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La calle sin sol

Drama. Intriga Mauricio es un francés que llega a Barcelona huyendo de la justicia. Se refugia en una pensión del barrio chino y se enamora de Pilar, la sobrina del dueño. Poco después, se comete un asesinato en el barrio, y Mauricio, cuyo pasado es bastante oscuro, se convierte en el principal sospechoso. Pilar confía en su inocencia e intenta averiguar la verdad, pero las circunstancias se confabulan contra él. (FILMAFFINITY)
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Críticas 14
Críticas ordenadas por utilidad
1 de abril de 2013
19 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Preciosa película, muy original para su tiempo.
Melodrama con toques de neorrealismo, e intento tímido de drama social, ambientado en el barrio chino de la Barcelona de posguerra. Barrio donde la miseria, la picaresca, y el delito de poca monta, sobre el que hay una comprensión y permisividad controlada por parte de la policía, viven en su elemento cada día y cada noche.
El título retrata el corto momento del día en el que el sol baña las fachadas de una esquinita de la calle por unos escasos minutos, minutos en los que los protagonistas se alinean para coger fuerzas bañados por unos instantes por el calor, el optimismo y la luz que ese sol les regala por un momento, haciéndoles la vida más alegre y más posible.
Excelente interpretación de Manolo Morán como vendedor ambulante y cuentista de buen corazón, de Julia Caba , y de Angel de Andrés, sin olvidar a Amparo Rivelles, acertada y comedida en su papel de buena chica.
Magnífico guión donde se ve la mano de Mihura, con unos diálogos llenos de fina ironía y de ternura también.
La ambientación magnífica y, en fin, una película española que un cinéfilo no puede dejar de disfrutar.
CHUARLU
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10 de noviembre de 2012
17 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Respecto al argumento, “La calle sin sol” es una película cuya historia central gira en torno a Mauricio, un francés que huye de su país y se instala en Barcelona, allí se hospeda en la pensión donde trabaja Pilar y ambos se interesan el uno por el otro, sin embargo la relación es entorpecida por un hecho acontecido en el barrio, una anciana es asesinada y todo indica que el asesino es Mauricio, Pilar sin embargo nunca deja de confiar en su inocencia. Es una historia sin mucho trasfondo, ideada para emocionar y sobre todo para entretenernos, que mantiene la intriga desde el principio y que nos sorprende por lo especial de su montaje y de sus imágenes, que también a nosotros, los espectadores de hoy en día, nos sorprende.

Así se desencadena el drama, con una fotografía esplendida y muy bien planificada donde los juegos de luces y sombras son evidentes, aportan a la película un lado artístico y hace más llamativa la imagen en blanco y negro. Del mismo modo el encuadre es fundamental, las imágenes son muy fotográficas, un ejemplo es cuando Pilar recibe a Mauricio y abre las puertas donde tiene la comida para mostrársela.

Vemos multitud de planos dramáticos muchos acentuados con zoom, en los que vemos los rostros, sobre todo el de Pilar cuando sufre por el amor de Mauricio, el dramatismo se acentúa con la música introducida en momentos claves para emocionar al espectador, y lo cierto es que en ocasiones llega a conseguirlo.

El intento del director por innovar técnicamente se ve en el film, aunque el montaje sea lineal por corte, hace uso de fundidos en negro en ocasiones, y destaca la parte en que dos imágenes se sobreponen, además las imágenes son considerablemente de más calidad que en películas anteriores de la época, los cortes menos bruscos y más acordes al cine actual y mayor nitidez en las imágenes. Por otro lado la escena del incendio nos sorprende por su capacidad y la credibilidad de las imágenes, esta escena alcanza el climax más alto de toda la película, justo cuando descubrimos quien es el verdadero asesino, uno de los personajes de quien menos lo esperamos, y que para la sorpresa del espectador, después de revelarse su crimen sigue actuando negativamente, no muestra arrepentimiento, es algo poco convencional y que no esperamos.

La elipsis es utilizada con gran maestría, el estilo teatral que destaca en el cine español en sus orígenes ya no está tan patente en esta película y vemos como se va conformando el lenguaje cinematográfico, esto da un valor añadido a la película, que a pesar de ser de 1948 deja de ser tan lejana para nosotros. La teatralidad si la vemos en mayor medida en la actuación de los intérpretes, que en ocasiones son forzadas y nos sacan de la historia, los llantos a veces exagerados y forzados y las escenas de acción son ejemplos de esa falta de credibilidad.
En definitiva, una gran película que no nos deja de sorprendernos aun en nuestra época, que cumple su cometido, entreteniéndonos, sin decaer en el ritmo y que además es un documento de las costumbres de la época y de cómo era Barcelona y sus calles. Una película apta para todos los públicos y que sin duda es un buen comienzo para adentrarse y entender el origen de nuestro cine.
BlancaMaFer
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2 de noviembre de 2015
12 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dentro de la larga filmografía de Rafael Gil, cineasta casi olvidado, pero que me gustaría reivindicar, quizás “La calle sin sol”, junto a “El clavo”, sean los mejores trabajos de su carrera, sin olvidar una excelente versión de “Don Quijote”. “La calle sin sol” tiene un reparto que reunía a los mejores actores de la época, basada en un sólido argumento del genial dramaturgo Miguel Mihura, también responsable de esos diálogos llenos de ironía y ternura. El film mezcla espléndidamente dos elementos, por un lado, la crítica social, aunque tímidamente expuesta y realizada desde una óptica cristiana, por el otro, una intriga no excesivamente apasionante, pero sí bien desarrollada, que se presenta en un primer plano, pero que no consigue distraer el trasfondo social en el que se desarrolla la historia, los bajos fondos de una gran ciudad.

