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Ese oscuro objeto del deseo

Drama Durante un viaje en tren, de Sevilla a Madrid, el otoñal caballero Mathieu cuenta a sus compañeros de vagón la historia de sus infortunios amorosos con la bailarina Conchita. A partir de su primer encuentro en París, Conchita juega con la obsesión de Mathieu, haciéndolo pasar del deseo a la frustración y del amor al odio más furibundo. (FILMAFFINITY)
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Críticas 44
Críticas ordenadas por utilidad
16 de junio de 2016
8 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
La última obra de un maestro, no siempre garantiza lo mejor, porque siempre pueden influir negativamente diversas circunstancias, la edad, la libertad creativa, el tema económico o incluso, por qué no, la decadencia en algunos casos. Buena prueba de ello serían las últimas películas de: Billy Wilder (Aquí, un amigo); William Wyler (No se compra el silencio); King Vidor (Salomón y la reina de Saba); Anthony Mann (Sentencia para un dandy) o Jean Renoir (El cabo atrapado). Todas ellas películas que no están a la altura de los maestros que las filmaron. El caso de Buñuel con esta película es similar, está muy lejos de sus mejores trabajos, que yo he defendido y alabado, pues todo es recurrente, repetitivo en su universo personal, casi que fue convencido por el productor Silberman, naturalmente pensando más en hacer caja, que en el proyecto artístico, por otra parte, tantas veces abordado con situaciones similares.

Inspirada en una muy libre adaptación de “La mujer y el pelele” de Pierre Louys, un viejo proyecto de 1957, que quizá entonces, hubiera sorprendido por su supuesta audacia, pero que en 1977, nada nuevo aportaba a su excelente carrera. Luis Buñuel, genio y figura, como buen pensador de izquierdas, agnóstico, voyeur, erotómano, anticlerical y azotador inmisericorde de la burguesía, vuelve a tratar los mismos temas, sin aportar, en mi opinión, nada nuevo o significativo más allá de sus guiños surrealistas, el saco que carga a sus espaldas, el viejo verde burgués que vive anclado en el pasado, pensando en mantener a una joven querida con su dinero, el ratón cazado que retira el mayordomo, la procesión en duelo por las calles de Sevilla, son eso… “Buñueladas” habituales del sordo de Calanda.

Son temas que fueron erosionando el cariz revulsivo de sus primeros desplantes, para deslizarse hacia unos terrenos más acomodaticios por el que Buñuel transitaba al margen de modas, ajeno a lo que ocurría a su alrededor. Mathieu (Fernando Rey), ya tiene antecesores similares (Ensayo de un crimen, Él, Viridiana, Tristana) un tipo ridículo y de otra época, a pesar de su apariencia educada y benevolente. El film se fragmenta en la narración en flash-back que hace Mathieu de su desdichada pasión por Conchita (Ángela Molina-Carole Bouquet), a unos ocasionales compañeros de viaje y las especiales singularidades de la pareja. Éstas vendrán salpicadas por multitud de connotaciones que dan a la relación, un aire burlón, entre masoquista y fetichista, dentro de la obsesión sexual que recuerdan algunas obras de Buñuel, antes apuntadas.

El tema de las dos actrices para un mismo personaje, parece que se debe más a un problema de casting, que lo que las diferencia en el personaje de Conchita, pues ambas son ambiguas y no se diferencian en sus propósitos. Los exteriores de Sevilla y París, le dan un aspecto cromático de postal, pero si salirse de los clichés y tópicos habituales, permaneciendo inalterables las costumbres de ambos lugares, el resto de secundarios cumplen sin estridencias, lo que no termina de cuadrarme, es la alusión a un grupo terrorista, que no tiene mucho sentido, si no es para atacar a la Iglesia. En definitiva, no soy partidario del adjetivo elogioso, gratuito y poco argumentado que algunos profesan, no engrandece al maestro, en todo caso le desmerece.
Antonio Morales
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7 de junio de 2011
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Este hombre llega aquí habiéndolo hecho todo, con una filmografía repleta de títulos que para la historia quedan y habiendo dejado claro que nadie más que él hace un cine como el suyo. En su última realización incide en muchos de los temas que con su forma genuina de expresión ya había compartido con nosotros. No es fácil elevar la valoración de "Ese oscuro objeto del deseo" mucho más allá, es inevitable compararlo con lo queda detrás, sin embargo el siempre preciso y solvente Fernando Rey aporta mucho más de lo que cualquier otro en su lugar, y los guiños personales en forma de símbolos y más símbolos son una muestra del Buñuel que todos conocemos.

