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El séptimo sello

Drama Suecia, mediados del siglo XIV. La Peste Negra asola Europa. Tras diez años de inútiles combates en las Cruzadas, el caballero sueco Antonius Blovk y su leal escudero regresan de Tierra Santa. Blovk es un hombre atormentado y lleno de dudas. En el camino se encuentra con la Muerte que lo reclama. Entonces él le propone jugar una partida de ajedrez, con la esperanza de obtener de Ella respuestas a las grandes cuestiones de la vida: la ... [+]
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Críticas 239
Críticas ordenadas por utilidad
4 de octubre de 2005
19 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
No hay en toda la historia del cine, una muerte tan protagonista ni tan bien caracterizada como en esta película. Pienso que cuando llegue mi hora se me aparecerá Beng Ekerot y le pediré lo mismo que todos, una tregua, la diferencia con Antonius Block es que no soy un maestro del ajedrez y la muerte lo tendrá muy fácil.
Ha nivel interpretativo es redonda, el guión fabuloso, tanto de forma como contenido y la dirección majestuosa, aunque son en definitiva las características habituales de Bergman.
La pregunta es ¿qué hay después de esta deseada muerte?.
lLa respuesta debeís preguntarsela a Antonius Block, quizás sepa resolverla.
rick blaine
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25 de octubre de 2014
16 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hermoso pájaro de acero, pulido, definido, bien formado, con excelentes formas, pero sin corazón, así es para mí el séptimo sello, un film, adaptado de una obra de teatro, puesto en escena de forma amplificada, pero sin una separación clara, de donde acaba el tablado y donde empieza el decorado.

Una historia interesante, activa y adictiva, lineal, aunque con momentos sacados de la chistera, de la mente de un comediante terriblemente malo, con diálogos dispares, los pésimos apabullan a los excepcionales, con monólogos tremendos, llena de simbolismos e imaginación, pero en su conjunto total, parece una obra de teatro mal escenificada.

Actuaciones sobreactuadas, y luego critican al cine japonés, pero no es verdad queridos lectores, ¿qué más grande orador, no es aquel que demuestra que no recita? Entonces, contadme vuestras ilustres mentes de sapiencia infinita, grandes críticos del modernismo, ¿porqué alabáis el falso tono de este film?

En resumen, algunos urracas contaron que era grande, que Bergman era un gigante, y demás mariposas de este mundo deben creerlo sin cuestionarse su falsedad, pero en verdad, hay gusanos, que nos arrastramos, y no compartimos esa opinión, aunque no guste a nadie, Bergman es grande, pero peca de soberbia histórica, y este film no deja de ser la negra mediocridad de algo que podría haber sido mejor.
Ranxomare
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4 de octubre de 2007
14 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pero no es posible. Lo que sí fue capaz de hacer fue entretenerla.

"El séptimo sello" crea una atmósfera impregnada de caballeros, brujas, pestes, pobreza, hambrunas, supersticiones, tabernas...Un universo maldito y malsano desde su comienzo. Un universo tan real como irreal, tan realista como expresionista, donde es posible encontrar un tablero de ajedrez en medio de una playa de rocas. Donde es posible jugar una partida de ajedrez con la muerte...Lo imposible es darle un jaque mate que tarde o temprano acabarás sufriendo en tus carnes.

Max Von Sydow intenta jugársela a ese caballero con capucha, en una partida repetida hasta la saciedad en otras películas (incluído literalmente como en "El alucinante viaje de Bill y Ted). Y lo hará para que esa familia, representación de la pureza esperanzada, consiga una salvación utópica en un mundo en el que las fuerzas del mal derrotarán no sólo a los más débiles, sino también a los nobles caballeros.

Max, da igual que tires las piezas del tablero, la muerte sabía cómo estaban colocadas, es imposible ganarla. Pero con valentía y determinación, y la insistencia en tener un corazón puro antes de que llegue la hora señalada, conseguiste que esa familia subiera la montaña y escapara hacia el cielo, hacia el horizonte. ¿Qué clase de cielo es el que les espera? ¿Qué horizonte? ¿Acaso es el de la libertad, el del amor y la vida, o caso es la posibilidad de ocupar un lugar en el cielo no terrenal, donde habitan las personas que fueron puras en vida?



Obra maestra absoluta.
Patomelon
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28 de julio de 2007
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Gran película de enorme ambivalencia filosófico-religiosa: quien quiera verla como una alabanza de la religiosidad tradicional, así la verá; y quien quiera ver en ella una visión desesperanzadora y atea también puede hacerlo.

