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Ojalá estuviera aquí

Comedia. Drama Aidan Bloom, un joven padre de familia, se encuentra al borde de una crisis existencial provocada por la desaprobación de su padre y por las responsabilidades de la edad adulta. Cuando su situación financiera empeora, toma la decisión de hacer algunos cambios para mejorar su vida. (FILMAFFINITY)
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Críticas 11
Críticas ordenadas por utilidad
9 de noviembre de 2017
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un padre de familia persigue sus (muy poco realistas) sueños, mientras su hermano se disfraza para concursar en una convención de cómics como único inventivo en su vida. Los dos tuvieron sus más y sus menos con su padre, el cual se supone que fue muy exigente con ellos durante su juventud. Como consecuencia, uno de ellos rememora una infancia repleta de imaginativas aventuras, mientras que el otro usa el disfraz, ambos para no afrontar la realidad o sus responsabilidades.
Pese a tratar temas que pueden ser identificados por la mayoría de los espectadores, esta irregular cinta no llega a unir la parte cómica con la parte dramática, y el resultado es un poco flojo, aunque digno. Quizás, imperfecta como la vida, según las pretensiones de cada uno.
Harpo
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13 de septiembre de 2014
6 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Comedia a la mayor gloria de Zach Braff, quien la dirige, escribe, produce y protagoniza. Entre lo divertido y lo horriblemente empalagoso.

Ojalá estuviera aquí tiene nombre propio: Zach Braff. Protagonista de la serie televisiva Scrubs (en la cual también intervenía como director, productor y guionista) ya había probado, con éxito de crítica, unificar todos esos oficios cinematográficos en la tragicomedia Algo en común. Esta vez tenía una excusa para el egocentrismo: Ojalá estuviera aquí ha recurrido a la financiación a través del crowdfunding, por lo que era evidente que debía a los fans que habían aflojado la mosca una ración desmesurada de su ídolo. Es decir, de sí mismo.

Como cualquier exceso, tiene sus pegas. La película es divertida, sobre todo si la entendemos como un homenaje paródico del humor recurrente de Woody Allen sobre los judíos (no olvidemos que Zach Braff debutó en la película de aquél Misterioso asesinato en Manhattan). Pero cae demasiadas veces en los estereotipos del drama humano al estilo de Hollywood, ése que tanta tabarra nos da con los conflictos paterno filiales, la lucha por ser fiel a los sueños y bla bla bla.

Es ese aspecto dramático lo que no dosifica correctamente, en apariencia por una imaginación limitada a la hora de abordar el género. Se le dan bastante mejor la comedia chistosa, las situaciones burlescas y los guiños a su público adicto. El film reúne con este fin algunos escenarios reconocibles (la Comic-Con de San Diego) y rostros famosos para los seriéfilos: Mandy Patinkin (Homeland) es el padre exigente; Jim Parsons (The Big Bang Theory), un competidor en los casting (no se ilusionen: no aparece mucho); incluso el benjamín de la familia, Pierce Gagnon, también es ya una estrella de la pequeña pantalla dando vida (es un decir) a un niño robot en Extant, de la cadena estadounidense CBS, entre otras intervenciones fílmicas y televisivas.

En definitiva: para fans de Scrubs y los chistes sobre judíos que quieran pasar el rato.

Publicado en blog fascinoscopio.
Fascinoscopio
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12 de septiembre de 2014
4 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tras debutar como director de largometrajes en 2004 con la alabada Algo en común (Garden State), parecía que el actor Zach Braff podía ser uno de esos cineastas siempre catalogados como “renovador de X género”, en este caso la comedia. El estadounidense, de origen judío, ya había hecho sus pinitos en la popular serie Scrubs, donde ejercía como actor protagonista. Sin embargo, ha habido que esperar casi una década para volver a verle detrás de las cámaras en una película (entre medias dirigió capítulos de series que no han llegado a catapultarse como famosas). Con Si yo estuviera aquí (Wish I Was Here), Braff se propone combinar el drama familiar con toques exageradamente cómicos.

El propio Braff encarna a Aidan Bloom, un padre de familia que pasa por momentos complicados en lo personal y, sobre todo, en lo económico. Es un actor con poca fama y renombre, que subsiste gracias al (precario) trabajo de su mujer y a las ayudas que de vez en cuando le concede su irascible padre. Gracias a eso, puede mantener a sus hijos en un prestigioso colegio judío. Sin embargo, todo acaba cayendo por su propio peso y Bloom se verá en la encrucijada de tener que tomar diversas decisiones.

