Los forajidos de Río Bravo

Meritorio western de, en mi opinión, serie B, a pesar de estar dirigido por uno de los grandes, Gordon Douglas, aquí en un claro tono menor pero agradable.
Se trata de un film modesto, con intérpretes entre desconocidos e ilustres veteranos, excelentes pero ya algo pasados de moda, es decir, que ya habíán vivido sus mejores momentos (Van Cleef, Tucker, Oates). Los tres, que conste, están perfectos en su papel.
La cinta es muy entrenida aunque no sea tan rica en la puesta en escena como otras de Douglas, pero la lucha, a veces sorda e irónica, otras espectacular, entre el bien y el mal, está bien expuesta y deja un buen sabor de boca por cuanto el guión es simple, pero eficaz y directo.

Es un western modesto, poco convencional, y con un inicio y final muy notables aunque con un ritmo algo lento en su parte central. Tiene más profundidad de la que aparenta y las actuaciones son más que aceptables. Por el presupuesto y la calidad de la cinta si que se le puede considerar de clase B, pero sólo por eso.

La presencia de Lee Van Cleef es el gran atractivo de este western. Se encuentra en estado puro, en la plenitud de su carrera, todos sus papeles relevantes los realizó con más de cuarenta años, por lo cual esta película no le pilla en absoluto acabado.
El hecho de que los protagonistas no sean jovenzuelos es muy importante para reflejar la idea fundamental de la película; que es el final de los tiempos de los duros y rudos aventureros de las montañas.
Lee encarna a uno de estos últimos hombres que renunciando a sus principios ayuda a los que en el fondo causarán el fin de su forma de vida y de una época, los colonos.
Los protege de una banda de forajidos al mando de un rostro muy conocido entre los secundarios, Warren Oates, en uno de sus mejores papeles.

Una película con mucha miga y bastante sustancia.
El reparto está muy bien y todos cumplen con la solvencia de siempre, me refiero a los veteranos, claro, la mirada de hielo de Lee Van Cleef, genio y figura de este género sigue intacta.
El ritmo de la película es un tanto irregular, el comienzo es demoledor, 800 tiros por segundo y buena presentación de los personajes, el nudo se torna demasiado largo y hasta algo aburrido, pero es compensado con un desenlace genial.
Para los amantes de este género la recomiendo totalmente.
Mi nota: 6,5.

... pero como no existe esa opción, le doy un 7.

El esquematismo del guión refuerza la densidad moral del filme, que es lo que cuenta al fin y al cabo. Todo está en su sitio, y excepto algunos despistes del operador de cámara (inexplicables primeros planos desenfocados), la película atrapa, agrada y sorprende. Ninguno de los actores está en sus horas bajas, como se ha dicho por ahí, porque tanto Warren Oates como el propio Van Cleef aún rodarían papeles estelares. Eso sí, se nota que la producción es made in USA, y no un cutre spaghetti-western: van al hueso, a lo que importa, sin tonterías estilísticas.

En fin, una cinta recomentable tanto para los adictos al género como para el público generalista pues, excepto los diez primeros minutos y los cinco últimos, los tiros no impiden ver el bosque.

No es un despropósito absoluto la historia que se nos cuenta de estos forajidos que buscan cruzar un río. Para pasar a mejor vida tras un golpe en el que no dudan en arrasar un pueblo entero, esos forajidos a los que hace mención el título traducido en castellano, se topan con un río, con Lee Van Cleef y con unos colonos. Si la película empieza como un rayo y hacía pensar lo mejor, la parte central se hace pesada y aburrida, justo en el momento en que los malos no saben qué hacer para llegar a la otra orilla y se dedican a gritarse y a insultarse. Los malos que gobierna Warren Oates son una calamidad, a excepción del ingeniero francés, que tras ese aburrido y largo periplo central se le ocurre la manera de llegar al otro lado.

No negaré la originalidad de su parte final (spoiler, a mí no me hubiera gustado leer lo que sólo explicaré en la parte oculta), pero para llegar allí hay que transcurrir por un largo espacio de unos cuarenta minutos, no exagero, en los que los malos por un lado dudan sobre lo que tienen que hacer y por otro los buenos no aportan gran cosa. Ese es el gran fallo de "Barquero", que no hacía falta irse a esos más de 100 minutazos, con apenas 80 se hubiera obtenido mayor ritmo, mayor atractivo, mayor prestación. Y la verdad, entre Van Cleef y Oates no tengo duda, me quedo con el más malo, con el insuficientemente reconocido Warren Oates, y es que mientras uno saca pecho y alardea de brazos musculados (es más para reír que para llorar), al otro siendo tan malo ya no le hace falta exhibirse.