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Aceptable película donde nada chirría, salvo quizá alguna puerta, pero nada es sensacional ni mucho menos. Ofrece un terror bastante moderado, aunque es de agradecer su planificación sin efectismos ni jump scares. Con una dirección muy funcional, unos actores competentes, un libreto apañado y una mezcla de géneros equilibrada, el film convence en todos los niveles: la historia de amor sáfico es creíble, el misterio doméstico intrigante, y el elemento fantástico de acuñación judía se acaba apoderando del tercer acto con una discreción sorprendente y eficaz. Sin embargo, la cosa deja un poco frío, con la sensación de que había buenos mimbres y no se ha puesto toda la carne kosher en el asador.

Dos chicas, una actriz danesa de teatrillos para niños llamada Maja (Josephine Park) y una estudiosa inglesa judía llamada Leah (Ellie Kendrick), se conocen en una biblioteca, se ponen a hablar de esto, de lo otro… y acaban acostándose juntas. Hasta aquí todo normal, hasta que Leah se desploma en un aparente ataque epiléptico y viajan juntas a su casa de Londres, donde vive su madre (Sofie Grabol). Maja descubrirá pronto que la madre de Leah no es precisamente un dechado de simpatía y se comporta de manera muy extraña…

Relato de terror de los que calan por la historia y no por los efectos especiales, sustos repentinos y demás subterfugios de los que se valen muchos directores que no saben cómo dar miedo cuando tienen un guion vacío. Gabriel Bier Gislason lo sabe bien, y consigue hilar una historia intimista donde pone toda la carne en el asador en la relación amorosa entre las dos protagonistas, dándole énfasis a ese “apego” del título original y sin dejar de lado el humor. A la misma vez, va construyendo una atmósfera de incomodidad alrededor de la figura de la madre de Leah, una judía tradicional que sigue rituales misteriosos y que nos recuerda en algunas pinceladas a otras madres cinematográficas fanáticas como la de “Carrie” (1976).

Gislason utiliza el bestiario de las leyendas judías para darle al filme el ingrediente sobrenatural, acorde con cintas más convencionales como las de fantasmas o exorcismos pero, como ya comenté antes, sin demasiadas florituras visuales más allá de inquietantes encuadres indirectos y juegos siniestros con la luz.

Cabe destacar el buen trabajo del elenco en general, pero son especialmente notables las interpretaciones de Josephine Park y Sofie Grabol, esta última dotando a su personaje de una locura sosegada muy intimidatoria.