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Carretera perdida

Intriga. Cine negro Fred Madison (Bill Pullman), un músico de jazz que vive con su esposa Renee (Patricia Arquette), recibe unas misteriosas cintas de vídeo en las que aparece una grabación de él con su mujer dentro de su propia casa. Poco después, durante una fiesta, un misterioso hombre (Robert Blake) le dice que está precisamente en su casa en ese instante. Las sospechas de que algo raro está pasando se tornan terroríficas cuando ve la siguiente cinta de video... (FILMAFFINITY) [+]
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Críticas 259
Críticas ordenadas por utilidad
28 de febrero de 2015
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película es como cualquier capítulo de Castle (obviando presupuestos, interpretación y demás aspectos técnicos) y me explico:
- Está claro que NO es como Castle, puesto que toda la retahíla hilirante de complejos tecnicismos (que sabréis mejor que yo) es infinitamente mejor. Pero mejor tecnología no significa mejores resultados.

- ES como Castle, porque en un principio apasiona. La intriga de que hay un voyeur por ahí que me espía, me manda enigmáticos videos y demás es cuanto menos para mantener la vigilia. Sin embargo, para todo no habría presupuesto, se quedaron sin efectivo a la hora de elaborar el guión.

Aquí podemos recurrir al tópico, está abierto a interpretaciones. Mi verdad es, no he entendido nada.

Lo que quiero es que alguien me pueda a mi explicar por qué tras dos horas viendo una película con altibajos de coherencia, no me aclaren (acerque alguna postura, una mínima interpretación, ayuda a interpretar el film...) nada.

Hago una peli, y si no tiene sentido. Pues ...¿le llamamos cine de culto? ¿Vitoreamos al director? ¿Abusamos de los votos?.

Película entretenida, le daría un 6,5.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
ercadi
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26 de febrero de 2016
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
David Lynch en Carretera Perdida nos invita a pasear por la desquiciada mente de Fred. Esboza una parte del subconsciente latente en todas las personas.

Ojala nunca nos veamos tan abocados al caos como el pobre Fred.

Lynch no impone, sugiere, consciente de sus propias dudas.

Déjate llevar...
el tremolino
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7 de octubre de 2018
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
¡Comienzo intenso que logra envolver al espectador!
Historia original, guion e imagen se confabulan logrando mimar al espectador.
Las escenas y el relato logran hechizar al más reticente, la intriga es la principal protagonista cargada de sensualidad, acción y romance.
Una excelente edición y montaje, con pocos desaciertos a pesar el continuo cambio de luz entre cada escena.
La banda sonora queda al debe, de lo contrario tendría un sitial aún más elevado dentro del cine negro.
jonhy87
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11 de octubre de 2018
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
En 1997, el Instituto Nacional de Normas y Tecnología decidió realizar un concurso para escoger un nuevo algoritmo de cifrado capaz de proteger información sensible durante el siglo XXI. Este algoritmo se denominó Advanced Encryption Standard (AES). [Wikipedia] Básicamente este algoritmo coge un archivo de entrada, lo divide en bloques, y cifra estos bloques. Nos da como resultado un archivo con los mismos bloques, en el mismo orden, pero ya cifrado.

Pues ese mismo año, se estrenó Carretera Perdida, donde Lynch coge un guión/historia de Barry Gifford y le aplica su propio algortimo de encriptación. Divide la historia en bloques y los cifra. Hasta aquí igual que el algoritmo AES mencionado, pero es que Lynch va más allá, los bloques son de distintas longitudes y en el guión final no aparecen desordenados. Total, un barullo guapo guapo. Si lo tradujéramos a un algoritmo, podríamos llamarlo LYNCH, y sería el más potente del mundo, y es que poco más se puede hacer para enredar una historia.

A mí esto, per se, no me molesta, hay otras películas que lo hacen y me gustan. Eso sí, soy contrario a que cuando saltan los créditos no seas capaz de descifrarlo aunque sea de manera básica. Lynch no se gana el prestigio, nos enseña el canario, de una manera brillante, nos embauca. Después lo hace desaparecer, nos quedamos anonadados con él, pero ahí se queda. No hace reaparecer al canario. Tienes que ir a internet o verla otra vez, al menos, para formar la historia en tu cabeza.

