Quemado por el sol

Una gran película cargada de realismo, intriga, dramatismo y humanidad. Pero contada, además, com la magia especial de un cuento redondo y épico. Este tono que moraliza una situación vital oscura y sin salida .

Tranquila y apacible, tierna y con la tensión justa en los momentos adecuados, una simple película se terminó volviendo una gran película. Llama la atención sobre todo cómo llega a durar dos horas y media sin volverse densa en ningún momento, aunque esté llena de pausas y no se de prisa. De fondo, un hermoso paisaje del cortísimo verano ruso, y frente nuestro, toda una familia particular e hilarante, una visita bastante particular, y un final que se las arregla para ser diferente sin escaparse de la estética de la película.

Nikita Mikhalkov escribe, dirige e interpreta a ritmo de recuerdos y utilizando ojos de niño (en este caso los de su hija real y de ficción) la historia de una familia que aunque conserva los afectos sufrió un cambio sustancial en sus vidas con la llegada de la revolución y sobre todo con el ascenso al poder de Stalin.
En esta familia de orígenes aristócratas aterrizó un coronel del ejército soviético, bondadoso y héroe de guerra, que tal vez salvó a los ilustres señores y sus allegados de males mayores a cambio de su matrimonio con la díscola hija, bastante más joven que él. Años después un conocido, apreciado por casi todos, aparecerá para contar nuevos chistes y abrir viejas heridas.

Mikhalkov nació en 1945 y en "Quemado por el sol" se aprecian claramente sus primeros recuerdos; las conversaciones, entre susurros, de sus familiares; los cuentos de algún abuelo y sus propias experiencias posteriores dentro de un régimen político que sufrió durante años los estragos de algunos de sus gobernantes, embriagados de poder y obsesionados con las traiciones. La imagen de Stalin estaba multipresente; muchas personas cambiaron y algunos que creían fervientemente en la idea comunista acabaron en las garras del monstruo, mientras que otros intelectuales liberales y artistas acabaron ejerciendo de comisarios políticos.

No cae el director de la grandiosa Ojos Negros en el recurso facilón de incinerar todo vestigio comunista, aunque ridiculice algunos actos del partido, aprovecha más bien para criticar el posicionamiento de los individuos ante situaciones políticas cambiantes, dejando los sentimientos como única tabla de salvación cuando las situaciones se tornan imposibles de controlar.

Nikita Mikhalkov tiene un estilo ciertamente personal, con una fuerte influencia literaria del maestro Chejóv, lo cual en ocasiones enriquece el film, pero en otras lo lastra innecesariamente, aunque la historia funciona como un reloj, hay ciertas subtramas que no aportan nada más que un exceso de duración. Aunque en general, los bellos paisajes, el amor al detalle y cierta grandilocuencia al estilo ruso consiguen un balance positivo, el tránsito de la comedia de costumbres al drama transcurre sin que te des apenas cuenta. Una buena lección de cine y de crítica política.

Se me ha hecho eterna, sobre todo la primera hora, en la que se nos cuenta lo conocido y admirado que es por todo el mundo, a mi entender con un metraje más corto y contado de manera un poco más rápida la película ganaría bastante, ya que la historia es buena y me ha gustado. La manera en la que Mikhalkov narra como es reconocido y admirado por todos y la felicidad en la que vive toda su familia, es donde se ha prolongado mucho, a mi modo de entender.