Las vidas locas del loco y la loca son su última aportación al cine, unos ambientes grotescos y raros a menudo, una cárcel psicológica, la de él, y un manantial de inesperados movimientos, eso por parte de ella. Y entre los dos una atracción extraña, inexplicable pero sugerente, a medias entre lo estúpido y lo real. Buñuel tenía una percepción de las cosas muy personal, gracias a él nos hemos servido de momentos gloriosos que para la historia del cine quedan. Con su última rúbrica no hizo otra cosa que ser coherente con su trayectoria.
Luisito
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12 de junio de 2013
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Son muchas veces las que nos preguntamos sobre la razón por la que a un autor se le considera un genio. Miramos la pantalla, no entendemos nada, levantamos la ceja y pensamos que el mundo está lleno de listillos que llaman obra maestra a cualquier cosa o dicen que es arte una chapuza sin sentido para parecer más inteligentes, cultos y exquisitos. Esto le pasa a cualquiera. Saber apreciar lo verdaderamente bueno requiere de una fase de aprendizaje que nos queremos saltar con frecuencia. Y eso no puede ser.
Por ejemplo, esto puede pasar al tener un primer contacto con el cine de Luis Buñuel. El surrealismo de sus películas, sin ser entendido, puede convertirse en una tortura para el que mira. Sin embargo, mirando con atención, uno descubre que aquello, no sólo deja de inquietar o molestar, sino que el deseo que genera poder repetir la experiencia va creciendo. Cada vez con más fuerza. Lo que antes no entendías del todo (o en absoluto) se convierte en algo fundamental y apetitoso, casi imprescindible. Por supuesto, ocurre cuando, tras esa esa escena que distorsiona el todo, descubres el todo. Buñuel no trata de colocar una realidad en el mismo plano que otra. No intenta que lo surrealista conviva con lo que llamamos realidad. Lo que hace es tratar las cosas con naturalidad, de la misma forma, de modo que el espectador no tenga que ver dos películas de forma simultánea, dos mundos distintos. Todo existe al mismo tiempo sin obligaciones. Y, así, coexisten. Desde la naturalidad del autor al crear y del espectador al poder mirar sin obligaciones artificiales que no permiten un entendimiento de lo que se narra.
Del mismo modo, el cine de Buñuel puede gustar mucho más si se reciben correctamente las ideas que maneja. Corrección que procede de lo que sepa el espectador sobre algunos asuntos. En Ese Oscuro Objeto del Deseo, el mayordomo del personaje protagonista (¡el mayordomo!) suelta una frase de Nietzsche y se queda tan fresco (si vas con mujeres, no olvides el látigo; Así hablaba Zaratustra). Pero también hace referencia a lo dicho por Odón de Cluny, como si estuviera charlando en la barra de un bar con un colega.
La película entera rebosa ideas de Shopenhauer. ¿Recuerdan? El mundo como representación y esencia; la voluntad que trae por la calle de la amargura al hombre porque no la puede saciar nunca; el gran problema que representa la mujer y el sexo.
Pues bien, todo está en la película. No pasa nada si no se conocen estos detalles, pero, desde luego, la cosa puede cambiar enormemente y puede ser la forma de enterarse de lo fundamental. A los genios no se les entiende, a veces, por puro desconocimiento del que mira. Es verdad que se ponen raritos y se les va un poco la cabeza en alguna ocasión, pero menos de lo que puede parecer. Mejor compartir culpas.
Ese Oscuro Objeto del Deseo es la última película que rodó Luis Buñuel. Y, posiblemente, la mejor de su última etapa como director. Se trata de una adaptación de la novela La mujer y el pelele de Pierre Louys. Cuenta la historia de Mathieu (un burgués de cierta edad) y Conchita (su doncella y la mujer que le torturará diciéndole que le ama para, a continuación negarlo durante meses). El hombre se va convirtiendo en una caricatura de sí mismo a causa de la obsesión que crece por conseguir los favores de la muchacha. Se van sucediendo escenas de un patetismo descomunal al evolucionar los personajes hacia el rol de dominador y esclavo. Mentira, adulación, dinero, doble moral o violencia son algunos de los vehículos utilizados por el director para narrar una historia que deja pegado al asiento. Ayuda mucho una interpretación magnífica de Fernando Rey (Mathieu). Aparecen en la cinta todas las obsesiones de Buñuel al hacer cine aunque la violencia descontrolada y universal toma una relevancia muy significativa (eso sí, desde una burla constante y fiera. Así era este hombre).
