Vigilo el camino

Para poder certificar que una película no funciona hay que verla, aunque los indicios que la rodean no sean muy alentadores; en ocasiones, algunas denostadas por las críticas tienen cosas muy aprovechables. En esta ocasión la policía tenía razón y si hay colillas es porque han fumado en la escena del crimen.
Precisamente el camino que el espectador otea está sembrado de minas que hacen muy incómoda la larguísima travesía de los 78 minutos de metraje; comenzando por el sugerente título que afortunadamente, no todo iba a ser malo, me ha llevado a una obra de Frankenheimer. El vigilante, supongo, será el jefe de esta secta en la que, como moscas, van cayendo los jóvenes incautos, aburridos o traumatizados. El "modus operandis" parece sacado de algún noticiario de Tele 5, desarrollado por algún ayudante de Pedro Piqueras e interpretado por actores que trabajan en una E.T.T.

No, no dudo de que en este país haya gente predispuesta a tragarse el anzuelo de una comuna con un diseño tan barato. La chapuza está en la elementalidad del cuento y en su falta de credibilidad, fundamentalmente por la poca calidad de algunos actores.

Sé que algunos de mis ilustres colegas, en esto de la crítica amateur, no perderán ni un minuto en cositas que consideran de poca monta, pero yo seguiré haciéndolo de cuando en cuando por que me da cierto morbo, porque el exceso de excelencia puede llegar a aburrir, porque todo el mundo merece una oportunidad y porque no pierdo la esperanza de encontrar un diamante en una cuadra.

Aragüés serpentea en el camino voluntarioso de ofrecernos un entretenimiento sin pretensiones. Y lo hace con mucha tenacidad.
Para ello, divide su historia en dos partes claramente diferenciadas: una primera, de corte erótico en el que se toma su tiempo para presentar a un trío cuyos lances sexuales son filmados sin prejuicios. A pesar de la morosidad, consigue conferir cierta entidad a sus vértices.
La segunda parte apuesta sin ambages por el terror, en una amena mezcla de slasher y acción trepidante, y en la que sobresalen las frescas interpretaciones de William Miller e Irene Ferrándiz. Esta última está espléndida en el tramo final del desenlace, que además propone algunas situaciones dramáticas originales y muy eficaces visualmente, telúricas y sacando un buen partido del entorno agrícola.
Es cierto que el guion es muy mejorable (también pecan de ello muchas otras obras del estilo y rodadas con muchísimos más medios). También que la interpretación conjunta resulta pobre. Pero no lo es menos que la atmósfera del filme rezuma entusiasmo por parte de todo el equipo.