Puertas abiertas

Después de presentarnos un accidente que nos deja TOTALMENTE desolados, la madre protagonista y su hermana deciden que la mejor idea es que madre e hijo se muden a su casa en la montaña, todo ello mientras visten sus mejores vestidos de velatorio, enseñando bien de piernas y taconazos tamaño Empire State Building.
El gran elenco que se nos presenta en el entorno de la nueva casa está formado por una dulce y encantadora señora demente y con supuesto alzheimer, cuyos diálogos son absolutamente esclarecedores a lo largo de la historia: nunca se contradice, todo lo que dice es coherente, cocina con la cantidad exacta de veneno. El papel de la actriz que representa a esta mujer hay que darle la enhorabuena, ha conseguido darme más asco que la madre.
Por otro lado tenemos al negro encantador, empresario adinerado de una tienda preciosísima de cosas. Su ambición es beneficiarse a la madre, a través de su encanto natural anacondesco. Todo un seductor. Quién iba a imaginar que acabaría degollado en un coche ajeno.
La pareja encantadora de promotores inmobiliarios, que se dedican a transmitir amabilidad entre los habitantes de la casa, despertándoles de las formas más educadas posibles. Tome una galleta y empiece a ver la casa, que yo luego apago luces y me lo dejo todo abierto para que el argumento gane peso.
La madre termina con severos problemas de olor corporal, ya que por más que se ducha y se empeña en mostrarlo a cámara, nunca consigue su propósito, teniendo que acudir en 47 ocasiones a encender el fuego de la caldera con las cerillas de la mejor calidad que se podían permitir: "Cerillas el Carretillero". No haré mención a la brillantez de todas las decisiones que toma, culimando, cómo no, en la aceptación de irse a una casa a tomar por el culo del mundo, pero que todos los domingos de 10:00 a 17:00 es jornada de "pasen, vean y quédense si les apetece allanar moradas".
El hijo, un prometedor atleta que no sabemos exactamente qué hace en la vida, pierde súbitamente a su padre, y no se vuelve rebelde, excepto en el momento en el que sí. Esto propone un giro en la trama muy interesante, sin duda alguna, porque al final se ve cómo afecta esto. Probablemente sea el personaje más inteligente de la película.
Los agentes de policía sobrecualificados. Un skater retirado y un afroamericano esclavizado al que por lo visto no dejan hablar sus superiores durante las actuaciones, acuden rauda y velozmente a la llamada preocupada de los 2 protagonistas de la historia. Realizan un trabajo impecable, examinando cada rincón de la casa, y no encontrando nada desde luego. Medalla al honor para ellos, demuestran una empatía fuera de lo común.
El asesino borroso. Me ha encantado cómo han aclarado desde el principio quién pudo ser. Tanto la relación con la familia como las relaciones con el resto de vecinos se hacen evidentes, especialmente después de la 2ª jornada de "allanamientos abiertos".
En resumen, me ha encantado la película, y por eso le he puesto casi un 10.

He leído por ahí que en realidad esta película tiene una doble lectura y que va de otra cosa aparte de lo que vemos literalmente, lo cual sería hasta ingenioso si estuviera mejor rodada. Al principio no sabemos si hay fantasmas o si es de terror psicológico, como si madre e hijo estuvieran perdiendo la cordura tras la trágica muerte del padre. Pero empieza a concretarse la amenaza en forma de silueta masculina, que además se cuela en la jornada de puertas abiertas, y todas las teorías acerca de que el niño está loco y es el asesino, no acaban de resultar sólidas por un par de detalles.