Una de las cosas que pueden sorprender de forma especial al que se acerca por primera vez a la película es que el personaje de Conchita (principal femenino) es interpretado por dos actrices de forma simultánea. Carole Bouquet (belleza serena, finura, firmeza) y Ángela Molina (belleza salvaje, firmeza y explosión sensual; en esta película se la ve guapa de verdad) son las encargadas de defender el papel de Conchita. Sería muy difícil determinar con exactitud qué zona de la personalidad del personaje encarna cada una de ellas. Yo diría que Bouquet representa lo que tiene que ver con lo espiritual, con lo más doloroso para Mathieu. Molina lo carnal y temporal que, aunque genera más violencia en forma de celos o agresiones, termina siendo más llevadero para el hombre. Ambas están bien en su trabajo aunque no llegan a la altura de Fernando Rey. A propósito de esta dualidad en el papel de Conchita, el propio Buñuel reconoció que la idea fue fruto de un comentario que hizo al director de producción, Serge Silberman, después de intentar el rodaje con María Schneider como actriz principal y fracasando de lo lindo. “Podríamos emplear a dos actrices” dijo Buñuel. A Silberman le encantó la idea. Buñuel avisó al productor de que se trataba de un comentario a la ligera, que lo olvidara. Pero, al final, se convirtió en una realidad. De estas cosas el mundo del arte está lleno. Los críticos y fans se lanzan a alabar este tipo de hechos (sin saber que se trata de anécdotas) como si fueran algo sublime. Cualquier cosa que hace un genio se convierte en un gran avance para el mundo del arte. Cosas que pasan.
Pues eso, excelente película en la que se puede apreciar un modo de entender el mundo desde el surrealismo, desde el cine auténtico, desde la genialidad. Y desde la casualidad reconocida por el que puede hacerlo sin que pase nada.
inventodeldemonio.es/blog
lavidadelreves
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20 de diciembre de 2013
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Luis Buñuel nos proporciona en "Ese oscuro objeto del deseo", una exploración irónica de la pasión. Durante un viaje en tren, de Sevilla a Madrid, el otoñal caballero Mathieu cuenta a sus compañeros de vagón la historia de sus infortunios amorosos con la bailarina Conchita. A partir de su primer encuentro, Conchita juega con la obsesión de Mathieu, haciéndolo pasar del deseo a la frustración y del amor al odio más furibundo. "Ese oscuro objeto del deseo" se ha convertido en atemporal y en la cual Buñuel retrata el concepto inflexible de placer. En su última obra el director Luis Buñuel optó por hacer una libre adaptación de la novela de Pierre Louys "La mujer y el pelele" para dar vida a su obra clave, concentrando todos los elementos de su estilo: el surrealismo , frustraciones románticas y sexuales, el retrato de una clase media en decadencia moral, los celos del hombre hacia la mujer y humor cáustico. Buñuel le dio al film una buena dosis de surrealismo y el mejor ejemplo es que para transmitir y encarnar el personaje de Conchita, utilizo a dos actrices diferentes, logrando un fenómeno único, que ha dado lugar a diversas interpretaciones. Luis Buñuel firmar una película emocionante sobre el deseo, la cual será una terrorífica metáfora muy representativa sobre el estilo del director, repleta de surrealismo, de burla al fondo burgués y un choque de culturas ... Y por supuesto, una excelente puesta en escena. En esta película, Luis Buñuel muestra una vez más y por última vez, una faceta muy original, talentosa y dulce. Realmente excelente.
rmarting
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4 de marzo de 2012
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Al igual que en El ángel exterminador, Buñuel continua con la crítica, esta vez ácida, contra la clase burguesa, dejándonos ver que no todo lo que se desea esta al alcance de los poderosos. La humillación constante se justifica por el deseo de la carne. No es amor, son las ganas de poseer algo, de ansiar algo por el sólo hecho de tenerlo. No pienso que Faber esté enamorado, simplemente esta encaprichado, y no se va a quedar tranquilo hasta que no tenga su juguete nuevo. La frustración del amor no correspondido sirve de vehículo para que Faber justifique sus pocas malas acciones y aparezca como un pelele ante todos, basando su relación con Conchita no en un amor puro sino en la necesidad de consumar un acto sexual que el demanda y que Conchita demora en un juego burlesco que seduce continuamente al propio Faber y al espectador.

El buen gusto con el que Buñuel hace gala de su habitual irreverencia se manifiesta enormemente en su última obra: el poco respeto hacia las mujeres por parte de su sirviente o la venta de Conchita por parte de su madre a Faber son dos ejemplos claros que hoy en día escandalizarían a críticos y público. Buñuel lo muestra como algo normal, de nuevo innato en el ser humano. Y todo ello salpicado del subrrealismo típico del director al que también nos tiene acostumbrados.

Creo que fué una suerte que la Sra. Bouquet abandonara el film; la alternancia de esta con Ángela Mollina da una frescura a la película que la hace insuperable.

Una obra imprescindible y necesaria de ver por todo amante del séptimo arte.
juanjo_torpdo
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