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Le Pornographe

Drama Jacques es un director de cine pornográfico que recapacita sobre su vida cuando se da cuenta que el mundo de lo "erótico" ha cambiado completamente y que él no es capaz de capturar la pasión en la pantalla como lo hizo en el pasado. Un polémico film por sus fuertes escenas de sexo explícito. (FILMAFFINITY)
Críticas 3
Críticas ordenadas por utilidad
28 de julio de 2021
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo estoy intentando, pero no es fácil. ¿Qué puedo esperar para mañana? Al menos un poco más de fuerza. Esta frase, que expresa su protagonista, Jacques (Jean Pierre Leaud), condensa el aliento vital de extravío que transmite la escurridiza entraña de esta extraordinaria obra no estrenada en España, Le pornographe (2001), de Bertrand Bonello. En esta obra de fractal narrativa no hay un centro, o lo es el descentramiento de Jacques. La narración está despedazada como el interior del propio protagonista, y a la vez parece a la deriva como su aliento falto de resuello vital. El primer tramo parece que nos lleva en una dirección (las vicisitudes del rodaje de una película porno), pero las direcciones se abren en varios senderos a medida que progresa el relato, como la misma desconcertada búsqueda de dirección de Jacques los disemina. En ese primer tramo asistimos a un retorno, el de Jacques, que fue un reconocido director de películas pornográficas, hasta que dejó de hacerlas en 1984. Alrededor de tres lustros después retoma la actividad, pero ¿cómo se conjuga su enfoque con el que en la actualidad se demanda?. Su vida ha permanecido en ¿pausa? ¿transición? junto a una mujer, arquitecta, que ama, pero que decidirá abandonar (aunque él sepa que es la decisión más absurda que ha tomado en su vida) tras que, en su retorno, sienta que realmente no ha retornado, sino que no sabe dónde se encuentra, qué cimientos tiene su vida. La arquitectura de su vida sin duda es inestable.

Durante el rodaje de esa película pornográfica, sufre ese cortocircuito vital. El productor le dice que ya está viejo para ese trabajo. En los momentos previos a la secuencia climática, con una felación que precede a un coito, Jacques indica a la actriz que no gima, sino que, expresivamente, sea más bien contenida; el productor, insatisfecho con cómo progresa la secuencia, y las faltas de indicaciones que efectúa Jacques, decide intervenir y exige a la actriz que gima de modo manifiesto. ¿Por qué Jacques demanda esa contención?¿Por qué su expresión de desconcertado espectador mientras los contempla realizar el acto sexual? Quizá ya no sabe su mirada hacia donde se dirige, qué construye (y qué ha construido con su vida), como si la realidad hubiera sido envasada al vacío. Decide construir su propia casa, él solo, sin más ayuda, aunque le suponga dos años o más, en un prado, junto a una mansión. Contornos de un vacío. Decide recuperar la relación, el diálogo, con su hijo, Joseph (Jeremie Rennier), estudiante de arquitectura, una relación extraviada desde que el hijo descubrió a qué se dedicaba su padre. Jacques recuerda que en aquellos finales de los 60, en el 68, realizar porno era un acto político. Su finalidad no era el sexo en sí mismo, sino la diversión, un talante vital que era reflejo de una actitud contestataria que replicaba. No deja de ser elocuente que Jacques dejara su actividad de pornógrafo a mediados de los ochenta, cuando la irrupción del sida influyó en la reorientación de la actividad sexual en unos parámetros opuestos a aquellos de finales de los sesenta. A principios del siglo XXI, el porno, o el enfoque sobre el sexo explícito, es más bien una actividad industrial ajena a la realidad, una mera fantasía, como refleja la misma localización, una mansión lujosa que conecta con finales del XIX o principios del XX. Una actividad recreativa encapsulada en una vitrina, sin contexto, sin potencial réplica a su tiempo. ¿No es en lo que ha derivado este siglo XXI?

