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Los santos inocentes

Drama España franquista. Durante la década de los sesenta, una familia de campesinos vive miserablemente en un cortijo extremeño bajo la férula del terrateniente. Su vida es renuncia, sacrificio y y obediencia. Su destino está marcado, a no ser que algún acontecimiento imprevisto les permita romper sus cadenas. Adaptación de la novela homónima de Miguel Delibes. (FILMAFFINITY)
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Críticas 187
Críticas ordenadas por utilidad
9 de enero de 2021
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Esta frase, junto al constante "a mandar, que para eso estamos" y la sentencia taxativa de Iván sobre que es ley de vida que unos estén arriba y otros abajo marca claramente la esencia de "Los santos inocentes". Sin haber leído la novela de Delibes, por lo que todo el mundo dice es una magnífica adaptación del libro. Y si él es para mí uno de los mejores escritores españoles retratando el mundo rural, la película no va a ser menos.
Quizá el ritmo en ocasiones es algo pausado - habitual en Camus -, hay que prestar atención a los flashbacks y queda mal delimitado el rol de Pedro con respecto a la marquesa (intuyo que puede ser el guarda de la finca, que a su vez está por encima de los aparceros) y el de Iván (¿hijo y hermano del personaje de Maribel Martín?). Por lo demás es un retrato brutal y sin contemplaciones de lo que esa pobre gente tiene que soportar. Especialmente queda reflejado en tres escenas entre el propio señorito y Paco (ver spoiler):
Impresionantes Alfredo Landa y Paco Rabal. No es de extrañar que les otorgaran el premio ex aequo en el Festival de Cannes. Aunque tampoco hay que desmerecer al resto del reparto. Todos están muy bien en sus papeles.
Mítico, impactante e inolvidable el desenlace, por el que entendemos cómo acaba Azarías.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Luis Miguel
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18 de enero de 2021
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Retrato bastante conseguido de una España de dos velocidades, de una España casi medieval en la que el que unos disfruten de manjares y los otros de los despojos era dado por bueno por los unos y por los otros.

Mario Camus recupera ante las cámaras situaciones y comportamientos ahora aberrantes pero totalmente reales y frecuentes hace tan solo unas décadas.

Una película descarnada que muestra sin tapujos los abusos e injusticias sociales que campaban en la piel de toro de la España rural.

Gran papel el del ya fallecido Francisco Rabal que aporta la única ternura de la película.
shortcut
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1 de noviembre de 2023
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Quizá, le recreación de la novela, "Los santos inocentes", del escritor castellano, Miguel Delibes, que trasladase, Mario Camus, en mil novecientos ochentaicuatro, al celuloide, sea, la mejor película en toda la Historia del cine español... Al menos, esa es mi opinión; aunque para afirmar, ello, sólo me abala, el haber visionado, muchísimo cine patrio. Casi todo, lo que fue rodado antes de los noventa, década, en la que perdí bastante interés por el cine transpirenaico... si exceptuamos el portugués y el de algún que otro realizador, determinado, principalmente el de Amenábar…

..Pero ya me volví a enredar entre las enredaderas de un jardín, que nada interesa, a un lector, que acudió, a estos modestos párrafos, para informarse sobre esta cinta, probablemente, con la intención de verla o, simplemente, por rememorarla. Bien, pues a éstos quiero decirles, que jamás ninguna obra cinematográfica, me conmovió tanto. Sobre todo, esa escena, en que, al personaje que da vida Paco Rabal (quien realiza una impresionante actuación), se le escapa el ave (al que él llama Milana) que siempre le acompaña subida sobre su hombro, Y mientras va in crescendo un magistral tempo musical -dentro de la excelente banda sonora creada por Antón García Abril-, y mientras, todos, se ríen, ante la desesperación del pobre orate, tras éste llamarla con desesperación, la “milana” da la vuelta, volando hacia él, hasta posarse, de nuevo, sobre su hombro (escena fundamental para comprender el posterior devenir de los acontecimientos). Una secuencia, de esas, que son Historia del cine. Pero es una película tremendamente dura, con unos personajes que nos conminan a compadecerlos, mientras sobreviven sobre una tierra, fría, ingrata e infértil, salvo para la injusticia. En un relato donde se resaltan las diferencias sociales, y donde se intuye, en las nuevas generaciones, que las viejas costumbres van cambiando…

Pero aunque el relato, es interesante, y muchos se interesen por ella, sólo por su agría denuncia social. Para mí, es un prodigio, en el campo de la interpretación, una luminosa estampa, de unos personajes que, como santos inocentes, se integran en el paisaje de una de las Españas profundas, a los que dan vida, unos magníficos actores que, además, declaman en nuestro idioma…

