La mejor juventud (Miniserie de TV)

Mientras oímos "Who wants to live forever", presenciamos, quizá, la escena más bella de la película; y la que a la postre definirá el destino vital de nuestros protagonistas, personas ante todo, a las que vemos crecer ante nuestros ojos. Un mágico encuentro, que queda reflejado en la indescriptible sonrisa de Mirella, servirá para mostrarnos de qué material está hecha la vida. Cómo es el corazón de un hombre, el que necesita de la amistad y la familia para continuar; pero que, definitivamente, requiere amor para que el caminar merezca la pena. Enseña cómo de difícil es aplacar el tormento interior, si no hay nadie que logre entenderlo; si nadie escucha los gritos de auxilio.
Es la vida la que vemos desarrollarse y evolucionar, como si en ella, pudiéramos ver las nuestras. Les vemos, sin ser juzgados; simplemente retratados sin ser valorados ni analizados, y ahí radica el principal motivo de nuestro afecto hacia ellos.
Nos sirve también para darnos cuenta de la grandeza de un padre que se sabe en parte derrotado en su relación con Matteo, pero que no cejará en el empeño. Vemos la inmensa ternura de Adriana, y ese esfuerzo constante que sólo una madre puede hacer por su hijo. Y apreciamos el duelo de Nicola, incapaz de olvidar; fiel porque siente que no puede ser de otro modo; con un silencioso esfuerzo por seguir avanzando.

Actualmente en el ojo del huracán de esta monstruosa crisis económica que asola Europa, Italia es un país coral donde la mayoría de sus grandes films, y son muchísimos, adoptan ese espíritu multitudinario y fascinante para el espectador.
"La mejor juventud", una de las mejores películas italianas de los últimos años, no es una excepción.
Se trata, pues, de una película coral que nos ayuda a conocer la historia reciente de Italia, desde mediados de los sesenta (al principio del film se hace referencia a aquella humillante derrota de Italia contra Corea de Norte en el Mundial de fútbol de 1966) hasta la actualidad, entrelazando las vidas de los miembros de una familia romana de clase media.
La fórmula recuerda tanto a "Novecento", del maestro Bertolucci, como a algunos de los mejores aspectos de la interesante serie de TVE "Cuéntame", por lo que yo recomendaría este excelente film a los amantes de ambas obras.

No encuentro otro adjetivo mejor... es bellísima y basta.
Nunca se hizo película así, los franceses lo intentaron con Amelie pero pincharon en hueso (en comparación).
Me parece una película encantadora, la he visto ya varias veces y me recuerda a Aristarain, pero salvando varios aspectos, sobre todo el egoísmo intrínseco y el discursismo de su obra, que no voy a decir que no me guste, me encanta por el contrario, pero esta película parte de unas bases más humanas, más comprensivas...
Y que guapos son todos... son bellos por su mentalidad no solo por su físico... es sobrecogedora en muchos pasajes.
Es un sobresaliente clarísimo y si tiene algún defecto tan solo podría ser que todos son "niños bien"... todos tienen mucho dinero y en eso se aparta de la realidad, pero la que nos muestra es su realidad no la que esperamos por lo que tampoco se puede citar como defecto.
Otra película que habría que poner en las escuelas...
Otra película que habría que poner en los centros sociales...

Dividida en dos partes de tres horas cada una, el italiano Marco Tullio Giordana se revela en esta película como un magnífico cronista de las últimas décadas de su país, como ya hiciera Bertollucci con las primeras décadas del siglo XX en la inolvidable ‘Novecento’.

Pese a su mencionada duración, esta prodigiosa y emocionante película, especialmente en su segunda parte, no cansa en ningún momento debido al gran interés que despiertan los personajes y los hechos narrados. Cuando se acaban de ver las dos partes, son como parte de tu familia y sigues teniéndolos en tu cabeza, con verdadero cariño.

Los acontecimientos que se analizan son muchos de los que han obsesionado a los italianos en muchas de sus películas, como el terrorismo de las Brigadas Rojas en los 70, el mayo del 68 y sus revueltas estudiantiles... todo ello desde la perspectiva de dos hermanos muy diferentes y sus respectivas relaciones sentimentales y familiares.

El reparto hace creaciones sublimes de sus personajes, y el nivel de emotividad de los diálogos y las situaciones vividas por ellos va en aumento conforme nos acercamos a los últimos años, que corresponden a la actualidad. Como dice el sobrino de uno de los principales personajes, en una carta que le escribe desde Noruega, que su tío también visitó en su juventud: “Todo es absolutamente hermoso”.

Porque sí, es una miniserie. Y encima no engancha desde el principio. Pero si logras despojarte de cualquier prejuicio y le concedes a Marco Tullio Giordana un poquito de tu paciencia, el italiano te recompensará con una de las mejores (si no la mejor) miniseries de la historia de la televisión en este último cuarto de siglo.

No sé hasta que punto calificarla como ‘el “Novecento” de la segunda mitad del siglo XX’ (Javier Ocaña) resulte un tanto exagerado, pero lo que es de cajón es que las seis horas de “La mejor juventud” entusiasmarán al espectador medio con mucho más vigor y eficacia que la peli de Bertolucci. Y lo entusiasmarán porque Giordana maneja los resortes dramáticos con una destreza encomiable. Manipulándolos hábilmente para no incurrir jamás en excesos sentimentaloides. Para no tropezar en aleccionamientos absurdos. Metiendo en la coctelera música, fotografía, reparto, diálogos y guión en su justa medida. Alla italiana. Como hizo Tornatore en “Cinema Paradiso”, Benigni en “La vida es bella” o el propio Bertolucci en “Soñadores”. Con emoción, sensibilidad y rigor. Algo difícil de encontrar en los tiempos que corren.

Una magnífica miniserie, en definitiva, que constata un hecho irrebatible: comparar a los Carati con los Alcántara resulta tan esperpéntico y grotesco como comparar a Lionel Messi con Arjen Robben.