Un argumento clásico de la comedia dramática, por otra parte. Los gags y las situaciones paródicas dan un toque de color a una trama que, de estar liberada de tales tintes cómicos, pasaría perfectamente por un dramón carne de la sobremesa televisiva. Y es que parece casi de Perogrullo, habida cuenta de su catalogación como comedia, pero es necesario aclarar que la fuerza de la película de este tipo de películas se debe hallar en combinar de la mejor manera posible una trama fuerte sin que el espectador deje de reírse.

Si yo estuviera aquí peca de un argumento bastante sensiblero por momentos, quizá deberíamos decir que más al gusto del público del otro lado del charco que del que goza el espectador medio español, tanto por la propia idiosincrasia de la familia (judía) como por la relevancia que se le da a ésta en el estilo de vida americano. Aun así, los personajes secundarios gozan de cierto interés, como pudiera ser el del padre (interpretado por Mandy Patinkin), el del hermano freak o el de la rebelde hija, amén de un brevísimo papel de Jim Parsons que alguno se podría tomar casi como un cameo de su personaje de TBBT. Difícil situación cuando enganchan más las subtramas que la historia principal, pero eso es la sensación que deja la película, al menos a quién aquí escribe.

En su parte cómica, el filme resulta bastante más llevadero, toda vez que se desprende de esa trascendentalidad y opta por un humor directo, que por momentos hasta se podría calificar de grotesco. El personaje protagonista logra aquí un mayor apego, y sus escenas con los rabinos, directores de casting, compañeros de trabajo de su mujer, etc., conforman la parte más gratificante de la película, ya que al menos logran levantar un par de sonrisas entre sus espectadores.

Como conjunto, por tanto, la película deja un sabor de boca algo decepcionante. Se nota que Braff está metido de lleno en el mundo de la comedia y conoce a la perfección cómo hacer reír al público, pero el guión co-escrito con su hermano Adam J. deja momentos insulsos en exceso y que rompen con el ritmo de una película que posiblemente debería haber optado por un mayor énfasis en lo disparatado, dejando la parte dramática en un lugar bastante más secundario. No obstante, Si yo estuviera aquí no llega a aburrir y la sensación final que se desprende de su visionado es que está lejos de constituirse como una pérdida de tiempo. Abstenerse los detractores de la atmósfera indie, eso sí.


Álvaro Casanova - @Alvcasanova
Crítica para www.cinemaldito.com (@CineMaldito)
Kasanovic
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18 de junio de 2015
3 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las posibilidades (a priori, infinitas) que podrían desgajarse del núcleo central de esta historia quedan relegadas a un mensaje único al que Zach Braff rinde pleitesía desde el minuto uno: persigue tus sueños. Y no es nada malo obcecarse en una idea si no es a costa de infravalorar otras alternativas posibles. Y es que en este caso el señor Bloom se nos muestra distante, lejano y poco creíble. El dolor de la inminente muerte del padre, severo pero a la vez comprensivo entusiasta judío-religioso hace que el padre de familia, eterna promesa de la profesión actoral, tenga que replantearse su objetivo dentro del círculo familiar. Su mujer (bien interpretada por una Kate Hudson recuperada para la causa) es la que aporta el capital necesario para que sus hijos vayan a un colegio privado y que las facturas puedan ser pagadas, siempre con una sonrisa y un guiño ante los sueños de su marido. Por otro lado, su hermano, un chico más apegado a la fallecida madre que siempre buscó el reconocimiento paterno y que después de esa búsqueda infructuosa, acabó por cansarse y decidió vivir en una caravana haciendo no se sabe muy bien el qué. Y, por último, los niños, no tan ajenos a los conflictos que les toca vivir pero sí que están bastante posicionados en favor a ese actor en ciernes que tienen por padre.

"Ojalá estuviera aquí" es una película que queda coja. La comedia no es tal y no aparece ni entre costuras; el drama es palpable solamente con el hermano del protagonista, papel hecho expresamente para realzar estos momentos. Y la historia que nos cuenta nos hace pensar que posiblemente se pudo contar de otra manera, o quizá contar otra historia directamente. Además de regalarnos escenas o giros del guion sin ningún motivo como esa excursión al desierto, en donde nos detalla, eso sí, con mucha claridad, el significado de la palabra "epifanía".

POSITIVO: El reparto, en donde destacaría a la niña Joey King, la cual protagoniza una actuación que empequeñece a todos los actores que pasan por su lado. Y también a una Kate Hudson que como figura materna también protagoniza escenas salvables.