Entre el melodrama vestido de sainete costumbrista y el testimonio social, narra la vida de Mauricio (Antonio Vilar), huyendo como polizón en un carguero que se acerca a Barcelona, al Raval (barrio chino barcelonés) llega el extranjero, aparentemente francés, que en las primeras secuencias aparece como responsable de la muerte de una mujer. Los humildes habitantes de esa calle sin sol – un título poético que alude a esas calles agostas y oscuras del casco antiguo de la Ciudad Condal donde el astro rey apenas se cuela unos minutos – lo acogen con cariño, especialmente Pilar (una jovencísima Amparo Rivelles), sobrina y camarera del dueño de un cafetín, aunque sospechan que su pasado no es del todo limpio. A pesar del interés de sus responsables, el film no podía huir de la realidad española de aquellos años, es decir, de los censores y sus normas de conducta.

Mihura aporta una naturalidad que entronca con el neorrealismo italiano, muy de moda entonces, mientras que el cineasta se inspira más en un cierto realismo poético francés de la preguerra. La película no gustó al público, en cambio, sí a la crítica. No cabe duda que “La calle sin sol” aportaba, en aquellos momentos, un cierto aire de novedad a un cine español muy encorsetado, y que tiene logros, esa grisura de lo cotidiano como las imágenes de los pobres reunidos cada mañana bajo los pocos rayos de sol que se filtran a una hora concreta por un callejón, o el personaje de Luis, ese mendigo con su esposa ciega que acaba robándole protagonismo a Mauricio y Pilar, y qué decir de la campechanía del inefable Manolo Morán, de charlatán de feria a amigo altruista de la pareja de enamorados. Un film bello y emotivo.
Antonio Morales
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2 de noviembre de 2014
13 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
No está nada mal la película de Rafael Gil, sólo -a mi modo de ver- perjudicada por su nefasto cuarto de hora final. Hasta entonces el director madrileño había conseguido lo más complicado. Nos había metido de lleno en esta intrigante historia gracias a un notable guión, una excelente ambientación y fotografía en blanco y negro y, una buena dirección de actores, entre los que sobresale ese cómico admirable llamado Manolo Morán. Estaba el espectador disfrutando de lo lindo cuando, de pronto, todo se acelera, Gil olvida la coherencia hasta entonces mostrada e hilvana desatino tras desatino con pasmosa facilidad (lo del incendio y la pelea entre el mendigo y Mauricio es un horror). Sólo es el cuarto de hora final, pero caray, ¡qué destrozo!.
el chulucu
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3 de noviembre de 2015
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mi primera crítica en Filmaffinity es para La calle sin sol, una de las obras maestras de Rafael Gil y una de las mejores películas del cine español. Rafael Gil, que antes de ser director de cine, fue crítico cinematográfico, siempre estuvo muy al tanto de las corrientes cinematográficas internacionales. Quizá, por eso, aunó en La calle sin sol el neorrealismo italiano de Vittorio de Sica o Rossellini, situando la acción de la película en el Raval, o Barrio chino, de Barcelona, con el realismo poético francés de Marcel Carné o Julien Duvivier, que aparece en los diálogos entre Pilar y Mauricio, en el cariño con que Luis cuida a su esposa ciega Elvira y en el rayo de sol que se cuela en la estrecha calle y que dura escasos minutos, los suficientes para que los personajes sobrevivan en ese mundo hostil, lleno de pobreza y privaciones, muy bien retratado por la espléndida fotografía de Alfredo Fraile. La película, además, cuenta con un guionista de excepción: el dramaturgo Miguel Mihura, que es también el autor de los dibujos de Mauricio, que forman parte también de la parte poética de la película, al igual que la banda sonora de Manuel Parada. Mención especial merecen los actores protagonistas: una bellísima y joven Amparo Rivelles realiza una buena interpretación de la dulce y bondadosa Pilar, bien acompañada por Antonio Vilar, actor portugués que trabajó habitualmente en España desde finales de los años cuarenta. Ambos formaban una hermosa pareja protagonista. Pero los actores que realmente destacan son los mal llamados actores secundarios, especialmente en esta película: Manolo Morán, que interpreta magistralmente a Manolo, que se ha criado en la calle y vive "de engañar al público"; Félix Fernández, Basilio, el "bala perdida de la familia" (así lo define Pilar) que acogió a su sobrina tras la muerte de sus padres durante la guerra civil; Alberto Romea, que es el policía Pedro, que se entera de todo lo que pasa en el barrio, aunque no interviene si no es imprescindible; Ángel de Andrés, que interpreta a José, que malvive escribiendo en los cristales los menús de los bares, y está enamorado de Pilar, aunque sabe que el suyo es un amor sin esperanza. Por último, quiero destacar a las hermanas Caba Alba, que forman parte de una de las dinastías más antiguas de actores españoles (una bisnieta de Irene Caba Alba, Irene Escolar, también es actriz): Irene, que interpreta a Diana, la pintora borracha amiga de Mauricio y la gran Julia, una de las mejores actrices nacidas en España, que interpreta a Flora, la cocinera del bar de Basilio, que canta continuamente durante la película una de las canciones de Las Leandras, obra de teatro de gran éxito a finales de los años cuarenta en España. También merecen una mención los trabajos de Mary Delgado, que interpreta a Elvira, la ciega que canta junto al bar de Basilio, a cambio de unas monedas, que apenas dan para comer y José Nieto, que interpreta a Luis, su marido, desesperado por la escasez y las privaciones que deben afrontar y que la cuida con mucho cariño.
Rosa Isabel Cerrada García
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