Joseph se dedica al activismo, reparte hojas por la calle, para despertar a la gente de su aturdimiento y entumecimiento intelectual y vital, ya que los gobiernos sienten que la amenaza del ciudadano de a pie no es concreta, por tanto no factible, de ahí la confortabilidad de su posición de poder. El ciudadano es una entidad abstracta, uniforme e intercambiable, sin capacidad ni deseo de réplica. Según Joseph y sus amigos las instancias del poder necesitan que sientan que la amenaza puede ser real. Decepción e ilusión combativa convergen entre padre e hijo. Joseph recupera, como reflejo en el tiempo, la inquietud combativa que quedó diluida tras su amago a finales de los sesenta. En el extravío de Jacques se vislumbra la desorientación de una desilusión a la que le cuesta recuperar de nuevo el paso, porque aquel tiempo de posibilidad de cambio quedó ya en recuerdo, un enfrentamiento con lo establecido diluido como una imagen desvaída (un mojón en el camino de la historia). ¿Qué es lo obsceno? Lo que hace Jacques, sus películas pornográficas, no es obsceno, como apunta él mismo. Lo es lo que los gobiernos hacen con sus ciudadanos. O hurgar con preguntas en la vida de alguien, escarbar en su intimidad. Porque esa es la desnudez que más te hace sentir expuesto, no la gelidez que emana del rodaje de una felación.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
cinedesolaris
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26 de diciembre de 2023
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Un director de cine pornográfico (Jean-Pierre Leáud) vuelve a la profesión tras décadas de retiro, pero pronto se dará cuenta de que nada es lo que fue, de que se encuentra fuera de lugar.

Decepcionará esto a quienes busquen una inmersión en los entresijos del porno, pues se trata de un estudio de personaje cascado, melancólico y a la deriva tras el que se perciben los ecos lejanos del mayo francés. Continuamente interrumpido y frustrado en cada uno de los caminos argumentales que traza, es un film exasperante que no va a ningún lado, conforme supongo a aquello que intenta retratar, que es la pérdida de rumbo vital. Siguiendo cierto despojamiento bressoniano, con actores inexpresivos y sin pretensión alguna de empatía, con un uso de la música más preocupado por reforzar las imágenes antes que por darles carga emotiva. Que ofrece mucho tedio, pero también alguna escena poderosa y tristemente elocuente, como una en la que el productor empieza a dirigir la película guarra ante la total pasividad del director, sin que este pueda o quiera hacer nada.

Más honesta en su carnalidad la cerdería original, cercana a lo artístico y a la praxis revolucionaria y espontánea de la época, que la actual; formulaica, encorsetada, sujeta al presupuesto y al calendario. Y ahí tenemos a nuestro hombre, intentando retomar el rumbo de su existencia aun a costa de tomar decisiones y asumir verdades dolorosas; si lo logrará o no, no lo sabemos, ni siquiera si tiene sentido dicho intento de construir una casita él sólo, o de finalizar un largometraje inconcluso, porque así es él y así somos en el fondo todos; puro proyecto frustrado o en proceso.

Curiosamente la peli, antes de deshacerse en retazos de reconstrucción biográfica e incluso meta-cine, mantiene hacia este Jacques una actitud de respeto; más aún, de pudor. Porque como nos dice, más obscena es la exhibición directa y melodramática de su realidad que el trabajo de sus películas; no es causal la década ochentera como punto y final, por cambio de mentalidad, de los medios, o por hundimiento definitivo de esos sueños.

La cosa se inclina hacia el absurdo cuando nuestro hombre se cuela dentro de la casa de una señora cualquiera, así sin más. Una única y breve secuencia de sexo real produce desconcierto, aunque debido a la temática tampoco es tan gratuita, y por lo visto valió a esto el más que dudoso honor de ser clasificado dentro de la dosmilera etiqueta de la “New French Extremity”… cosa que da que pensar, pues por lo demás, el video de mi primera comunión quizá sea más “extremo”; desde luego, no tan francés.

Frente al prota, su hijo, y con él, las luchas y los activismos de la juventud burguesa de principios del milenio; un peculiar intento de hacer la revolución mediante el silencio… la comunicación, en forma de diario o de notas, o la propia elocuencia muda de lo que vemos, como si todo estuviera dicho ya, tiene algo que ver. Se consideran una modernez el teléfono móvil y los videoclips, cosa que vista hoy parece hasta inocente. La subtrama de este nene, con una emulación ¿paródica? De ese estilo de video musical, quizá esté hablando de que todo contacto humano va dirigido a lo artificial; como tanto él como su novia derrochan la pasión de dos gambas crudas, pues tampoco está muy claro.
Don Hantonio Manué
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31 de julio de 2021
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lentísima película que retrata la decadencia de un director de cine porno y de cierta burguesía ideologizada (no en vano el protagonista es el otrora actor fetiche de Truffaut, ahora muy lejos del jovencito de Los 400 golpes) heredera del fracaso del `68.
Forma parte de cierto cine francés que se había puesto de moda en los `90 y que, para no ser tachado de porno, ofrece aburridísimas escenas de sexo (aunque, como en el caso sean de sexo explicito) donde los participantes más que gozarlo parecen padecerlo.
devilman
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