Pero a parte de esta discrepancia, no menor, te queda un peliculón que te otorga un entretenimiento de primer nivel. Los que comentan que se aburrieron o que la quitaron en mitad, sinceramente, creo que iban predispuesto a odiarla. Es imposible aburrirse ante tan brillante película, que debajo del enredo tiene una película de cine negro/hitchcockniana macabra excelente. Si no fuera porque lo enmarrana todo con la tontería de no hacerla entendible, para mí sería de sobresaliente sobradísimamente.

Dejo en spoiler como me hubiera gustado que estuviese estructurada, de forma que si estás atento, en un solo visionado fuera medianamente entendible, y que en el final del primer visionado te quedara, a parte de las sensaciones viscerales que generan las escenas, una idea en la cabeza de la historia que se ha desarrollado en pantalla, pues porque más que digan Lynch o sus fans, sí hay una historia definida y perfectamente lógica, que muchos otros usuarios comentan en sus críticas. Si tienes una historia definida, que se entienda, no saltes con "no tiene por qué tener explicación/sentido" cuando sí lo tiene.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Sujeto23
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7 de enero de 2019
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aunque mis cineastas favoritos puedan ser John Ford, Charles Chaplin, Howard Hawks, Billy Wlider o Alfred Hitchcock, he de reconocer que ninguno despierta y estimula mi red sensitiva como lo hace David Lynch. De los contemporáneos, es definitivamente mi ojito derecho. La sensación al terminar de ver «Carretera perdida» por primera vez fue análoga a la que me produjo con «Mulholland Drive» e «Inland Empire»: aplastado contra la butaca, pulverizadas las gafas de pasta y casi atrofiada la capacidad de razonar, intentaba moverme lo menos posible, apenas respirar y parpadear. Existía como una necesidad de que la realidad volviera a aposentarse alrededor, porque todo lo visto amenazaba con aniquilarla al menor soplo, al menor desplazamiento.

Sucesivos visionados llevan a que, como es obvio, uno encare la experiencia con algo más de frialdad y espíritu analítico, algo a lo que el cine de Lynch, no obstante, se resiste tozudamente. Porque el cineasta de Montana no elabora sus films en base a preceptos lógicos cartesianos sino que abre las compuertas de su propio universo intransferible y dicta sus normas narrativas de acuerdo a una serie de claves que mal haríamos en intentar hilar con los procesos cognitivos acostumbrados, porque lo cierto es que no encajan. Ni lo pretenden, claro. La narración en Lynch siempre es soterrada y casi nunca está ligada a la sucesión de imágenes, diálogos y sonidos que ofrece la proyección como un todo fílmico acabado.

«Carretera perdida», en este caso, nos cuenta el viaje interior de un personaje hasta el centro mismo de su locura, empujado por los celos enfermizos que siente hacia su mujer y condicionado por una pulsión irresistible que le arrastra a la creación-recreación de una realidad que escapa de sus manos. Como se ha señalado en multitud de reseñas, la frase clave, el sustento discursivo resumido en un puñado de palabras y que cimenta toda la narración, se produce cuando sabemos que al personaje le gusta recordar las cosas a su manera. Recuerdos, locura, realidad, terrenos supra-sensoriales a los que apenas nos atrevemos a asomarnos, como la escena de la fiesta y la llamada telefónica, o avalanchas de realidad visceral, violenta y terrosa, como la secuencia de los coches en la carretera. Desdoblamientos de personalidad, una rubia-morena irresistible y la cabaña en el centro mismo de la enfermedad. La implosión hacia la demencia y una línea amarilla sobre el pavimento negro. La travesía de un personaje rumbo al encuentro final, el kilómetro cero de la personalidad. Como siempre, el espejo en el desenlace, el perturbador encuentro con uno mismo, sea en la voz que habla por el telefonillo o en la imagen empapada en sangre que vemos en la pantalla de un televisor. Siempre uno mismo. Siempre la propia conciencia hecha añicos, destrozada… como si alguien hubiera atravesado nuestro cráneo con el borde afilado de una mesa de cristal.

Por supuestísimo que esta película no sería lo mismo sin la impresionante canción de David Bowie que abre y cierra el film, y sin toda la contradanza que Badalamenti aporta a la banda sonora. Es el «Territorio Lynch», y en este solar ignoto cada detalle visual y sonoro es un pozo hacia la nada.

Una película intensa, perturbadora y fascinante. Las posibles conclusiones racionales que puedan desprenderse de su incomprensible trama conducen al tumulto, y cualquier identificación con las personalidades que aparecen en ella constituyen fragmentos del propio viaje… Ese viaje que, indefectiblemente, acaba con el encuentro de uno con uno mismo.
Arsenevich
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