La venganza de la pantera rosa

No pensaba hacer crítica de «La venganza de la pantera rosa», pero al caer en la cuenta de que es la última de la saga me he visto obligada a replantearme un comentario. Porque hay que saber despedirse de las cosas, sean buenas o sean malas, y la Pantera Rosa me ha hecho sufrir lo suficiente como para despedirme con un adiós para siempre y espero no volverte a ver.

La segunda y la cuarta parte son pasables, divertidas, eso debo reconocerlo y, por lo tanto, os las recomiendo a quienes todavía no hayáis visto nada. Y como me han dicho que siga arriesgando en mis consejos y propuestas, pues aquí lanzo otro: pasad de la primera, de la tercera y de esta quinta película sobre la Pantera Rosa y miraos las que os dicho. En esas encontraréis escenas graciosas, una trama simpática y un Clousseau ni tan estúpido ni tan insoportable. El resto son un bodrio, por si no ha quedado lo bastante claro.

Así, en «La venganza de la pantera rosa» a Clousseau lo quiere asesinar la mafia y por el camino pasan algunas cosas que ni recuerdo ni me importan. Muchos disfraces, peleas donde se rompe todo y muchos fuegos artificiales, literalmente hablando. La escena más destacable es la del inspector Dreyfus, que es de lo mejor que ha dado la franquicia, en el entierro. Totalmente ingeniosa.

Hasta nunca, Blake Edwards.

Edwards concluye su particular trilogía de la década sin aportar nada nuevo a la saga, que parece haberse estancado tras su tercera entrega, para ofrecer las desventuras de las que Sellers siempre sale airoso, sin importar demasiado el guión.
En este caso Clouseau es dado por muerto, en otro de los múltiples intentos de asesinato contra su persona a lo largo de la saga, pero desde la sombra se las ingeniará para desmantelar una importante organización (la misma que intentó quitarlo del medio) dedicada a grandes transacciones de droga.