Cuando la madre mira las fotos y comprueba que algunas no las hizo ella, como las del hijo durmiendo, ahí se desmonta que el chico pueda ser el malo, pues hacerse un selfie estando dormido es imposible, a no ser que ambos sean sonámbulos y usasen la cámara de fotos los dos. Sí que se levantan medio dormidos como podemos ver en algunas escenas, pero de ahí a hacer foto... ¿con flash o sin flash...? Además el chico quiere irse a un hotel cuando la cosa se pone cruda, quizá porque no se fía de controlar sus instintos oscuros como dicen por ahí o simplemente por sentido común. Y el momento en que llaman a la policía es justo después de que la dueña de la casa avise de que se coló alguien según le cuentan desde la inmobiliaria. Que a saber cómo se enteran en la inmobiliaria, pero suena a laguna de guion.

La vecina está para despistar, porque el marido fantasma no puede hacer todo lo que hace el misterioso tipo vestido de negro, como matar al hombre de la tienda, que tampoco se dejaría atacar por un jovencito más bien enclenque.

La escena del sótano se repite como veinte veces o a mí me lo parecieron. ¿Tan difícil era poner algo más de luz allí abajo o ducharse a otra hora?

Y ya el final no tiene mucho misterio, el asesino busca nueva casa para su diversión macabra de acosar antes de matar, y tiene tanta suerte que nunca lo pillan.

Tanto en EL DIABLO SOBRE RUEDAS, realizada para televisión por el mago SPIELBERG, como en esta modesta producción, desconocemos el enemigo al que nos enfrentamos. En la primera porque jamás vemos al conductor del camión y en esta, porque el siniestro acosador, siempre sale en claro oscuro, o a través de una sombra... Nadie esperaría las muertes, ni tampoco las razones por las que la casa es asediada. Considero que... por ejemplo, terminar con un enemigo clásico que también asesino al marido y padre respectivamente de los protagonistas, por oscuras razones que se aclarasen en los últimos minutos, hubiera resultado tan mediocre que no estaría haciendo esta crítica.
Debemos aceptar nuevas formas de enfrentarnos al cine, donde no todo quede resuelto, y sí que enraice en nuestra cabeza tratando de atrapar una solución, que no se ofrece.

- Ok. Nos gastaremos todo el presupuesto en él, entonces. ¿De qué más va la película?
- Se nos ocurrió una trama súper interesante. Mientras la casa está siendo mostrada para la venta, una persona se queda adentro y acosa a la familia.
- ¿Los acosa? ¡Qué horrible! Y, ¿qué clase de cosas horribles hace?
- Ya sabés, lo típico: esconder el celular, apagar el termotanque, cerrar una puerta, y... esconder unos anteojos.
- Eso no suena muy terrorífico.
- Lo será si acompañamos con una música tensa, un fondo oscuro y unos ruidos sorpresivos.
- Ah, claro. ¡Genial! Y, ¿qué más hace este acosador?
- Bueno, un día vendrá el vendedor de la tienda, quien está tirándole los galgos a la madre viuda, y lo degollará. Por cierto, nos aseguraremos de que tenga botas que sean muy similares a las del malo. Ese mismo día le arrojará agua al hijo de la familia, y le quitará los lentes de contacto. Luego éste último en la confusión apuñalará accidentalmente a su madre y correrá como loco por el bosque. Finalmente, el malo lo encuentra y lo mata.
- Perfecto, ¿y quién era el malo al final?
- No se nos ocurrió un buen final, así que lo dejamos ahí.
- ¿No les parece que la audiencia se sentirá timada y decepcionada con ese final? Digo, construir una atmósfera de suspenso que al final no se resuelve...
- Seguramente les encantará y quedarán muy satisfechos.
- Ah, sí, sí, claro. Pero siento que le falta algo a la película...
- ¿Como qué, señor?
- Algo gracioso, que no tenga mucho sentido. ¡Ya sé! Pongan a una anciana con alzheimer a decir incongruencias y cerramos el trato.
- Pero señor, eso no tiene nada que ver con la trama.
- No importa, a la gente le encantará.
- Un último pedido, señor.
- Díganme.
- Queremos estar en la película.
- Trato hecho.

3/10