Podría terminar, señalando que es una profunda crítica hacia el franquismo, pero no lo haré, pues estoy hastiado de política, y cada vez huyó más de ella en el cine (al que acudo por evasión o para emocionarme) –sobre todo en el español, de la cual está saturado–, salvo en ocasiones cómo, esta de “Los santos inocentes”, en la que el talento es tanto, que provoca una excepción.
Plácido Eldel Motocarro
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31 de diciembre de 2023
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Siguiendo la historia de una familia labriega que vive al servicio de sus señores, Mario Camus hace un retrato descarnado de la sociedad de clases extremeña durante el franquismo. Magnífica recreación histórica con un elenco de actores y actrices muy bien caracterizados, entre los que destaca Paco Rabal en su memorable papel de Azarías. También hay que remarcar las localizaciones en la dehesa extremeña que son de monumental belleza. La historia, basada en la novela homónima de Miguel Delibes, describe la realidad de muchas familias campesinas, pero esta, si cabe, sufre una doble penalidad: la de la pobreza y la de la discapacidad (abordada con exquisita sensibilidad, vale la pena decir). La película, dura, ágil y directa, no deja de ser, al fin y al cabo, un excelente retrato sobre la dignidad de unos (los pobres) y la atrocidad de otros (los ricos).
Kabaski
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11 de enero de 2024
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En 1984, Mario Camus, uno de los más grandes cineastas europeos, logró estrenar en cines el segundo gran reto hercúleo de su carrera, tras haber logrado adaptar al cine la compleja y magistral novela coral de posguerra de Camilo José Cela “La colmena”. En esta segunda ocasión, la dimensión de la traslación al cine de una novela capital de la literatura en castellano, “Los santos inocentes” de Miguel Delibes, no era empresa menor en su dificultad. El resultado fue mucho más perfecto que en el anterior supuesto mencionado y una obra maestra para la historia del cine había visto la luz.

Mario Camus consigue plasmar en imágenes la narración, de forma directa y provocadora, de la realidad de la miseria ancestral a la que muchos seres humanos son condenados a vivir para siempre, sin que les quepa más respuesta que la sumisión perpetua, así como la angustiosa y asfixiante diferencia de clases sociales, especialmente visible en el duro mundo rural.

Camus sabe convertir en imágenes imperecederas el lenguaje seco, campestre y agreste, que parte del realismo para crear formas poéticas que conducen inexorablemente a la tragedia de Miguel Delibes, sin anestesiar ni un ápice el atavismo y la crueldad del texto literario, sin ambages y de forma descarnada, para contarnos la historia de los amos y de los siervos, del señorito Iván y de las bestias de su cortijo, entre las que cuenta a la familia de Paco el Bajo (magnífico Alfredo Landa en un personaje dramático por desgracia demasiado poco habitual en su filmografía), Régula (una portentosa Terele Pávez en su mejor interpretación), sus tres hijos y Azarías (épico e histórico Paco Rabal), el hermano con discapacidad psíquica de Régula que vive con ellos. Todos ellos son de la propiedad del señorito Iván, meros objetos de su pertenencia, como el ganado, y como a tales los trata.

Los siervos viven conformados a su miseria, mansedumbre, acatamiento, obediencia al dios señorito Iván (interpretado por un Juan Diego que demuestra una vez más que es el mejor actor que se haya conocido en la historia de nuestro cine), en un entorno de vida repugnante, viviendo en casetas en mitad del cortijo, rodeados de una pobreza patrimonial y moral absoluta, teniendo que ser Paco el Bajo el perro de caza del señorito y recibiendo ese trato; siendo Régula un ser casi semoviente sin derechos ni opciones vitales, teniendo que cuidar de la Niña Chica, la hija mayor de Paco y Régula, con una parálisis cerebral nunca diagnosticada por médico alguno porque eso es para los ricos; con dos hijos con el futuro ya atado al cortijo del señorito como si de una pareja de bueyes se tratase; con la hija menor al servicio del señorito en la casa desde los catorce años porque comienza a desarrollar y tiene buen cuerpo para quizás ser acosada sexualmente por sus amos; y en la base de la pirámide, debajo de todo y de todos, Azarías, un niño perpetuo a pesar de su edad, que estorba y molesta en todas partes y que por nadie es querido salvo por su pájaro amaestrado, por su “milana bonita”. Todos esos personajes literarios cobran vida en esta obra maestra indiscutible con un acierto nunca visto antes.

Tratados como ganado por el señorito Iván, obsesionado con la caza y con sus sucesivos caprichos, que deben convertirse en ley de Dios de forma automática para sus siervos, puedan satisfacerla o no, como si de otra parte del cortijo se tratasen.

Es imposible ver esta película, impresionantemente fotografiada por Hans Burmann y con una de las mejores partituras musicales de toda la historia del cine a cargo del magistral Antón García Abril, sin ira, sin asco, sin necesidad de patear al señorito Iván y hacerle tragar su orgullo y su patrimonio hasta la muerte.
Sergio Berbel
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