pero sabia rodando silencios, miradas (sobre todo de su prodigiosa actriz protagonista), primeros planos, paisajes… apasionante para el sentido de la vista. Qué pena que todo ello esté al servicio de una visión argumental gélida, descafeinada, sin garra, hierática como una esfinge.