Catorce de julio

Después de realizar su también magnífica "Viva la libertad" y casi sin descanso, el maestro francés René Clair filmó esta bella película, que con la excusa de contar una ligera historia romántica (protagonizada por un taxista y una vendedora ambulante de flores), se centra en realidad, en el retrato de un barrio popular parisino durante la fiesta nacional.

La primera secuencia del filme ya es una declaración de intenciones; Clair nos muestra a los vecinos del barrio mientras engalanan sus ventanas con farolillos y banderas, y poco a poco va bajando la cámara, en hermosa panorámica, hasta llegar a la calle, en la que juegan unos chiquillos. Todo está mostrado con una sencillez y delicadeza sorprendentes, e ilustran el aprecio personal que el director sentía por este tipo de vida, de ambiente popular, un tanto ácrata, rica en personajes llamativos y humorísticos. En efecto, vemos a los taxistas, el tabernero y sus parroquianos, las caseras cotillas, los maleantes y los niños moverse libre y anárquicamente por este pequeño barrio, humilde y encantador, pues en él, la vida, pese a sus inconvenientes, merece ser vivida.

Película coral, en la que la historia de los dos presuntos protagonistas importa menos que el fondo, está muy bien interpretada, con papeles pequeños pero que dejan siempre buen recuerdo en el espectador; a destacar el taxista con su perro, la pareja de ladrones (protagonizan un par de escenas muy cómicas) y el rico borracho, realmente maravilloso, y a mi entender inspirado en un personaje similar que Chaplin creó para su grandiosa "Luces de la Ciudad".

La importancia de la película destaca aún más si consideramos que su particular mirada creó una escuela posterior, que más allá del periodo del "realismo poético", se hace notar en filmes muy recientes (la célebre "Amélie", se me ocurre), y también en la obra de cineastas tan personales y brillantes como Tatí (el barrio que nos muestra en "Mi Tío" podría muy bien ser éste). Al final, para Clair, en la vida siempre predomina la alegría, y éste es, qué duda cabe, un pensamiento alentador.

Comedia ambientada en la fiesta nacional gala, de corte sentimental, a la par que lúdico, con un triángulo amoroso por medio. Lo mejor es el personaje y la interpretación de un Raymond Cordy en plena forma tras "Viva la libertad".
Es un film que queda inferior al potencial que tenía, le falta algo de ritmo y a los actores principales (Rigaud, habitual luego en el cine español), le falta carisma; tiene algún hallazgo cómico pero no es de lo mejor de Clair. Ha perdido fuerza y frescura con el paso de los años. Aún así, potable.