People That Are Not Me

Centrada en una joven, arranca con ella grabando un mensaje desesperado a un ex-novio el cual no quiere saber nada de ella, para luego ir llevándonos por sus intentos de relacionarse con congéneres, que mayormente son del género masculino. Tiene algún intento, algún diálogo, de reflexión sobre la soledad, las conexiones humanas y relaciones pero no acaba de profundizar y se queda en un simple relato de una mujer con problemas afectivos y psicológicos que va allá donde puede buscando calor. Notable interpretación, eso sí, de Hadas Ben Aroya que además guioniza y dirige un film que canta bastante a lucimiento personal y que incluso se puede leer en algún momento del film, el narcisismo presente y el no avergonzarse de ello.

Hadas Ben Aroya se autodirige en esta producción israelí para mostrar el errático viaje de Joy en busca si no del amor, por lo menos de la aceptación. Aunque fresca en su propuesta y puesta en escena, el resultado es una visión un tanto egocéntrica del amor en los tiempos de la generación Millennial.

Joy, joven veinteañera en Tel Aviv, trata de superar una ruptura sentimental yendo de cita en cita. La protagonista se desnuda (tanto metafórica como literalmente) para mostrar el vacío tras las relaciones de hoy día. Sin embargo, Joy salta de cliché en cliché: desde su forma de caminar hasta sus conversaciones, el personaje adolece de profundidad o interés. Tal vez este narcisismo fuera de esperar teniendo en cuenta el título, pero aun así, el resultado decepciona.

“People that are not me” no es una buena película. Sin embargo, es difícil reprocharle nada a la joven cineasta israelí Hadas Ben Aroya que dirige, produce, escribe y protagoniza apareciendo en todos los planos de la cinta, con un exhibicionismo con causa y justificado, una mirada introspectiva a las relaciones sentimentales y sexuales de la juventud actual coherente, sincera, honesta y valiente, casi a modo de ensayo.

Por eso, aunque su apuesta sea excesivamente minimalista, insulsa y errática, vale la pena verla para agradecer a esta directora ese impulso primigenio que derrocha su ópera prima y que demuestra que, sin pudor ni vergüenza alguna, desnuda su cuerpo y su alma ante la cámara para contar cómo es ella como paradigma de la generación a la que pertenece.

Con una buena fotografía de Meidan Arama, especialmente la nocturna y la de interiores de los pubs, la cámara se pega literalmente al menudo cuerpo de Hadas Ben Aroya para no dejarle un respiro y mostrar al espectador todo lo que ocurre a un personaje al que se conoce por dentro, por fuera, de espaldas, de frente, vestida, desnuda y en diferentes situaciones de dependencia emocional y vulnerabilidad gracias a una generosidad de su autora realmente apabullante. Un catálogo de personajes, a cual más desorientados y superados por el miedo a vivir y experimentar, pasan por la vida y la cámara de Hadas Ben Aroya.

Con alguna situación con expresa influencia de Woody Allen, sabe combinar el melodrama y la comedia a partes iguales para dejarnos un entretenimiento al menos digno e interesante, con algunos logrados planos secuencia.