Godless

Desolación, desesperanza, crueldad. Es un poema del mal y el dolor. Sin salida.
Enfermera que participa de una trama que extorsiona pobres viejos, esta es la omnipresente protagonista (la actriz, Irena Ivanova, dota de sobria intensidad a su personaje) de esta película búlgara ambiciosa en su retrato de una sociedad completamente corrompida.
Paisaje y paisanaje forman parte del mismo ambiente helado y atroz. Seres siniestros que se mueven como autómatas drogados o títeres diabólicos y que viven en zonas depauperadas, tétricas y metálicas; arquitectura funcional e inhumana, desolada.
Nada queda en pie, ni los humildes trabajadores ni las instituciones (la policía y la judicatura son la misma cara del abuso y la injusticia). Quizás el viejo del coro sea la única luz, amargada y gastada pero todavía rebelde. Ese hombre que padeció el comunismo y ahora sufre el capitalismo. Y en el recuerdo lejano de algún anciano asoma el nazismo también para completar el cuadro de horrores de un país asolado por la desesperación y la insensibilidad.
Se parte de un realismo crudo para tratar de trascender, para hacerse las preguntas últimas, esas que no tienen que ver con la geografía o el clima. La principal, ya en el título, hablaría de la inexistencia de Dios o la falta de sentido, de la vida como un espectáculo horrible en el que no hay referentes, orden o finalidad, solo un vacío helado y ominoso. Y como consecuencia de esta premisa, nos encontramos con unos seres humanos que han perdido la capacidad de amar, de darse a los demás sin tener que buscar únicamente la rapacidad, característica primordial del infierno o la locura.
Rodada con variedad de recursos y encuadres, pero con una planificación que tiende a lo subjetivo, a tratar de captar especialmente el torturado estado de ánimo de la protagonista.
Podría ser una mezcla de "Import/Export" de Seidl y "Leviatán" de Zvyagintsev.
Es interesante aunque por momentos se vuelve confusa y tiende hacia cierta exhibición inane de maldades demasiado retorcidas, quizás exageradas en la forma. No es perfecta pero es muy apreciable, incluso bella en su terrible tristeza. Diría que vale la pena.

Dentro de la sección Memoria del Altántida de este año hemos podido disfrutar de un drama búlgaro dirigido por la debutante Ralitza Petrova. La película obtuvo el premio a la mejor película en el festival de cine de Locarno y el premio a la mejor actriz protagonista.

La película se puede decir que es una denuncia social sobre la Bulgaria actual, nos cuenta la historia de Gana una cuidadora de mayores. Gana visita a la gente mayor que tiene a su cuidado y les ayuda a elegir y administrar sus medicaciones. Desde el principio se hace obvio que la protagonista no es la asistente más cálida del mundo. La joven protagonista roba los documentos de identidad de sus pacientes y los vende con la ayuda de su novio a una red de criminales que los usan para fraude y extorsión.

La directora nos muestra a través de los ojos de Gana un mundo deprimente en el que la extrema pobreza se da cita con la enfermedad y la crueldad. Es un mundo de ancianos que no tienen ocasión de ser reconocidos o recibir atención por parte de la sociedad, lo que los deja esperando poco más que la muerte.

La película está englobada dentro de la nueva filmografía que nos llega de los países del este, es un cine muy parecido al potente cine rumano actual. La directora no solamente emplea recursos fílmicos que se convierten en correlatos de los conflictos interiores de los personajes, sino que también pasa de lo anecdótico a lo general, es decir, que la historia acaba por tener un inesperado componente de reflexión ontológica que va más allá de su crítica social.

Es una película bastante dura y triste en muchas partes de su metraje, demasiado lenta y a mi gusto mal filmada en muchos tramos. La actuación de su actriz protagonista es brutal, ella es toda la película, su presencia es fundamental en todas las escenas. La película está rodada en en 35mm y en preciosista 4:3, tiene una fotografía muy bien creada.

Lo mejor: La actriz protagonista
Lo peor: No está bien contada ni bien dirigida en muchos tramos

Comienza muy bien esta película búlgara, que se puede ver estos días entre la selección que ha hecho Filmin para su Atlántida Film Fest. La cueva, el plano rodante desde el coche, el perro corriendo tras él infatigable, de pura lealtad... Y tiene otros buenos planos, y momentos interesantes como el de la conversación en la cena entre madre e hija, acerca del amor, y la interpretación de la protagonista es buena, un tanto lacónica de más, pero buena. Pero... todo esto no compensa una narración, ritmo y desarrollo más que discutibles, porque la historia de esta enfermera que estafa a sus pacientes no está bien contada, y eso es un problema casi imposible de compensar con otros valores como los mencionados.

Además, a todo lo dicho se une la desolación absoluta que reflejan esas vidas -las de la enfermera, sus pacientes y su entorno-, casi como si fuera una película postapocalíptica, de tan deprimente y enfermizo que es todo. Esto no es malo per se, de acuerdo, pero la sensación es asfixiante para el espectador si no ve nada de luz entre tanta sordidez y desolación. Visualmente digna, pero narrativamente... sólo algunas ideas sueltas y muy poco más.