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Crazy Stupid Love

Comedia. Romance. Drama Cal Weaver (Steve Carell), cuarentón y puritano, tiene una vida perfecta: un buen trabajo, una bonita casa, unos hijos estupendos y está casado con su novia de la adolescencia. Sin embargo, cuando se entera de que su esposa (Julianne Moore) lo ha traicionado y quiere el divorcio, su vida se desmorona. (FILMAFFINITY)
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Críticas 148
Críticas ordenadas por utilidad
24 de octubre de 2011
31 de 40 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Crazy, stupid, love" es una película que habla de las maripositas.

Con esto no me refiero a que estemos ante uno de esos documentales de bichos de la BBC, lo cual tampoco estaría mal, sino que que habla de esas maripositas invisibles y probablemente rosáceas (y fans de Justin Bieber) que invaden nuestras entretelas cuando estamos enamorados y provocan a cometer todo tipo de magníficas tonterías.

De las maripositas no se libra nadie y si Clint Eastwood uno de los machos más machos de la historia de los machos hizo "Los puentes de Madison" y enchufó a su churri incompetente Sondra en varias de sus películas no fue porque su criterio así se lo indicaba como decente y conveniente, sino por culpa de estas maripositas causantes de lo bueno (los puentes) y a veces de lo malo y catastrófico (la Sondra).

Ficarra y Requa pueden no saber hacer un peliculón, pero en "Crazy, stupid, love" demuestran saber muy bien lo que son las maripositas y hacen una historia en las que los revoloteos se inician entre los personajes y acaban, por una extraña cuestión de alquimia pantalla-espectador, por alojarse en el estómago propio, haciendo recordar gratas y viejas sensaciones.

La película es un revoloteo, dulce, mono y agradable con actores de buen ver (sí, conmigo también funcionaría el truco de Ryan Gosling...siempre que me lo hiciera Ryan Gosling) que además hacen de sus respectivas historias de amor algo muy cercano pese al cliché. .

La renuncia a lo corrosivo, a lo irónico, al cinismo, al sarcasmo y al orgasmo hacen de "Crazy, stupid, love" una insólita comedia blanca en los tiempos del cólera, un agradable placebo para adultos en busca de un momentáneo remanso en una cartelera plagada de crisis económicas, matrimoniales, sociales y existenciales.
Neathara
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13 de enero de 2012
29 de 39 usuarios han encontrado esta crítica útil
Antes de nada, decir que no pretendo ser sexista, tan solo tómenlo con humor.

¿Les suena esta frase?: "Y ¿si quedamos para ver una peli?" Quien haya pasado los veinti la conoce. Quien no, algún día la usará.

Yo la use un sábado con esa chica, y tal que hoy estoy aquí sentado enfrente de su DVD, hablando sobre qué película vamos a ver. Tu quieres ver coches explotando, peleas en el espacio, etc. Ella quiere ver a Jennifer Aniston. De repente ella dice:"Crazy, stupid, Love". En este momento tu opinión ya no importa, todo lo que ella quiere oír es su misma decisión, pero con voz más grave. Empezamos a verla pero no me importaba, en muchos casos no llegamos ni a mitad de la cinta. Pero esta vez algo es diferente. No está Jennifer, e incluso llego a sonreír varias veces...

Y aquí es cuando recomiendo la película. Yo defiendo que no todos los géneros han de ser valorados igual, ni sirven para lo mismo. Al igual que no veré esta película un día en el que quiera ver buen cine, tampoco valorare una comedia nunca con un 10. Ahora, si lo que queremos es una cinta sencilla para pasar la tarde acompañado. Hazlo con dignidad. Y esta película ayuda. Dentro del género esta en el montón de las buenas.

Por otra parte admito que la sobrevaloro, pero me da igual. Está bien interpretada y con eso lo justifico. Aunque con este repertorio de actores yo iría a por algo más que una simple comedia, pero eso es cuestión de gustos.

Volviendo a mi historia, tengo que decir que la película no me ayudo. Me gusto y no la paré. Quise ver el final, se agoto el tiempo y llegaron sus padres....ahora echo de menos no haber elegido algo de Jennifer Anniston.
tokero
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13 de octubre de 2011
22 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
No sé si he visto muchas o pocas comedias en mi vida, pero sí las suficientes para saber que cada vez que leo en un cartel aquello de ‘desternillante’ o ‘la comedia del año’, debería llevarme a la sala de cine la almohada, el antifaz y algo calentito para abrazar.

Cada año se estrenan cientos de comedias. La mayoría de ellas resultan patéticas y producen más sueño que sonrisas, más bostezos que carcajadas y más dolores de cabeza que de mandíbula. Pero de vez en cuando aparece una, sólo una que acierta a convertir el patetismo en algo admirable.

Y en esas nos encontramos con ‘Crazy, Stupid, Love’. Es buena, muy buena. Lo es porque funciona también como drama. Eso es lo que hace grande a una comedia. Si no es una XL, está cerca de serlo.

Dos años después de estrenarse con la infravalorada ‘I love you Philip Morris’, el dúo formado por Glenn Ficarra y John Requa nos sorprende de nuevo con un buen lanzamiento de dardos llenos de amargura, mala hostia y melancolía.

Los primeros minutos evocan a la maravillosa ‘Little Miss Sunshine’ con una similar banda sonora y con la presencia de Steve Carell en un casting de peso donde también brillan Ryan Gosling, Marisa Tomei y la insuperable Julianne Moore. La de Carell, por cierto, viene a ser su enésima consagración ya no como actor sino como camaleón exquisito.