NEGATIVO: Lo endulzado del mensaje y la incapacidad de optar por otras alternativas a la hora de mostrar la historia.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Yo mismo (o no)
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9 de abril de 2015
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Zach Braff, escritor-director-productor-actor protagonista, después de 10 años de su triunfo "Algo en común", su paso eterno por "Scrubs" y con el apoyo incondicional de su hermano, vuelve a intentar emular lo un día realizado con arte y gloria sólo que, en esta ocasión, topa con su propio ego que anda perdido , mareando la perdiz y al personal.
Porque es lo que vas a sentir todo el rato, un personaje y argumento que juegan a moverse como bola del pin ball, sin excesivo criterio, que se mueve de lado a lado por oposición y sin llegar a sitio alguno, entre padre e hija conservadora y mujer y hermano liberal, enmedio de crisis personal de identidad donde cuestiona su propósito de alcanzar su proyecto ideal de vida y ser más práctico, empezar a ganar dinero para cubrir las deudas y dar de comer a sus hijos, todo ello envuelto en continuo chorro de chistes judíos -"Pero, ¿qué hay de mis sueños? ¿Dios no quiere mi felicidad? No, quiere que mantengas a tu familia"- y cuestionamiento sobre la finalidad de la existencia, con decoración perfeccionista basada en destacar las diferencias, escenas de contrastres rebuscados y excesivo simbolismo donde se busca la antítesis de marcar un estilo de andadura llamativa y pintoresca, como si no creyera en la fuerza interior de su mensaje y tuviera que envolver, su cifrado caminar de adorno cómico, con pinceladas trágicas que evolucionan hacia drama con tintes chistosos.
Su objetivo es la unidad familiar, el apoyo incondicional de tus seres queridos, la resistencia de ser uno mismo no importa las dificultades, perseguir tu sueño y nunca abandonar ni dejar desfallecer a tu espíritu emprendedor, optimista y voluntarioso, peonza que puede bailar porque tiene el soporte y la seguridad de quien le ama y vela por ella sólo que, tanta vuelta y vuelta, de lado a esquina como coche de choque cuyo conductor no sabe definirse y simplemente se deja llevar por inercia, pierde el respaldo del espectador y todo su amparo, tendencia e inclinación a su degustación apetitosa; porque, como ese chaval, en el patio del colegio, que no se decide a elegir bando y con quien jugar y acaba sentado en el banquillo, este inventivo que incentiva en demasía su idea, presenta una algarabía de tortilla de patatas y cebolla que ni siquiera tiene la gracia de ser sabrosa y deliciosa.
Su mayor apoyo y baza es su grupo de actores que le acompañan quienes tapan, con su cercanía, afectuosidad y calidez, muchas de las carencias del hula hoop ofrecido, un desfilar que intenta revivir, sin éxito, el porte maravilloso de su obra prima pero que, acá, sólo parece confirmar que no confía en la consistencia de su proyecto, fuerza de su contenido, en su modesta presencia y sinceridad de palabras para comunicarse como expresión suficiente que atrape y mantenga la atención del vidente.
"Tal vez seamos gente corriente, gente a la que se salva"; el conocido como Dr John "JD" Dorian, siempre será cotidiano individuo que resiste y supera, como puede, el día a día y la natural suerte caótica del destino -al tiempo que intenta ser feliz-, héroe anónimo no pretendido que encuentra razones para volver a sonreír tras mucho llorar y, aunque el susodicho director es meticuloso en las escenas, en los más pequeños detalles de presentación y el guión está lleno de perlas exquisitas al estilo Woody Allen, diálogos punzantes de doble sentido, ese doble querer decir y mostrar que se esconde trás cada cuidado fotograma no acierta plenamente con sus malabarismos, funambulista que se desvanece por pretensión no alcanzada y se queda en intento que no hechiza la curiosidad del público; Andrew Largeman -"Algo en común"- ya se ha hecho mayor, ha crecido y es padre de familia pero a perdido su toque y distinción en el proceso, evolución de una década esperada no tan lograda ni suculenta como se esperaba, el sol de sus gustosas ocurrencias, esta vez, no ha logrado brillar como solía.
"Se que no crees en Dios pero, quizás, puedas creer en la familia", el mundo es un lugar maravilloso, los malos no ganarán, los buenos triunfarán, nos rodea gente estupenda, encuentra tu alegría y no te desprendas de ella..., pero querer gustar a todos es no alcanzar a ninguno, perder a los nuevos y a los que te esperan con ilusión, ganas y esperanza que se quedan observando la pantalla, con todas sus expectativas en descenso, conforme evoluciona una historia cuya epifanía que la despertó no ha funcionado ni ha dejado contentos a nadie, sólo un pasar el rato que no alcanza para reír, tampoco para lamentar, simplemente no sabes muy bien donde estás, que te está vendiendo y, como aquel chaval en el patio del colegio que tiene dudas ante la oferta que sus ojos ven, no sabes elegir bando y acabas, nublado/espeso/perplejo, en el banquillo.
Un mirar sin sentir que apabulla, no tienta.

lulupalomitasrojas.blogspot.com.es
lourdes lulu lou
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