Día D: Últimas palabras

Estupendos noventones cuentan sus batallitas, ¿dice usted de mili?, de hace setenta y cinco años nada menos. Correcto. Variadas anécdotas o sucedidos. Misión Top Secret! Ruido ensordecedor, inhumano, fuegos artificiales. Calcetines mojados. Dos mil balas por minuto, una alemana sierra. No tuve tiempo para tener miedo, pero lo sentía todo el rato, agazapado, mi segunda piel era. Me hice el muerto. Mamá. Carne de cañón. Tanta pobre gente sacrificada en su primera juventud por su patria, esa vaguedad, ese ancho concepto al que le cabe todo, en verdad no sabían muy bien el porqué (de las cosas), porque no quedaba otro remedio, por pobreza o necesidad, por aventura o novedad, por huir, por obligación, es lo que toca, me llamaron a filas, no hay más cojones, el cupo, no hay mucha escapatoria, es lo que tiene la más sagrada historia, la que te venden todavía o vendían antes los domingos en cómodos coleccionables. A enfrentarte con otros en muchas ocasiones tan parecidos a ti, primos hermanos todos, también seguramente más o menos orgullosos de morir por su amado pueblo, no tienes el copyright tampoco de eso, tu virtud o abnegación es un cliché. Si al fin y al cabo todos vamos a terminar igual, en el hoyo, a dos metros bajo tierra, qué más da adelantar un poco los acontecimientos, acelerar el proceso, incluso mejor para la tierra que nos acoge con tanta hospitalidad regalarle carne más fresca aun si cabe, una savia más nutriente, abono potente, la transformación de la materia o la energía, de todas las cosas que no se destruyen del todo, solo cambian un tanto de forma, mudan la cáscara o carcasa, esa vana y banal fachada. Hasta meten, para que no se diga, el documental está fechado en dos mil diecinueve, belicismo inclusivo que se dice, una mujer (paloma mensajera y muy bicicletera, I want to ride my bicicle, se masca la tensión en el ambiente, yo te hincho), un negro (pobre globero atado por una leve cuerda al cielo, como si estuviera a punto de echarse a volar, una humana cometa, imagen poética, triste y hermosa, esta no es mi guerra, los cabrones me trajeron a la fuerza, primero desde África, luego desde América), un indio (médico tenía que ser el santo varón, desarmado, poniendo tiritas pequeñas en heridas grandes y en las venas abiertas de continentes como américa, un genio) y un judío (por aquello de la referencia al famoso hecho, radiotransmisiones), la otra batalla, la excepción a la regla, aquí (casi) nadie se libra, (casi) todos pencan, te damos el visto bueno, pasaste la prueba, eres un documental con conciencia, progresas adecuadamente, de moral recta. Lo más curioso o simpático es que ambos lados o partes, también sacan a un par de alemanes y eso está bien por lo de la paridad, se declaran satisfechos y felices de haber podido formar parte de semejante día o acontecimiento/evento, gran contienda de tal vez mucho disparate. Eso nos da una idea panorámica. Y también coinciden, los victoriosos todos, en que fue el mayor hecho o hazaña que han visto los tiempos, otra cosa no, pero eso de exagerar un poco mucho bastante demasiado de frenada nos hemos pasado nos gusta un tanto. ¿Autopropaganda anglosajona tal vez por un casual para variar, para chulo mi pirulo y el frente ruso es un puto bulo, la leyenda de la roja? Yo estuve allí, se dicen henchidos, no les cabe más aprecio. Ir por ir es una tontería. No es para menos. Es como la trastienda pobre/humilde, sin fanfarria ni trompetas, de Salvar al soldado Ryan, la ficción sustituye/se impone a la (recreada) realidad. Es digna, medrosa, anodina, agradable, poco aporta o apunta más allá de verles a ellos bañarse en la fuente de la eterna juventud como si nada, con dos cojones, todavía resistiendo como leones, en pie, retando a la traicionera muerte, enteros y verdaderos, inmortales, el abuelo cumple 100 años. Vamos.