El dinero (L'argent)

Más de noventa años después de su realización, esta epopeya de los tiempos modernos, con docenas de personajes y suntuosos escenarios, basada en una novela de Emile Zola publicada en 1891, sigue manteniendo el interés como un ácido retrato del mundo de las finanzas en una superproducción comparable, por la longitud y amplitud de medios, con el “Napoleón” de Abel Gance, realizado un año antes, a través del relato de las disputas financieras de dos tiburones de los negocios, Saccard frente a Gunderman, Gunderman frente a Saccard, o las dos caras de una misma moneda.

Con una excelente puesta en escena, la película es técnicamente impresionante, pero algo falta de fluidez narrativa, L’Herbier parece, en ocasiones, más preocupado por sorprendernos a toda costa con la cámara distrayéndonos –tal vez a propósito- de la peripecia narrativa algo folletinesca de los personajes. Hay algo de exhibicionismo narcisista en esa inquieta cámara y en sus acrobacias técnicas: planos cenitales, angulaciones sorprendentes, cámara al hombro, travellings circulares o travellings que abren planos, grúas, abundancia de planos contrapicados, objetivos desenfocados y un ligero abuso, no siempre necesario, de metáforas visuales.

Mucho más afinado resulta, sin embargo, en su descripción de la locura financiera de los años veinte, en el despiadado retrato de la ambición humana, reflejada en su cambiante y volátil afán comprador o vendedor, según los caprichosos vaivenes de la bolsa, a través de un brillantísimo montaje –véase, por ejemplo, la escena del ascenso de las acciones en plena fiebre especulativa y el frenesí alocado que desemboca-. Resulta igualmente sobresaliente el trabajo del protagonista Pierre Alcover como Nicolas Saccard, soberbio en su interpretación de los vaivenes, pendencias y adversidades de este apasionado Napoleón de los negocios en su disputa con el gélido Sangerman.

A ratos fascinante, a ratos excesiva, en ocasiones algo tediosa, es un incunable de obligada visión del cine francés.

Zola en plenitud cinematografiado por Marcel L'Herbier es siempre Zola en plenitud. Esta vez el dinero es el foco de dicotomía moral para sus personajes: por un lado, es el mercado sobre el que cabalga el mundo y sobre el que se construyen todos sus logros para transformar el presente en futuro. Un punto de vista paradigmático y netamente teórico. El dinero es poder y tiene el poder de corromper a las personas. Como los billetes y las monedas el dinero tiene dos caras. Un limpia y otra sucia capaz de engendrar los mayores terrores de la sociedad. Tal vez “L’Argent” demuestra que la corrupción es tan humana como los sentimientos de envidia o la voracidad que engendra mucha pasión para el condimento y perseverancia de la civilización.
El protagonista, Aristide Saccard, es un ser movido por la más absoluta codicia que hará lo que sea por conseguir todo aquello que desea.

Hablar de “L’Argent” es hablar de travelling… En avance o retro… En 180º o superior… la cámara se mueve y no se tambalea… Planos cenitales poderosos y lentes en las que no cabía el gran angular… Y luego, el texto de Zola.

«Te gusta el dinero, ¿verdad? Me gusta… por ti.»

“L'Argent” es una de las piezas destacadas del cine mudo francés aunque encaje en ese cliché de pasar desapercibida en su estreno. Tal vez fuera por la culpa de una reducción drástica y maléfica del filme de 30 sustanciales minutos a manos de un enemigo de L'Herbier para sabotearlo. ¿Se basaría Almodóvar para su filme “Los abrazos rotos”?

Méritos de un filme que causó división por su magnificencia en los decorados, la ostentación del uso experimental de novedosas técnicas de cámara y cierta pomposidad de superproducción con miles de extras y numerosos operadores de cámara para secuencias especiales y grandilocuentes. Los personajes y su intensidad colaboran en dotar de complejidad la cinta. El manipulador Saccard ejerce como protagonista y villano aunque con ecos trágicos. Muchos de los otros personajes permanecen enfermos de una ambición y necesidad de dinero sin límites. “L'Argent” se narra como una gran batalla con dos generales y ejércitos.
El campo de batalla es la bolsa y no duden que habrá numerosas bajas.