The Order: 1886

Fue uno de los primeros juegos en explotar la capacidad gráfica de la Play Station 4. Tiene la curiosa característica (que yo no había visto antes, aunque sí después en el “God of war” de 2018) de no tener cortes ni pantallas de carga durante todo su transcurso. Toda la historia transcurre con absoluta fluidez. Si se detiene, es porque el jugador quiere.
Nos vamos al Londres victoriano, donde una orden secreta de caballeros, herederos del rey Arturo, luchan contra las fuerzas del mal. La trama nos habla de una conspiración relacionada con licántropos, y nos lleva desde el barrio de Whitechapel (sí, el de Jack el destripador), hasta asaltar un gigantesco dirigible, entre otras muchas situaciones.
La ambientación es espectacular, con la recreación de la época y los vestuarios. Como buen “steampunk”, se toman la libertad de fantasear con armas, vehículos y tecnología muy avanzadas para el siglo XIX, pero que saben encajar con realismo y credibilidad.
No es un juego que invite a ser repetido demasiadas veces. Tiene una fuerte dosis de película interactiva, aunque no lo es al cien por cien. A diferencia de otros más puros en ese género (como los de “Quantic dream”), introduce varias secuencias de acción en tercera persona y sigilo. No todo es ver vídeos y pulsar botones en momentos determinados, aunque gran parte del tiempo sea así. No es equilibrado del todo en ese sentido, pero desde luego no cansa como otros.
Si uno acepta esto, “The order: 1886” es una experiencia bastante satisfactoria, que se disfruta y puede ser perfectamente completado en un fin de semana libre, y te sobraría tiempo. Cumple muy bien, sobre todo en narrativa, puesta en escena y gráficos. En jugabilidad, depende de lo que cada uno espere, pero el juego no engaña a nadie pretendiendo ser lo que no es.
Yo lo recomiendo, y desde luego no me importaría nada que sacaran alguna secuela, que si es así, se está haciendo esperar.