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Jacquot de Nantes

Drama Jacquot Demy es un niño de unos once años. Su padre tiene un taller mecánico y su madre es peluquera. Son felices y les gusta cantar y ver películas. Jacquot, fascinado por toda clase de espectáculos (teatro, cine, marionetas), compra una cámara para realizar su primer film amateur. (FILMAFFINITY)
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Críticas 7
Críticas ordenadas por utilidad
10 de julio de 2020
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Fácilmente la entrada más emotiva de esta lista y la que recomiendo a cualquier espectador para adentrarse en el universo de Varda. Jacquot de Nantes fue una película hecha por amor, rodada durante los meses en que el SIDA estaba acabando con la vida de su compañero de vida Jacques Demy, Varda se propuso rodar una suerte de biopic en el que entremezclaba los recuerdos de la niñez de Demy con planos cortos, cortísimos del mismo poco antes de su muerte. Tal y como ella misma explicaba en Las playas de Agnès: “como cineasta, mi única opción era filmarlo con planos muy cortos: su piel, su ojo, su pelo como si fuese un paisaje, sus manos, sus manchas. Necesitaba hacerlo, capturar esas imágenes de él, de su propia materia. Jacques muriéndose, pero Jacques todavía vivo”. Pocas veces un cineasta ha capturado la verdad de su amor y de su vida con el candor y la fuerza que lo hace Varda en esta cinta. La memoria de los que queremos vive en nosotros para siempre y con Jacquot de Nantes, la de Jacques Demy no vivirá solo en la suya, sino en la de todos los espectadores que nos hemos acercado a este film. Como ella misma dice en la película: “No hay amor, tan solo la prueba del amor”. Estoy llorando mientras escribo esto.

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loquearde
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20 de julio de 2012
2 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
¡Qué bonico es evocar la infancia! Al ver esas infectas playas atlánticas me he acordado de las playas andaluzas a las que íbamos en vacaciones. Durante el trayecto anhelaba que hubieran unas olas enormes contra las que poder zambullirme, pensaba en los kontikis del chiringo, la fiambrera con la tortilla o, en caso que mi madre no se hubiera levantado temprano, las montañas chanquetes fritos del restaurante... eso sí, el trayecto estaba lleno de curvas y, en ese Simca especialmente ideado para multiplicar la calor, resultaba tan empachoso que a veces tardábamos un buen rato en reponernos. El problema con esta película es que confunde el trayecto a la playa con la playa misma. Las obras de Demy eran un espectáculo derrochador de encanto y luminosidad y por lo tanto ésta también debería haberlo sido. Pero en vez de atrapar esas costas, Varda se concentra en las curvas que son las chiquillerías intrascendentes de una infancia perfectamente convencional (que no universal) y lo hace empleando un lirismo descafeinado porque está convencida que todo el mundo comparte su adoración hacia su difunto esposo. No contagia los fotogramas de aquella plasticidad que evocaba una enorme fuerza vital, siempre se queda corta. Menciona emociones sin llegar a registrarlas. No hay más que fijarse en la escena del bombardeo. Demy declara a cámara que ese día le hizo odiar la violencia para siempre y la escena de ficción en sí, cocida pero no enriquecida, no refleja semejante horror. Se filma sin sentido de la atmósfera, con la misma llaneza que otras escenas cotidianas. Tampoco se siente la gracia de una función de marionetas o de las películas de Marcel Carné. No por casualidad creo que, a esas edades, se le nota más cómoda en "Los espigadores y la espigadora" que recreando el estilo de "Cleo de 5 a 7". Se ha hecho anciana y ya no está dotada del empuje le hizo crear "La felicidad"... ¿o es que entonces recibía cierta ayuda?

Justo es, eso sí, concederle que ha hecho un film-persona. Para lograr esto, por ejemplo, además de mencionar sus gustos culturales, se solapan imágenes documentales del cuerpo de Demy con las de su infancia ficcionada (pelo/plantas del jardín, el jersey que él lleva puesta/la calceta de su madre) y las imágenes de Varda y Demy se conjugan tan harmónicamente que queda perfectamente claro de dónde proviene la mirada del cineasta fallecido. Se compone un retrato nostálgico pero no edulcorado y eso, aunque es una cualidad, también hace pensar que no es algo muy Demyesco, pues si algo abunda en "Los Paraguas de Cherburgo" o "Lola" son esas cucharadas de azúcar que Varda ha olvidado echar a este homenaje más próximo a lo testimonial que a lo sensual. Casi dan ganas de pedirle que se calle de una vez y que deje oír lo que Demy quiere explicarnos.
Jean Ra
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