La sala de baile

Mas que reflejar las tendencias en la moda y los cambios políticos y sociales en las décadas citadas, lo que más expresa esta película a mi modo de ver son los gestos, los sentimientos reprimidos, los atrevimientos, la timidez, el deseo, la compasión, el desprecio, la chulería, la intención, el respeto, o el querer y no poder. Un cúmulo de sentimiento que hace que apenas sin palabras te identifiques como si fuera propia algunas de las vivencias de los actuantes.
Una obra de arte.

A priori, sentía desánimo. Casi dos horas de baile, sin una palabra, en la que cada canción supone un avance en el tiempo donde se va narrando la historia de la Francia del siglo XX. Y una vez vista, quedé maravillado. Posee un reparto fabuloso, muy gesticulante y teatral ante la ausencia de voz; una puesta en escena magnífica para decorar la sala de baile y vestir a los personajes según la época; una cámara que siempre toma el plano adecuado y es una bailarina más; y un ritmo narrativo inteligente, plagado de guiños. Sugerente y hermosa película.

La presencia de los conflictos bélicos del pasado siglo, se instaura en la sala de baile, que con su música crea un pequeño refugio de ilusión y esperanza entre sus protagonistas. Esta, también marca el devenir de su existencia, generando un hálito de esperanza que les permite alejarse de una realidad hostil.

No se puede describir un argumento de esta verdadera obra de arte que vi hace más de 30 años y por suerte decidí refrescar, lo que me permitió entenderla y recordarla mejor. No hay diálogos, sólo las maravillas que nos da la expresión corporal y su lenguaje que en muchas situaciones supera o en toda esta película reemplaza la palabra hablada.

Un comienzo tal vez convencional donde diferentes personas se aprontan para permanecer en un salón de baile. De hecho si uno no engancha al menos veinte minutos puede prejuzgar que va a ser aburrida, pero al ritmo de todas esas melodías, en distintas sintonías, vivo, orquesta, solos de instrumentos, grabaciones antiguas que tocan desde valses de Chopin hasta ritmos de tango y bolero y marcha también, se van recorriendo años relevantes de la historia Europea, principalmente Francesa o mejor dicho la repercusión que tuvo en Francia toda la historia Europea, todo lo que acontecía en el mundo por aquellos años, atravesados por las guerras y los movimientos sociales. Bailes de campesinos, alta burguesía, aparición de oficiales de países litigantes y temerarios, todo en un mix inteligentemente compaginado y actuado también, ya que los actores en su gran mayoría Franceses e Italianos parecen más actores de teatro que de cine.

América también se da una visita por el lugar en la post guerra y la aparición de los ritmos de rock describiendo otro tipo de cuestiones sociales. El tema del racismo muy inteligentemente abordado y luego los post, algo similar al Mayo Francés, graffitis y gente joven que parece protestar y luego escuchan música en el piso casi drogados.
A medida que pasan los años todo se va haciendo más superficial. Sólo una pareja perdura, el resto ya asume otros comportamientos, abandonos de pista o simplemente después de un horario una especie de reloj biológico dice basta y ahí termina de igual forma para ambos sexos. Muy emotivo el abordaje de la post guerra y la forma de mostrar bailando quienes son amigos y se quieren y quien se lleva su merecido, o qué sucede con el que no volvió bien porque le sucedió algo irreparable y la actitud que toma con momentos realmente muy emotivos.

Recomendable para todas las edades sobre todo en estas épocas de anomia o vacuidad, realmente permite entender todo mejor. Muy ingenioso el pasaje de época en época sellado con la toma de una foto. Excelente vestuario y puesta en escena. Gran cualidad del director para no hacer de esta película un film soso y aburrido.

Si en “C’eravamo tanto amati” Scola hacía una crónica de la evolución de la sociedad italiana desde la Segunda Guerra Mundial hasta su fecha de producción, en esta película hace un estilizado retrato de la evolución social de Francia desde el triunfo del Frente Popular hasta los setenta. Esa evolución se muestra a través de una serie de viñetas, algunas con leves tramas argumentales, en las que se muestran las músicas, las modas, las costumbres y los estados de ánimo de la sociedad francesa a lo largo de esos años. Todo ello, sin palabras.

Con esta premisa, el resultado tenía que ser necesariamente estilizado. Pero no es un musical al uso. Los protagonistas no cantan y los bailes no requieren más habilidades por parte de sus interpretes que las de cualquier persona que frecuentase una sala de baile y se mantuviese al tanto de los ritmos de moda. La elaborada coreografía, que se mueve en un solo escenario, coordina los movimientos de los actores y la cámara y la edición da continuidad y ritmo a los planos. Los actores muestran que una presencia física y una caracterización adecuada son herramientas básicas de su oficio para hacer suyo el personaje. Se puede decir que Scola sale muy airoso de este complejo ejercicio de estilo.

La crónica comienza con la euforia por el triunfo del frente popular, que une a los concurrentes alrededor del baile del tapiz, en el que utilizan una bandera roja. La pincelada de lucha de clases se introduce cuando una pareja ostentosamente burguesa irrumpe en un ambiente tan popular y ella pone sus ojos sobre un tipo que tiene todo el aire de un Jean Gabin blandito, que se la chulea al lechuguino de su marido. Vemos a las mujeres bailando solas y negándose a hacerlo con los ocupantes y los colaboracionistas mientras sus hombres están en la guerra. Vemos la irrupción de la influencia americana tras la victoria (ahora se utiliza de tapiz la bandera francesa), un confuso episodio sobre la independencia de Argelia, la revuelta estudiantil del 68, así hasta la última secuencia, en la que cada uno se marcha como ha llegado. Solo. Aunque cambie el envoltorio, lo de dentro sigue siendo lo mismo.