Airbag

Hacia el final sale el maestro Albert Pla haciendo de cura y cantando eso tan bonito de:

"Yo soy rebelde por que el mundo me hizo así / porque nadie me ha tratado con amor / porque nadie me ha querido nunca a mí. / Yo soy rebelde porque siempre sin razón / me negaron el cariño que pedí / y me dieron solamente incomprensión. / Y yo quisiera ser como el niño aquel, / como el hombre aquel que es feliz, / y quisiera dar lo que hay en mí / todo a cambio de una ilusión / y cantar y reír y olvidar mi dolor."

¡Qué gran canción!
¡Ya le gustaría a Alejandro Sanz (o a quiénquiera que sea el ídolo pop de esta temporada) ser capaz de componer melodías tan pegadizas como este clásico de Ana Magdalena y Manuel Alejandro!
¡Y que bien queda la versión de Pla (que por cierto sale también en un muy recomendable falso directo titulado Veintegenarios en Alburquerque)!

Pero a parte de este instante musical, el resto de la peli deja bastante que desear.
Juanma Bajo Ulloa hizo una pausa en su carrera de cineasta croquetero para filmar esta tontería supuestamente gamberra y dicharachera; recaudó con ella algunos durillos y luego volvió a lo que más le gusta: rodar en plan serio e iluminado.

Nota: un sufi.

Sí, ya sé la opinión que tienen los críticos "serios" de esta película, la entiendo y la respeto. Pero para un friky de extrarradio con aspiraciones pseudo-intelectuales como el que suscribe estas líneas, y que la vio por primera vez esta en plena efervescencia adolescente, tanto encarnizamiento me parece exagerado.
Esta película hay que verla como lo que es: un videoclip hecho por y para colegas, sin tomársela en serio (para eso ya tenemos al maestro Bergman y demás), y que se hizo para ganar dinero (supongo que algún crítico esperaría menos superficialidad si esperaba algo similar a los anteriores trabajos de Juanma Ulloa).
Pero repito: la peli tiene su gracia (... porque Jesucristo fue el primer proxeneta...)

Reconozco que, si obtuvo dos premios Goya por mejor montaje y efectos especiales no sería por casualidad. Eso está conseguido, sin embargo la película es, para mí, el mayor exponente de lo absurdo y de lo abstracto.
El guion parece que se va construyendo a mordiscos, no hay manera de hilar nada y bueno, eso se puede entender desde el prisma que le quiere dar el director pero lo que más detesto de la película es que no me ha hecho reír nada, y parece que debía de ser un propósito principal cara el espectador.

En todo cado el único que me ha sacado una leve sonrisa es Karlos Arguiñano, que no es actor precisamente.
También reconozco, metiendo el dedo en mi ignorancia (lo de meter el dedo es algo intrínseco de esta peli), que no he reconocido a Karra Elejarde hasta que no he consultado la Wikipedia, de hecho he llegado a pensar que estaba viendo otra película,

En definitiva, me he aburrido bastante, he intentado sacar cosas positivas pero no he sido capaz, por lo tanto califico la película de floja, por no irme directamente al de mala. De hecho le hubiera puntuado con un 2,5 de estar habilitada dicha opción.

Vi este bodrio cuando se estrenó, en una sala de las de antes -¿900 butacas?- empetada de estudiantes universitarios durante una “sesión del espectador”. Nunca lo he pasado tan mal en un cine. El olor a gimnasio y la algarabía generalizada de los que me rodeaban con los bobos chistes, me produjeron una sensación de nausea continua que aún recuerdo con profundo desagrado.

Quizá mi odio a esta película sea exagerado debido a lo malo de la experiencia. Pero es que el desproporcionado éxito de esta zafiedad de humor barato y chabacano ha creado escuela. Desde entonces todos los “taquillazos” del cine español han tirado por ese camino, tomándole Santiago Segura el relevo a un Bajo Ulloa, que seguramente estaría muy ocupado gastándose el pastón conseguido con esta bazofia.

El exceso por el exceso. Irreverente y despiadada. Lo único que le salva de la desfachatez es su acelerado ritmo, pero así todo carece del más mínimo sentido común.