Es verdad que las primeras secuencias cómicas funcionan peor que las dramáticas y que las tramas secundarias están un pelín dilatadas. Vale, a la película le cuesta arrancar. Pero tranquilidad: el titubeo se acaba pronto. La trama principal funciona deliciosamente y se echa la película a sus espaldas. El tono termina por engancharnos rápido.

El segundo acto levanta la película y el tercero la convierte en antológica. Es un gustazo cuando te invitan a leer entre líneas bien escritas. El tramo final es una inteligente acumulación de desenlaces y giros brillantes que culmina con otra excelente reinvención del ‘happy ending’ y que debería tener sitio en cualquier manual de la buena comedia.

No quedan cabos sueltos en ‘Crazy, Stupid, Love’. Por fin una película que primero desordena la habitación y después la deja limpia como una patena. La alegría de toda madre y todo espectador. En otra comedia incluso sobraría la escena del discurso y la moralina, pero en esta el cuerpo y la mente dan una calurosa bienvenida a la dosis extra de azúcar.

La bofetada final no es sólo física, también es simbólica. De vez en cuando viene bien reírse a pecho descubierto de todos esos clichés con los que precisamente el cine ha hecho tanto daño al amor. Tal vez la Academia no tenga en cuenta este bombón para los Oscar, pero debería estar allí sin duda. Tampoco pondrá en su envoltorio aquello de ‘la comedia del año’ porque en realidad es mucho más. Hay que saborearlo mientras se deshace en la boca.
Melón tajá en mano
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17 de octubre de 2011
39 de 65 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo primero que tiene que ser una comedia es divertida. Los puritanos americanos parece que se han tirado al monte y se creen que porque pillen a un chavalín haciéndose una paja (sin verse, ojo) o a una adolescente haciéndose fotos en bolas (tampoco se ve, claro) para provocar al divorciado de sus sueños ya es una comedia "vitriólica". Pues no, es de lo más convencional y previsible, porque no expresa sentimientos reales, sino situaciones tópicas, de manera que cada situación parece alargarse y alargarse sin que la cosa avance al ritmo que sería necesario, ya que si "lo bueno, si breve, dos veces bueno", que decir de lo malo. El final tiene una sorpresa que podría haber justificado la cinta si el resto no fuera soporífero (y si el propio final tuviera más ritmo). En fin, un "cognazo". Sinceramente, creo que los críticos están comprados o hablan de oídas y no han visto la película.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
ChusCo
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28 de noviembre de 2011
19 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un sugestivo plano inicial inaugura una magnífica comedia que, como es costumbre, pasó desapercibida ante los reconocimientos y galardones oficiales. En un restaurante a media luz, varias parejas hacen “piececitos” debajo de las mesas. La etapa por la que atraviesa cada relación anónima (no se ven las caras) se esboza graciosamente con ese juego de los pies tocándose insinuantemente, un lenguaje secreto en la dimensión oculta de los restaurantes. Las conversaciones de las parejas se desarrollan en dos capas, una la visible y normal, de mesa para arriba, y la otra invisible y atrevida, de mesa para abajo.
Pero hay una mesa en la que los pies están separados por kilómetros figurados, porque pese a mediar entre ellos un metro como mucho, nada de acercamientos, nada de roces traviesos. Por encima, la tensión es como el cuchillo de trinchar la carne. Cal, con la venda puesta en los ojos, pretende que se trata de una cena corriente más, como cualquier otra de cualquier viernes por la noche. Emily se rebulle inquieta en la silla y está a punto de soltar la bomba. Y la suelta. Y cuánta maestría en incluir comicidad en un trago tan arduo. Cuando él le pregunta qué quiere (se supone que para el postre) y sugiere que los dos lo digan a la vez, “crème brûlée” y “divorcio” suenan entremezclados sobre los platos.
Semejante postre arranca la venda a Cal de un manotazo.
Entonces da comienzo el proceso de reconocer que algo ha ocurrido para llegar a tal grado de deterioro en un matrimonio enamorado y que se ha amado durante muchos años. Llega el aturdimiento y sentirse del revés. Herido en lo más profundo por la traición de Emily, Cal empieza una alocada nueva fase de recién separado, y el cuartel de operaciones será un bar, núcleo de variados encuentros.
No tiene que ser pan comido crear una comedia tan buena, porque no se conforma con hacer reír, que lo logra y con creces, pues hay una serie de escenas que no tienen desperdicio. Lo del hijo preadolescente, la niñera, el nuevo amigo ligón y unas cuantas cosas más nos sacan más que sonrisas. No se reduce a la carcajada vacía, no es una humorada de risotadas. Su punto fuerte es que agita el alma con una sorprendente intensidad. Es de las que simulan ligereza y te derriban en el suelo del ring sin que hayas podido ni querido defenderte, porque te estrujan los sentimientos y eres feliz mientras caes.
Y te estás riendo y al mismo tiempo notas la garganta apretada cuando ves esta lección de amor y vida, con sus búsquedas y tropiezos, con sus giros inesperados, y con una ternura sin par mezclada con un buen chute de socarronería, para terminar esta degustación igual que tras comer un helado de menta con chispitas de chocolate, como el que se tomaron Cal y Emily en su primera cita, y que sabía mejor que ninguno.
Vivoleyendo
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