Magnífico el personaje del caballeroso Max Von Sydow: creo que muchos nos identificamos con esas ansias de “conocer” aquello que se nos escapa (Dios), y no simplemente “creer” en ello a ciegas.
Ya el primer plano (un cielo encapotado en el que el sol parece pugnar por salir) nos transporta a esta lucha entre la luz (el saber) y la oscuridad (el desconocer).
En este sentido, la película sentencia que estamos condenados a vivir “Entre tinieblas”, sin poder conocer ni percibir jamás lo que hay más allá de nuestro mísero mundo… ¡si es que hay algo! Porque la película nos muestra las dos posibilidades (esta última, la descreída, representada por el recio y pragmático escudero)

Me identifico mucho, repito, con Von Sydow: son afortunados los que creen (tienen ese consuelo ante su mortalidad), y también los que no creen ni necesitan creer (tienen el valor de asumir la nada). Pero, ¿y los que queremos/necesitamos creer y no podemos?
No podemos primeramente porque no hay nada “tangible” que nos lleve a ello. Pero tampoco ayuda un mundo real que, por lo podrido que está, difícilmente puede inducir a creer en un Dios benéfico.

Lo mejor y más absorbente es la desigual lucha dialéctica, con ajedrez de por medio, entre el protagonista y la Muerte. Este “tronco central” tiene tal fuerza, que inevitablemente deja a la película (para mí) un tanto descompensada: todo lo demás (escenas costumbristas en tabernas y teatrillos medievales) aparece a mis ojos como “desinflado” y menor, en comparación con la subyugante y enorme carga dramática y filosófica de la trama principal.

Pero supongo que eso forma parte de la ambivalencia que sustenta el film; siempre oscilante entre lo divino y lo terreno, entre lo solemne y lo ligero, entre lo descorazonador y lo optimista.

Y como me quiero quedar con lo bueno, aparcando la parte “perra”, me quedo con esa maravillosa escena en la que el atribulado Von Sydow deja a un lado sus tormentos espirituales por no comprender los misterios divinos, y se abandona al tranquilo placer de la grata compañía de esos tiernos comediantes, y al sabor de las deliciosas “Fresas salvajes” que éstos le ofrecen.

“No te comas el tarro con lo que no depende de ti, y disfruta de este mundo (que también tiene cosas buenas además de podredumbre)”, es lo que parece querer decirnos Bergman.

En fin, mil cosas más se podrían decir: la divinidad de los coros musicales; lo hipnótico de las imágenes pese a su austeridad; la simbología religiosa; las numerosas antítesis… Es lo bueno y lo malo de Bergman: difícilmente se puede despachar en unas pocas líneas.
Sahar
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18 de abril de 2009
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
El Bergman que ha pasado a la historia del cine como el creador de personajes que buscan desesperadamente a dios y el propio sentido de la existencia. Un cine trascendental, de ribetes heroicos, esencial, de formas cuidadas, de puesta en escena teatral, de primeros planos, de angustias interiores reflejadas en ellos, de una fotografía pictórica, hermosa, desolada. El cine que equivale en pleno siglo XX a la tragedia griega, contada a través de personajes que están a caballo entre la realidad y la leyenda.

Un ritmo parsimonioso, que se detiene en la palabra exacta y en el matiz. Que transpira poesía y profundidad filosófica. Un cine que anhela iluminar en la oscuridad. Que no envejecerá, porque cinco minutos son suficientes para irritar a quien tiene prisa por las cuestiones efímeras, y una hora y media le sabe a poco para aquel que todavía reflexiona sobre los porqués de las cosas.

Un cine hecho a base de perfección y complicidades. Perfección técnica máxima, y complicidades actorales. El mismo equipo de siempre, actores del Dramaten con los que Bergman comparte el día a día profesional y angustias personales.

La muerte juega sus partidas. Las gana siempre, aunque aplaza momentáneamente el previsible resultado. En esos periodos de aplazamiento los hombres viven y se comportan en base a la bondad de sus almas y a factores exteriores. Las cartas parecen echadas, pero el libre albedrío es, tal vez, la última e imprevisible última carta, o última pieza del ajedrez. Respirar el aire fresco de un bosque al amanecer, escuchar una hermosa canción o contemplar la mirada de un niño pueden ser o momentos banales o acontecimientos extraordinarios e irrepetibles.

Una película que dejó una huella interior indeleble en toda una generación. Que sigue vive, poseedora de secretos eternos
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Paco Ortega
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