El monstruo

Si Roberto Benigni no fuese cineasta, seguro que se podría dedicar a fabricar juegos rompecabezas.

Es absolutamente deliciosa la forma en la que va encajando piezas que cuando son mostradas por primera vez parece que no tienen ninguna relevancia ni significado más allá del momento actual. Los personajes recurrentes son totalmente entrañables y cada una de sus apariciones supera a la anterior.

El esquema de los clichés es muy característico y fácilmente podremos identificar situaciones construidas con los mismos patrones en su obra maestra "La Vida es Bella"... pero si una fórmula funciona excelentemente ¿para qué cambiarla?

Genial y entretenida comedia del cineasta italiano.
Para pasar un buen rato y disfrutar con una disparatada historia en la que Benigni y Nicoletta Braschi se mueven como un pez en el agua y muestran un feeling tremendo.
Benigni nunca defrauda, es un director que siempre ofrece cosas interesantes al espectador pero sobre todo es un grandísimo humorista con una capacidad creativa enorme.

Recomendable para pasar un rato agradable.

Comedia de confusiones con un falso culpable, con el estilo peculiar entre ingenuo, histriónico, agradable y poético, típico de Roberto Benigni. Fue un exitazo en su momento, da buen rollo y tiene un sello propio del encanto italiano (sobre todo del de la época berlusconiana), a menudo da la sensación que le falta trascendencia.

Benigni interpreta a Loris un trabajador que traslada maniquíes el típico "que vive siempre al borde de la ruina", haciendo lo posible para que no le echen de su piso alquilado e intentando comer gratis al que confunden con un violador y asesino en serie, siempre con su estilo mímico particular.

Y Nicoletta Braschi "interpreta" a Jessica Rossetti la policía que lo investiga haciéndose pasar por una mujer que le realquila una habitación. ( Interpretar es un término demasiado grande, nunca parece una policía dura de verdad ni actúa como si estuviera enfrente a un psicópata desalmado, tomando las debidas medidas de seguridad), incluso parece que siente entre desdén pero algo de simpatía desde el comienzo.

Tanto en Italia como en España se hicieron muchas comedias de este estilo durante los 90, pero Benigni sabía darles un toque poético y un estilo peculiar.

Después de que La Vida Es Bella me aplastara como a un chinche, decidí poner mi mirilla en César Martín. Y bien, no profundicé, simplemente chapoteé; vi Johnny Palillo y punto final.

Ahora, una década después, y aun siendo consciente de que este entrañable sujeto jamás hará nada equiparable a esa bellísima fábula, a ese icono existencial para gente como Chinaski, me he animado a visionar otra película de su colección, El Monstruo.

Es una lástima que se diluya pronto, la verdad, porque tiene un arranque magnífico. La presentación de Martín, un pedazo de freak de proporciones bíblicas, es espléndida, y hay secuencias muy imaginativas. Lástima que cuando llega su mujer, que parece inevitable en toda su filmografía, la cosa se estanque.

Pero vamos, sólo por la inspirada primera media hora, merece la pena ver este peculiar artefacto. Aquí nadie encontrará diálogos de Wilder o Lubitsch, o inteligentes visiones del ser humano propias de Allen, Josema o Millán, pero prefiero esto a la mayoría de heces humorísticas que botarates como Sandler, Stiller y demás se dignan a estrenar.

Este hombre es un genio.
La película, una comedia que aplasta la trama policial que integra, pero cuya banda sonora transfiere un punto necesario de incertidumbre y siniestro que ayuda a que los gags sean memorablemente divertidos.
Divertidísima.