El padrino. Parte III

No creo que nadie pueda dudar de la superioridad de las dos primeras partes respecto a la tercera, aunque uno de los atractivos de El Padrino III fuese precisamente el esfuerzo e su autor en pro de escapar a la mera idea de secuela y a favor de prolongar y matizar algunas de las reflexiones que desarrollaban las dos primeras entregas (ya comentadas días atrás), tanto en el plano psicológico de los personajes como en su voluntad de fresco en torno a la historia contemporánea de los EE. UU. Y ello tras una larga resistencia de Coppola a asumir esa tercera parte, pese a la presión que significaron las dificultades derivadas de los fracasos económicos de su Productora Zeotrope.

Es evidente que el concepto de trilogía se puede considerar desde el punto de vista industrial, no desde el narrativo. Una trilogía verdadera es algo orgánico, resonante, estructurado desde el principio en las partes que lo constituyen como cada uno de los actos de una obra teatral o una ópera. Coppola vuelve a conseguir el “milagro” de convertir un encargo en una obra personal. La acción se inicia con dos ceremonias públicas, Michael Corleone que ahora pasa de los sesenta, pues estamos en 1979, recibe con todos los honores la orden de San Sebastian que le concede la Iglesia católica. Ahora especula directamente con dinero y terrenos, ha blanqueado la fachada de su imperio, invierte grandes sumas en obras de caridad, se ha vuelto casi respetable. Michael celebra luego una fiesta en su lujoso apartamento con la familia y amigos. En la fiesta conocemos a Vincent Mancini (Andy García) hijo bastardo de Santino, el hermano mayor de los Corleone, para encarnar físicamente el dilema que tiene Michael, pues aunque él alude a que necesita abogados y no matones, está claro que coraje y descaro agradan al Padrino, postulándose como futuro sucesor.

Aunque Michael es un nuevo hombre que mantiene lucrativos negocios con una Iglesia sujeta a la corrupción y el politiqueo, no consigue librarse de su pasado y de las familias mafiosas que le acosan para entrar ellos en el nuevo negocio. Michael en su camino de legitimación, no puede prescindir de los viejos “métodos” con la ayuda de Vincent, su pupilo. Hay una escena que tiene un considerable valor irónico, aquella en la que Michael se confiesa con el que luego será un Papa ajeno al complot (el mafioso que se rige por la ley del silencio y el ojo por ojo, se somete al dogma de la confesión y el perdón). Michael es fiel a sí mismo: “Monseñor para qué confesarme si no me arrepiento de nada”. Por cierto para mí, la confesión más espeluznante que visto nunca, extraordinario Pacino.

Los Corleone acuden en tropel a un famoso teatro de Palermo, para ver el estreno como tenor del hijo de Michael, que prefiere el “belle canto” a trabajar con su padre. La ópera, por supuesto, es otra gran metáfora de legitimación cultural y social. Naturalmente la ópera es “Cavallería Rusticana”, de estilo verista, que tiene una trama de pasión y violencia que evoca el estigma social de los que la contemplan desde el palco de honor. Coppola nos ofrece un montaje final asombroso, en el que convergen todos los hilos de la trama mezclada con escenas de la ópera, hasta alcanzar el “climax emocional” que por respeto me reservo. Finalmente destacar la producción en general, el gran uso que hace de la música Coppola, la soberbia puesta en escena, los actores están todos bien, excepto Pacino que lo borda con una interpretación memorable.

No había mejor forma de terminar la saga, El padrino III no es un intento de continuación, no es comparable con las otras dos, pero es que ni siquiera lo intenta. Hasta creo que Coppola quiso que El padrino III estuviera muy por debajo de las otras dos a propósito.
Al Pacino está un poco flojo como Michael, no hay ningún rasgo de aquella mirada fría, vale que Michael ya no es el mismo, pero Al lo hace peor de lo esperado.
El final es bueno, pero no destapa muchas emociones.
En definitiva, es una película bastante buena, pero está excesivamente alejada del ambiente de las otras dos entregas, entre otras cosas por la desaparición rotunda de esos planos oscuros que tanto impactaron en el mundo del cine.

Argumento:

Michael Corleone, heredero del imperio de don Vito Corleone, intenta rehabilitarse socialmente y legitimar todas las posesiones de la familia negociando con el Vaticano. Después de luchar toda su vida se encuentra cansado y centra todas sus esperanzas en encontrar un sucesor que se haga cargo de los negocios. Vincent, el hijo ilegítimo de su hermano Sonny, parece ser el elegido. (FILMAFFINITY)

Juicio:

Sin llegar a la calidad de las anteriores entregas, "El Padrino III" es un buen cierre a la historia de los Corleone, rodado con estilo, que satisfacerá a los espectadores.

Sí, es cierto. El Padrino III no es tan buena como sus antecesoras. Era mucho decir y eran palabras muy mayores. Pero se queda muy cerca.
Esta última entrega de los "negocios" de la familia Corleone es potente, emotiva (ese final...), violenta, espectacular, y aunque algunos personajes se han quedado por el camino, los que siguen (Michael, Kay, Anthony, etc) y los nuevos (ese Vincent Mancini soberbio de Andy García en sus años buenos) siguen siendo una maravilla de creaciones, y la cinta sigue siendo un prodigio en todos los departamentos artísticos: guión, dirección, vestuario, fotografía, sonido, dirección artística...
Un triunfo.

Lo mejor: Casi todo
Lo peor: Argumentalmente es más débil

NO es, en absoluto una mala película, ni podemos decir que sea, expresamente, la peor de la trilogía, no, no van por ahí los tiros ; si de algo goza esta conclusión a la magnífica trilogía es de sentimiento, de remordimiento y de una imposible redención de quien siempre entendió mal el mensaje que se le transmitió, esta es la clave para entender esta tercera parte en todo su contexto.

Coppola mantiene (acertado, por cierto) ritmo, estilo, personajes y narración, a pesar de la distancia ente su antecesora y mucho más de la premisa inicial, hace un trabajo perfecto a la hora de enlazar con la trama anterior, exprime a los personajes con fuerza y solvencia, no visto desde Robert de Niro interpretando a Vito, y nos entrega una visión global de la historia, actualizada, quizá con menos garra, pero excelentemente explicada y concluida.

La gran sorpresa, un Andy García que parece comerse el pastel cada vez que aparece, ese personaje mezcla del caracter imposible de su padre y la inteligencia de su abuelo y tío, que acaba llevándose la función por méritos propios (este "sucesor" si que entiende bien las premisas y mensajes que su tío le ofrece y aprende rápido); Mención especial para Talia Shire interpretando a Constanzza (Conie) tan metida en su papel de "Madonna Italiana" y perversa que casi da miedo con su expresión...en general, las interpretaciones correctas, flojeando, considerablemente las de los hijos en la ficción de Michael, que por expresar, expresan poco...

Un trabajo más que correcto que mereció más consideración en su época.

EL GRITO SIN GRITO DE MICHAEL DEL FINAL....DE ANTOLOGIA DEL CINE....

Saludos